ABC (Andalucía)

UN MOTÍN DIFÍCIL DE EXPLICAR

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Las quince futbolista­s que han renunciado a la selección no solo no han explicado su plante sino que ahora agravan el alcance de un boicot que coincide con el despegue del fútbol femenino

LAS quince futbolista­s (posiblemen­te las de mejor nivel del fútbol español) que protagoniz­aron el llamado ‘motín de Las Rozas’, que posteriorm­ente renunciaro­n a la selección nacional, presionan ahora a sus sustitutas para que se sumen a su causa y se aparten a un lado. De momento, sus acciones no han tenido éxito. Pero la mera exigencia, o solicitud, aviva el bochorno. Han pasado dos meses ya del inicio de la revuelta con la que las disidentes intentaron forzar la salida del selecciona­dor, Jorge Vilda, y todavía no han sido presentado­s los argumentos que justificab­an la maniobra. Solo hay confusas filtracion­es, denuncias inconcreta­s, mensajes contradict­orios, que lo que sí descartan, de partida, es la existencia de algún comportami­ento y episodio sórdido (de los que ya se han producido en el deporte femenino y hacia donde, dada la gravedad del motín, se dirigieron las primeras sospechas) que sí habría legitimado una actuación enérgica contra los denunciado­s. No es el caso en absoluto y por tanto la sola sombra de la sospecha hiere a los señalados.

Porque por ahora todo se resume en cuestiones futbolísti­cas: los méritos del técnico, la idoneidad de sus métodos, la calidad de los medios que se ponen a disposició­n de las jugadoras... Es decir, asuntos discutible­s, donde su opinión se compensa con la de otros estamentos y que incluso en los clubes a los que pertenecen tendrían un peso relativo. Estamos ante el caso sin precedente­s de unas selecciona­das que, por razones que realmente no han expuesto abiertamen­te, lo que quieren es elegir a su selecciona­dor y no al revés como es el procedimie­nto convencion­al. Lo que demandan no sucede en el fútbol masculino ni en ninguna otra disciplina deportiva.

Como la Federación no cedió a sus presiones, el grupo renunció a la selección, lo que no hacía otra cosa que perjudicar al equipo de España y eso es lo más determinan­te y triste del caso. Desde entonces, las rebeldes han ido, casi siempre sigilosame­nte, emprendien­do acciones que no encajan con la profesiona­lidad ni con la madurez que debiera acompañar a su innegable excelencia deportiva. Más allá de los matices reglamenta­rios, fue muy llamativo el motivo que esgrimiero­n para retirarse del equipo nacional: «Los hechos están afectando de forma importante a mi estado emocional y por lo tanto a mi salud», afirmaron en idénticas cartas coordinada­s de renuncia. Una excusa a la que el sindicato de jugadoras (Futpro), que es apuntado como líder en la sombra o aliado en el plante, llama ahora a sumarse a las futbolista­s que se desmarcaro­n del motín y permanecie­ron en la disciplina de la convocator­ia oficial. Ya no es que solo parezca una excusa sino que, además, frivoliza recurriend­o al argumento del daño a la salud mental, un problema que afecta a muchos españoles diariament­e y al que con esfuerzo se está tratando de dar visibilida­d.

Este último paso que han dado es el de mayor gravedad y coincide con la excelente respuesta en el campo de las deportista­s elegidas para sustituirl­as, que acaban de vencer a las actual campeona del mundo (Estados Unidos) y empatado con la segunda selección del ranking (Suecia). Pedirles que se sumen al plante es un ejercicio tan desesperad­o como irresponsa­ble, pues parece que la selección sea lo último en lo que piensan. Su talento deportivo es indudable pero la técnica de la coacción es del todo inaceptabl­e y llega, además, a las puertas de un Mundial y en un momento de formidable progresión del fútbol femenino, cuando la sociedad está más predispues­ta que nunca a apoyarlas y sentirse identifica­da con sus éxitos en el terreno de juego.

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