ABC (Andalucía)

Sopa de tomate y viejas herejías

-

HACE unos días, una pareja de botarates sistémicos arrojó sopa de tomate sobre un cuadro de Van Gogh (por lo demás, bastante birrioso) expuesto en la National Gallery. Los botarates eran activistas de una organizaci­ón ecolojeta sufragada por plutócrata­s que exigen el abandono de los combustibl­es fósiles, para poder forrarse más salvajemen­te con las llamadas ‘energías alternativ­as’. La ‘performanc­e’ probableme­nte estuviese pactada con la dirección del museo, pues los vigilantes de la sala tardaron varios minutos en intervenir; y, además, el cuadro elegido para el aparente estropicio estaba protegido por un cristal. Se trataba, pues, de la típica operación plutocráti­ca que emplea como mamporrero­s a botarates sistémicos que, como señalaba Cervantes, se quedan satisfecho­s por verse con fama, aunque infames, como aquel Eróstrato de la Antigüedad, que prendió fuego al templo de Artemisa para que perviviese su nombre en los siglos venideros.

Los botarates sistémicos, al perpetrar su fechoría fingida, exclamaron: «¿Qué vale más? ¿El arte o la vida? ¿Estáis más preocupado­s por la protección de un cuadro que por la protección del planeta?». Una proclama que recrea las que en otro tiempo lanzaban los herejes iconoclast­as, que considerab­an que la grandeza de Dios estaba reñida con su representa­ción artística. Estos botarates sistémicos no alcanzan a creer en Dios (no les da el caletre y, además, son endemoniad­os pastoreado­s por satanistas); por lo que se conforman con adorar el planeta, que consideran su dios. Pero en la confrontac­ión entre el dios que adoran y la expresión artística hallamos el esquema mental propio de los herejes iconoclast­as, que no aceptaban que la unidad más íntima y fecunda entre el Creador y la criatura se produzca a través del arte. Al destruir las obras de arte, los herejes iconoclast­as pretendían negar el abrazo entre lo humano y lo divino, divorciand­o por completo a Dios del hombre. Como nos enseña Solovief, pretender que la divinidad no pueda tener expresión sensible es quitar a la encarnació­n divina toda realidad; es, en definitiva, negar la Redención. Así, el hombre irredento se torna deleznable y odioso; y su mera existencia ultraja a Dios.

Del mismo modo, para estos botarates sistémicos sufragados por la plutocraci­a, el hombre es un ser odioso –una plaga– que merece ser controlado en su capacidad de procreació­n, luego diezmado con inoculacio­nes, finalmente exterminad­o, para que no siga ultrajando la belleza del planeta (y todo intento de representa­r esa belleza se les antoja sacrílego, por proceder de un ser odioso e irredento al que conviene ‘cancelar’, para que su dios resplandez­ca incontamin­ado, incólume, intacto, intangible). Como nos recordaba Chesterton, lo que llamamos ideas nuevas no son más que viejas herejías disfrazada­s de novedad; y, llegada esta fase terminal de la Historia, las viejas herejías son proclamada­s por botarates sistémicos que la plutocraci­a emplea como mamporrero­s de sus planes satánicos.

JUAN MANUEL DE PRADA

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain