ABC (Andalucía)

Huyeron de la guerra soñando con volver. Su país Pero tras el regreso, en Kiev o Járkov se han reabierto los combates. La retirada rusa ha sido un espejismo. Miles de refugiados prefieren esperar

No es Siria ni Irak. L. CARO

- Por LAURA

«En este momento exacto me siento exhausta. Las últimas dos semanas han sido muy duras. Rusia está lanzando bombardeos intensivos sobre Ucrania sin parar. Mis nervios están al límite. Pero sé que es parte de su estrategia: aterroriza­rnos para que nos rindamos. Luego, sigamos luchando para ganar». Masha Volodina, 27 años y directora de Relaciones Públicas en una agencia, regresó a Kiev tras haber estado refugiada tres meses contando desde marzo en Dinamarca. Para junio las tropas enemigas hacía tiempo que se habían retirado de su ciudad, «la capital estaba más o menos en calma, la gente empezaba a adaptarse a convivir con la guerra… y lo que yo tenía absolutame­nte claro es que quería volver. Tenía opción de quedarme sentada y esperar un año, tres, hasta que todo terminara o irme a casa y adaptarme a una nueva vida».

Aquella ilusión de paz demostró ser un espejismo en el momento en que Moscú reanudó el castigo duro a Kiev el 10 de octubre en revancha por el ataque al puente de Crimea, arrebatada a la fuerza por el Kremlin en 2014. Había habido otros ataques intermedio­s en el verano, pero aquello fue un estruendo bélico.

«Cuando escuché las primeras bombas, mi miedo no fue el mismo que el 24 de febrero, fecha en que empezó la invasión. No más pánico. Claramente yo ya sabía que hacer: la maleta de emergencia estaba lista, cogí agua y me fui al refugio...», narra a este diario. «El ruido de los impactos era brutal, se oía perfectame­nte ahí bajo tierra. Cuando vi imágenes del misil lanzado al centro de Kiev que mató a varios civiles, rompí a llorar. Durante toda la guerra experiment­as emocionas terribles y crees que no es posible odiar más a los rusos. Pero te das cuenta de que sí, de que no hay límite, y con cada nueva explosión, con cada muerto, les odias más y más», confiesa.

El acoso perturba gravemente la cotidianei­dad. Los cortes de luz en Kiev son constantes, duran horas, el frío arrecia. «La gente está comprando hornillos de gas, baterías, generadore­s. He oído que para mantenerte en calor en casa, están poniendo tiendas de campaña y se meten dentro. Todo el mundo es consciente de que va a ser muy difícil, pero estamos preparados. Hemos sufrido tanto que creo que ya nada puede asustarnos, nunca más». Te arrepiente­s de haber regresado, Masha, le puede tocar a cualquiera, Dinamarca es un sitio seguro –«los daneses intentaron ayudarme todo el tiempo, son felices, disfrutan de la vida, sin preocupaci­ones... hace nada, teníamos eso mismo en Ucrania», cuenta– aquí estás expuesta a los misiles, ahora los drones asesinos… vas a marcharte otra vez Masha. «No». Fin de la respuesta.

Que nadie se engañe. Ucrania no

o menos ajenas a los combates o que habían sido desocupada­s por el enemigo tras un daño severo. Parece que había prisa.

Conviene recordar que una inmensa parte de quienes salieron de Ucrania –y por tanto, de quienes están volviendo– fueron mujeres y niños, y lo hicieron dejando atrás a sus maridos e hijos mayores por el imperativo del gobierno que ordenó permanecer a todo varón en edad de combatir, de 18 a 65 años, para que defendiera­n el país.

A finales de septiembre, la misma institució­n de Naciones Unidas cifraba en 6.036.000 los retornos de ucranianos a sus hogares, un número relativo si se tiene en cuenta que la OIM ha subrayado su incapacida­d para concretar si fueron movimiento­s definitivo­s o solo temporales, por tanto con posibilida­d de que una misma persona haya podido ir y volver a su domicilio varias veces. La proporción más significat­iva de este cómputo, un tercio, se registró en las regiones septentrio­nales de Chernigov y Sumy fronteriza­s con Rusia y con la de región Kiev, destino del 25% de esos regresos. Por detrás, con un 16% del total, figura la zona este, que incluye las provincias de conflicto extremo del Donbás, pero también las de Járkov y Dnipro, comparativ­amente más estabiliza­das.

De esos seis millones, un 80% habían vuelto a su casa tras haber estado desplazado­s en otros puntos del país y el resto después de un periodo de refugio un mínimo de dos semanas en el extranjero. Esto es,

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Masha se refugió en Dinamarca tres meses, pero volvió a Járkov en verano para retomar su vida. Allí ha visto este mes los misiles y la muerte, pero va a resistir. Su intención es no irse más
// ABC RESISTIR EN JÁRKOV Y NO IRSE NUNCA MÁS Masha se refugió en Dinamarca tres meses, pero volvió a Járkov en verano para retomar su vida. Allí ha visto este mes los misiles y la muerte, pero va a resistir. Su intención es no irse más
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