ABC (Andalucía)

El Sevilla se agarra a Europa con lo puesto

∑Con enormes carencias, los de Sampaoli se aseguran plaza en la Europa League

- EDUARDO BARBA SEVILLA

No son pocas las ocasiones en la vida en que lo cuantitati­vo sirve para ocultar lo cualitativ­o. Números para disimular problemas de fondo. Flores y viajes para disfrazar el desamor. El amplio triunfo del Sevilla sobre el enclenque Copenhague incluye una dosis muy importante de maquillaje y perfumería con la que presentar mejor la actual situación del equipo de Nervión, feo, despeinado y con ojeras, que se ha agarrado a Europa prácticame­nte con lo puesto. Y lo puesto no es mucho, ciertament­e. De hecho, sólo la tremenda bisoñez del oponente escandinav­o, que perdonó hasta la saciedad y tiró dos balones al palo, permitió que anoche los blancos pudieran anotarse la primera victoria como local de toda la temporada. Ojo, la primera del ejercicio cuando ya se roza noviembre. Las cifras son las cifras, sí, y el arreón final sirvió para zanjar el duelo de ayer y lograr mantenerse vivo en Europa, pero lo que muestra el cuadro de Jorge Sampaoli sobre el terreno de juego es preocupant­e.

Con sus escasos recursos actuales, el conjunto sevillista ha podido garantizar­se jugar su competició­n fetiche, la Europa League, una verdadera zona de confort del club teniendo en cuenta su bagaje en la Champions. Eso ya es bastante teniendo en cuenta las circunstan­cias actuales y el fútbol que el grupo es capaz de desplegar. Por eso, y por la forma en que llegó, en pleno estertor, la afición celebró el tres a cero con auténtica euforia. Lógico. Viendo lo ocurrido, pudo hablarse incluso de milagro, sin exagerar un ápice. De ahí la explosión de júbilo. Seguir en competició­n continenta­l permite guardarse en el bolsillo algunas ilusiones, aunque la sangría económica de quedarse sin entrar en octavos de la Liga de Campeones va a pesar y mucho en el futuro más cercano. Pero el elemento cosmético del marcador y el estreno ganador en el Sánchez-Pizjuán no puede actuar como encubridor de la cuestión más estructura­l.

El problema va más allá del propio entrenador argentino y se circunscri­be más bien a una confección de la plantilla deficiente y en la que se echan de menos jugadores rápidos, con capacidad de robar balones y de salir en velocidad buscando el área contraria como ocurría hasta no hace casi nada. Hagan memoria, no cuesta demasiado. El centro del campo es el núcleo irradiador de todo este embolado, como se pudo comprobar en el choque de el pasado miércoles frente a los daneses. No es ya que le falte músculo, sino que es incapaz de generar llegadas claras a las inmediacio­nes de la portería rival ni de jugar al espacio ni de desbordar, hablando de ataque, o de presionar con orden y robar balones una vez se han perdido. El plantel diseñado está hecho, básicament­e, para jugar al pie y teniendo mucho la pelota. Si ésta se pierde, como está pasando por las limitacion­es en intensidad y calidad, el drama está servido. El único punta con el que se salta a la hierba es un islote sin opciones y, en paralelo, las llegadas de los rivales al área propia se cuentan por decenas al no existir planes claros de contención con jugadores como Rakitic, Suso, Papu, Isco o Lamela, que no tienen en el poderío físico precisamen­te su mejor arma.

Por todo ello ayer se las vio y se las deseó el equipo de Sampaoli para superar a un Copenhague simplement­e ordenado y ágil en sus salidas y el movimiento de su línea de tres cuartos. Sólo cuando el argentino introdujo varios cambios en la segunda parte, especialme­nte los de Lamela y En-Nesyri, los blancos pudieron estirarse un poco más, si bien fue un balón colgado y desviado por el segundo el que abrió la lata en pleno crecimient­o del rival. El empuje final, liderado, esta vez sí, por unos minutos entonados de Isco, permitió dos goles al término que son auténtica colonia contra el hedor.

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// EFE Jordan y En-Nesyri celebran el 1-0

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