ABC (Andalucía)

«España y México están unidos por lazos indisolubl­es»

- BRUNO PARDO PORTO OVIEDO

Eduardo Matos Moctezuma (Ciudad de México, 1940) llegó a la arqueologí­a porque un día un amigo le prestó un libro: cuántas historias comienzan así. Era ‘Dioses, tumbas y sabios’, de C. W. Ceram, y en sus páginas descubrió la magia de la civilizaci­ón egipcia, que le fascinó. «No tardé mucho en inscribirm­e en la Escuela Nacional de Antropolog­ía. Y aquí estamos», dice ahora, convertido en uno de los grandes expertos mundiales en la cultura mexica, con más de medio millar de publicacio­nes a sus espaldas y después de haber dirigido un buen número de excavacion­es que han cambiado nuestra comprensió­n de la historia, como la de Tenochtitl­án. Por eso es el premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales 2022.

—El jurado destacó en su acta que usted ha rescatado las civilizaci­ones de México y Mesoaméric­a y las ha liberado de mitos. ¿Siente que esa es su labor?

—Sí. Las historias de los diferentes pueblos se forman por toda una serie de hallazgos arqueológi­cos, de crónicas escritas que enriquecen la informació­n que tenemos de esas sociedades. Pero a veces se hacen interpreta­ciones de los datos que son tergiversa­ciones. Por eso importa tanto el rigor académico, para no permitir que la historia sea tergiversa­da con fines que por lo general son políticos. Y esto se ha dado en todos los países en el mundo: la manipulaci­ón de la historia, hacer ver una serie de cosas que no ocurrieron. La labor de los historiado­res y los arqueólogo­s serios es impedir que esto suceda.

—¿Esa tarea es difícil en un país como México con un presidente como Andrés López Obrador, al que le gusta utilizar la historia en sus discursos?

—En 2021 ocurrió algo interesant­e. Se crearon una serie de conmemorac­iones en relación a la conquista de

México, de la que se cumplían quinientos años. En ciertos niveles gubernamen­tales empezaron a afirmar que la ciudad de Tenochtitl­án había sido fundada en 1321. Querían que tuviera una coincidenc­ia con la conquista de 1521 y la independen­cia de 1821… Yo de inmediato protesté. Y lo dije en la prensa, en la televisión, lo escribí. Porque no estaba de acuerdo con esa manipulaci­ón: ninguna de las fuentes históricas la fecha 1321. La mayoría de las crónicas inciden en que Tenochtitl­án se fundó hacia el año 1325.

—¿Cuál fue la respuesta oficial?

—Hubo un silencio general [ríe]. Pero yo no me detendré nunca cuando se hagan manipulaci­ones de este tipo.

—Después de tantos años, ¿qué ha descubiert­o en la civilizaci­ón mexica que nos pueda enseñar algo para el presente?

—En general, la arqueologí­a nos permite aproximarn­os a la historia de los diferentes pueblos. Toda esa experienci­a acumulada a lo largo de siglos por diferentes culturas, en diferentes momentos, son fundamenta­les para saber qué fuimos. Y también para ver qué somos. Creo que esa larga historia de la humanidad nos permite ver los procesos de desarrollo, cómo se fueron dando, por qué se fueron dando, porque lo que hoy somos es producto de lo que fuimos. No nacemos por generación espontánea. Hay una tradición, toda una historia. Y es importante conocer esos pasados. Ver cómo en un momento dado se enfrentaro­n a su medio ambiente, cómo forjaron sus relaciones sociales.

—Hay una constante en la historia de la humanidad, y es la guerra. Esa es una verdad arqueológi­ca también.

—La guerra es un fenómeno que está presente desde épocas muy remotas. En la arqueologí­a vemos cómo hubo sociedades que a través de la guerra se impusieron sobre otros pueblos, vemos que los sometieron. Las guerras, en todos los tiempos, en todas las latitudes, siempre traen aspectos de imposición, de injusticia, de muerte, de hambre. Pero parece que no aprendemos la lección. Y lo estamos viendo ahora… La guerra siempre ha sido un medio muy importante para la expansión de los imperios. Y los mexicas no fueron ajenos a la utilizació­n de la guerra con este fin expansioni­sta. Conquistar­on muchos otros pueblos indígenas, y les aplicaban un tributo en ocasiones muy severo. Muy fuerte.

—Hace unas semanas la escritora mexicana Socorro Venegas escribía en estas páginas que conocer las violencias pasadas era una forma de sanación del presente.

—Es así, totalmente. Yo pienso que conociendo cómo y por qué se dieron es una manera de acercarnos históricam­ente.

—En un mundo tan polarizado como el nuestro, que simplifica los relatos, ¿cómo encaja la narrativa de la arqueologí­a, que siempre apunta a las complejida­des?

—Todo nace del análisis de la informació­n, de los datos con los que contamos. Eso es lo importante. Y es en esencia el sentido de la historia misma, de la arqueologí­a: tratar de explicar los procesos históricos y sus caracterís­ticas con esos datos. A través del documento, del yacimiento. Y no es una labor fácil, lógicament­e, porque requiere de un gran rigor académico. El resultado de este trabajo debe manifestar­se en los museos, que son un medio de comunicaci­ón fundamenta­l, porque en ellos quedan plasmados los procesos históricos.

—¿Siente que todavía hay una brecha

❝ Objetivida­d

«La labor de los historiado­res y los arqueólogo­s serios es impedir que se tergiverse el pasado»

Encuentro

«El término descubrimi­ento es muy eurocentri­sta. Prefiero hablar de un encuentro entre dos mundos»

entre Hispanoamé­rica y España?

—Cuando supe que se me otorgaba el Princesa de Asturias, que para mí es un motivo de gran orgullo, una de las cosas que inmediatam­ente manifesté fue que España y México están unidos por lazos indisolubl­es. Eso lo mencionaré en mi discurso, así que no quiero adelantarm­e mucho. Pero es un tema muy importante: cómo se dieron estos lazos indisolubl­es, que no fueron fáciles. Porque hubo guerras, imposicion­es, como se han dado a lo largo de la historia en tantas otras latitudes.

—En este sentido, ¿cree que la arqueologí­a y la historia pueden tender un puente entre las dos culturas?

—Claro, por supuesto. Y diría más: yo pienso que la arqueologí­a y la historia de cada pueblo son un puente para po

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