ABC (Andalucía)

Superiorid­ad total del Madrid

∑Los blancos, más sólidos en todas las líneas, superan al Barcelona en un partido ganado desde la mejor defensa y sentenciad­o por su mayor poder ofensivo

- HUGHES Equipo

No sabemos si lo del Madrid es fútbol total. Probableme­nte no. Es superiorid­ad total, es decir, en todas las dimensione­s del juego. El Barcelona había apabullado a los equipos ligueros y había sufrido con los europeos. El Madrid es el campeón de Europa. Con eso estaba todo dicho, pero cabía la posibilida­d de que Ancelotti intentara algo extraño como la temporada anterior. No fue así. El Madrid salió presionand­o desde el principio, con el ritmo de sus mejores noches y tras el zafarranch­o, se instaló en su repliegue caracterís­tico, su estar agazapado, su latencia contragolp­eadora.

El Barcelona mostraba, como primeras formas de vida ofensiva solo a De Jong superando a Kroos y el descenso de Lewandowsk­i para lanzar a Dembélé. Ni la una ni la otra volvieron a repetirse. El Madrid tuvo un nivel ‘europeo’ de tensión y Tchouaméni se merendó a Pedri.

Afianzada la defensa, el Madrid tenía su misma e irreprimib­le forma de atacar: la banda izquierda. Y por allí, muy pronto, llegó el gol. Kroos atrajo a los medios y lanzó a Vinicius tras la espalda de toda la defensa. Parecía una acción sencilla, pero con su elección del instante, Kroos superaba dos líneas enteras. El resto lo hacía Vinicius, flecha de la competició­n; paró Stegen y el rechace lo aprovechó Benzema.

Tras el gol, el Madrid tuvo otro momento de euforia donde subió mucho las líneas. Los arranques de Valverde devastaban los intentos posicional­es del Barcelona. Entre la inteligenc­ia de Benzema y los juiciosos medios, él y Vinicius reventaban el juego con sus explosione­s…

A ese arreón le volvió a seguir un prudente repliegue. Un dominio mitad conseguido, mitad concesión. Ahí el Barcelona intentó meterse en el partido. La única aparición de Pedri originó una ocasión de Lewandowsk­i. Luego hubo otra de Sergi Roberto aprovechan­do ese movimiento hacia dentro de Lewandowsk­i, el mayor peligro culé, su única flecha táctica, el único vector brillante en una difusa mediocrida­d, quiero y no puedo conceptual.

Lunin Carvajal (88) Militao

Alaba

Mendy Tchouaméni Modric (78) Kroos Valverde Vinicius (85) Benzema (88)

Camavinga (78) Rodrygo (85) Rudiger (88) Asensio (88) m.12: Benzema; m.35: Valverde; Ferran Torres; m.92: Rodrygo (p.). 8

4 342 69

3

2

11 43%

Remates Remates a portería Pases buenos Pases fallados Fueras de juego Saques de esquina Faltas cometidas Posesión m.83: (Comité Murciano). Amonestó a Vinicius, Modric, Gavi y Kessié.

La voluntario­sa posesión del Barcelona, sostenida unos minutos, ocultaba, a poco que se mirase bien, la desaparici­ón de Pedri y Dembélé, sepultados bajo un buen sistema de ayudas.

El Madrid tenía mucha más solidez que el Barcelona, un equipo de consistenc­ia muy inferior. Por eso, un error de Eric García le llegó a Vinicius al borde del área, y en lugar de desbocarse con carreras, caliente como venía de una amarilla por protestar, repensó la jugada, la cedió para Mendy y Tchouaméni (de nuevo en las dos áreas) y acabó en Valverde, que marcó el 2-0 con zambombazo lejano. Valverde devolvía al Madrid a la temperatur­a del clásico. Siempre juega a un ritmo propio, suyo, incandesce­nte que conecta con la grada y el espíritu del partido.

A partir de ahí y hasta el descanso, el Madrid demostró una gran superiorid­ad, una inteligenc­ia suprema en los toques y opciones de Kroos, como si revelara ahí o ahí desembocar­a en cascada, desde arriba, una superiorid­ad institucio­nal. No vencía un sistema, un estilo o una doctrina, se imponía una pirámide organizati­va que se hacía fútbol en Kroos y mirada en Ancelotti. En uno y otro tomaba cuerpo el florentini­smo posgalacti­zado, el refinamien­to gerencial del modelo, fusionados, por fin, empresa y fútbol.

El Barça, hay que repetirlo, es hojaldre táctico, así que las jugadas se le dibujaban solas al Madrid y parecía más cerca el tercero que el primero. Ya fuera a la contra o en ‘posicional’. Hasta se oyeron los inoportuno­s olés que siempre abortan la jugada y dan idea de un clima ya poco serio.

Como quien agita un manzano, Xavi dio entrada a Ferran, Gavi y Alba, individuos claramente energético­s que poco podrían ante la superiorid­ad de

los rivales. Más altos, más fuertes, más anchos, más hechos...

El Madrid estaba dispuesto para el contragolp­e. Ya no agazapado a su estilo felino, se diría que cómodo, repanching­ado. No tiene, tradiciona­lmente, el colmillo retorcido para momentos así. No busca la humillació­n, la ‘manita’, y pudiendo hacer sangre con un Barcelona en horas bajas se limitó a hacer lo correcto.

El gran peligro culé, Lewandowsk­i, era anulado por completo por Militao, duelo que resumía la hegemonía de la Liga. Y si el Madrid apretaba, llegaba fácilmente, pero con más efectismo que letalidad, como si hubiera cundido una íntima relajación.

El partido era un trámite cumplido. La retórica publicitar­ia del ‘clásico’ exigirá maquillar la realidad: que el Madrid es superior hombre

por hombre, en todas las dimensione­s, además, en ataque y en defensa, en lo alto y por lo bajo...

Sintiéndos­e así, y (repetimos) sin el instinto para la humillació­n, el Madrid se relajó mientras el Barça incorporab­a la ‘rauxa’ de Gavi, sus tacklings de mini Calderé. Por ahí llegó el 2-1, gran jugada de Fati para Ferran. Era como si la selección española quisiera salvarse de la quema...

El Madrid, muy relajado, no conseguía dejar su puerta a cero, otra vez, y aun pudo marcar Fati con el estadio entre cambios y ovaciones.

Otras veces, con 2-1 hubiera habido inquietud, pero no se sintió en absoluto. Y en el 89, Eric García, central maternal, le hizo un penalti a Rodrygo que él mismo marcó. El 3-1, sin embargo, no reflejaba la superiorid­ad del Madrid. Se antoja mayor.

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// AFP Benzema junto a Eric García en un lance del partido
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