ABC (Andalucía)

Los injertos de piel de su hermano gemelo no salvan a la cuarta víctima del incendio de Zamora

Muere Ángel Martín, el vecino de Tábara que se quemó para salvar a su pueblo del fuego

- ALBERTO FERRERAS / ANA PEDRERO ZAMORA Por un impulso

«Cuando venga Ángel que vea todo tal como lo dejó». Ese era el deseo de Ana, la mujer de Ángel Martín, el conocido como ‘héroe de Tábara’ tras haber salido con vida después de haber sido engullido por las llamas mientras intentaba abrir un cortafuego­s para salvar su pueblo el pasado mes de julio. Un deseo que ya no podrá ser. La vida de Ángel se apagó en la madrugada del lunes al martes después de tres meses de lucha en la unidad de quemados del Hospital Río Hortega de Valladolid. Escapó con más del 80 por ciento de su cuerpo quemado, pero no volverá al almacén de material de construcci­ón que su mujer reabrió para que Ángel viese que el negocio estaba funcionand­o.

¿Por qué me metería?

El milagro parecía posible. Había superado numerosas cirugías y varios injertos de piel donada por su hermano gemelo, siguiendo un proceso que solo se había realizado antes en Francia a un paciente que finalmente sobrevivió con el 90 por ciento de su cuerpo quemado. «Los médicos han sido increíbles y también su hermano cediendo la piel. Ya tenían bastantes injertos, estaba casi toda la zona cubierta. Había esperanza, aunque era muy difícil. Los quemados tienen mucho riesgo de infeccione­s o neumonías, es de lo que fallecen». Después de «luchar como un campeón» su evolución se complicaba esta última semana y su estado empeoraba por una bacteria.

«La familia ha vivido un continuo sufrimient­o, ese ir y venir a Valladolid, ese esperar... parecía que iba bien, estable, que mejoraba, y luego tenía alguna recaída y era muy angustioso». Así relata esa montaña rusa Héctor, quien pierde más que a un amigo, a un «hermano mayor, como él me llamaba». También de los vecinos de este bilbaíno de nacimiento, quien hace algo más de una década regresó al pueblo de su padre y emprendió una nueva vida que se ha apagado a los 53 años.

En el hospital han hecho «todo lo posible y más» por tratar de salvarle la vida con un «trato de diez», valora Héctor. Estaba sedado y constantem­ente vigilado. A su mujer le permitían pequeñas visitas de cinco minutos y recibía el informe médico diario. Ángel sólo pensaba en ella cuando logró dejar atrás las llamas en las que había quedado atrapado. «Anabel, Anabel, qué disgusto le voy a dar a mi mujer, ¿por qué me metería?», repetía cuando era evacuado en busca de asistencia sanitaria.

Ángel deja viuda y una hija de 13 años huérfana. En ellas piensa Héctor, a la vez que recuerda con la voz entrecorta­da esos días en que «íbamos juntos al campo, de pesca, a ver las luces de Puebla de Sanabria con las niñas... nos veíamos por lo menos dos veces al día. Ángel era un amigo, muy buena gente; donde hiciese falta ahí estaba. Vivir, sobrevivir, era la recompensa que le podía haber tocado».

La imagen del héroe se acrecienta y cobra fuerza en boca de los vecinos de este municipio zamorano con el 90 por ciento de su término reducido a cenizas. Y con la de Ángel, cuatro esquelas de cuatro víctimas de las llamas del mismo incendio iniciado en

Losacio: el manguerist­a de la autobomba Daniel Gullón, Victoriano Antón, ganadero de ovino y un vecino de Sesnández de Tábara, fallecido por las quemaduras cuando huía en coche junto a su padre nonagenari­o. «Siguió los impulsos que le dictaba su corazón cuando con su excavadora se dirigió al lugar en el que el fuego era más virulento, tratando de evitar que afectara a la parte industrial de Tábara», recuerda su vecino y hospitaler­o del albergue de peregrinos, José Almeida. En su gesto incidió cuando ocurrió el alcalde de Tábara, Antonio Juárez.

Se sumó para «ayudar a los demás», afanado con su retroexcav­adora para hacer una zanja que sirviera de cortafuego­s. Pero el fuego, con un cambio de viento, corrió más que la máquina y lo engulló.

Logró salir de entre las llamas en una imagen inmortaliz­ada en vídeo, pero ayer su vida se apagó. «En su intento de evitar una tragedia mayor, él se convirtió en una de esas tragedias que nos ha dejado el fuego», lamenta uno de sus vecinos.

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Sobre estas líneas, Ángel Martín saliendo de las llamas. Arriba, el tractor con el que hacía cortafuego­s
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