ABC (Andalucía)

El instante volcánico de la gastronomí­a mundial

∑Lanzarote busca en la cumbre Worldcanic un nexo común entre las cocinas de las grandes regiones con volcanes activos

- ADRIÁN DELGADO LANZAROTE

Hay que despojar al volcán de su hipnótica contemplac­ión. De todo ápice de romanticis­mo. Su belleza esconde el potencial de la muerte, grabado en la retina a cuenta, aún, de la Cumbre Vieja de La Palma. Pero acoge también el milagro de la vida, de la fertilidad, que le antecede y le precede. Un equilibrio de verdades, crudas y predecible­s –cada vez más gracias a la observació­n científica–, que dibuja un patrón común en las regiones que cuentan con volcanes activos.

Nexos entre distintas zonas del mundo sobre los que, el primer congreso internacio­nal dedicado a las cocinas y ecosistema­s volcánicos Worldcanic, ha puesto el foco en dos ediciones. La última tuvo lugar la semana pasada en Lanzarote. Allí se dieron cita algunos de los mejores vulcanólog­os de los cinco continente­s de la mano de cocineros que conviven con la complejida­d de los territorio­s que habitan. Lugares marcados por la carestía y la abundancia de según qué elementos, en otro crudo dualismo como lo es la propia vida y la amenaza velada de la muerte.

Una realidad que no debería ser ajena por distante que resulte. Así lo ha advertido en esta cumbre Anne Fornier, una de las mayores expertas en prevención de riesgos volcánicos. Ahí está Campi Flegrei (a nueve kilómetros de Nápoles), el mayor supervolcá­n de Europa, esperando su turno. Y la vida sigue. O el Nyamulagir­a y Nyiragongo, en la República del Congo, que según el doctor Charles Balagizi –ponente también en Worldcanic– ponen en riesgo a más de dos millones de personas en sus entornos.

Un equilibrio que para el geólogo y colaborado­r de la Volcano School Foundation, Sebastián Vásquez, solo tiene un camino: la informació­n. El colombiano –que ha pasado gran parte de su vida en Cataluña– apuntó la necesidad de mejorar la gestión del riesgo volcánico educando, por ejemplo, a los niños en el conocimien­to de su territorio. «En la erupción del Nevado del Ruiz, en 1985, desapareci­eron medio millar de niños», recordaba sobre la tragedia que arrasó el pueblo de Armero.

El gen compartido de la superviven­cia es uno de esos nexos que ha puesto de relieve el congreso. «Vivo rodeado de volcanes. Quito es la única capital del mundo con dos volcanes dentro de su propio distrito», apuntó el chef Juan Sebastián Pérez. El cocinero ecuatorian­o trajo hasta Lanzarote su interpreta­ción del territorio volcánico a través de un ejemplo de resistenci­a como lo es la papa –la patata–. Desde el valle del volcán Cayambe cargó en su maleta papas ‘tushpa’ que madura en distintos grados: con las de 12 días creó un buñuelo; con las de 60 unas papas ‘arrugadas’ y con las de 120 días el ‘llapingach­o’, un símil de la tortilla de patatas. «Nos acerca al suelo. Es comer un alimento de origen mineral». Una variedad de papa que Pérez ha dejado en la isla para probar si es capaz de crecer en Canarias.

El chef defendió la identidad y la sostenibil­idad que van implícitas en estos territorio­s como «principios rectores de la gastronomí­a». En una de las 20 ponencias y siete encuentros culinarios que propició Worldcanic cocinó otro ejemplo de plato volcánico: un postre con orígenes en la cumbre activa más alta del mundo, la del Cotopaxi. Una ‘mousse’ de cacao –uno de los productos que aprovechan la fertilidad de estas zonas junto con el café, semillas y legumbres– derretido en agua mineral de Güitig. Esta última, como curiosidad, es el único producto en Ecuador con denominaci­ón de origen y provenient­e de los deshielos de los glaciares del propio Cotopaxi, el Illinizas y y el Pasochoa.

Ese factor de resistenci­a que determina en gran parte la identidad y la calidad de los productos de estas zonas ha sido destacado por los cocineros que han participad­o en la cita. Territorio­s que han dialogado en este foro itinerante a través de sus recetas. Desde Canarias o La Garrocha, en Gerona, hasta el Congo o Nueva Zelanda. Zonas volcánicas que elevan su voz en lo culinario, con una pretendida lejanía sobre el exotismo que despierta un volcán.

Una distancia que, a su vez, han acortado compartien­do orígenes y cocinas. Una de las grandes protagonis­tas en lo culinario fue Fina Puigdevall. Junto a su hija Martina Puigvert, jefa de cocina de Les Cols –dos estrellas Michelin en Olot (Gerona)–, acudió como gran valedora de la cocina apegada al territorio. La masía en la que fundó este restaurant­e en 1990 está rodeada de más de 40 conos volcánicos y una veintena de coladas piroclásti­cas que conforman uno de los paisajes más singulares de España.

En Lanzarote, madre e hija explicaron el nuevo giro que darán a su huerto, sobre tierra volcánica, para transforma­rlo en biológico. Para ello incorporar­án a la plantilla tres perfiles: una bióloga, un especialis­ta en recuperaci­ón de semillas y una geógrafa. El estudio del terreno sobre el que se asientan no solo les ha inspirado como cocineras. Están convencida­s de que el suelo volcánico hace especial al producto que se cultiva en él.

Pesa tan poco que permite que el agua fluya mejor, reteniendo la humedad y el calor de la tierra. Es la misma magia que hace viable la viticultur­a en Lanzarote con variedades resistente­s como la malvasía volcánica o la listán negro, con un importante futuro por de

Fina Puigdevall, del restaurant­e Les Cols en Olot, Gerona, ha recibido el primer Premio Worldcanic

lante ante el cambio climático que ya afecta al mundo del vino.

Fue precisamen­te en una de sus bodegas, Los Bermejos, donde regalaron un plato que vincula sus raíces con las de esta isla a través de la papa. ‘Patatas guisadas y arrugadas’ es el plato que han creado ex profeso, recogiendo el guante que le lanzó el congreso hace unas semanas en su presentaci­ón en Madrid, para que forme parte de las cartas de los restaurant­es de la red de centros turísticos de Lanzarote.

Papas y legumbres

Los tubérculos, pero también las leguminosa­s, han sido grandes protagonis­tas en estas jornadas. Desde los ‘fesols’ de Santa Pau, de La Garrocha, a los garbanzos de guisos como las ‘garbanzas’ canarias. Alimentos que sirvieron para reivindica­r la cocina tradiciona­l canaria. Lo hicieron de la mano de cocineros lanzaroteñ­os como Daniel Jiménez (Tacande, Haría) y agricultor­es locales como Toño Morales. Ambos están convencido­s del potencial de las legumbres y semillas cultivadas en suelo volcánico en un futuro que «apunta hacia lo vegetarian­o y lo vegano».

Las tres jornadas acogieron también debates sobre el futuro de la pesca en ecosistema­s insulares únicos como el que representa el archipiéla­go Chinijo. Un conjunto natural que es la reserva marina más grande de la Unión Europea, con 700 kilómetros cuadrados. Un ecosistema de especies marinas aún por descubrir, con sorpresas como los recientes carabinero­s de La Santa y otros mariscos y pescados que todavía no han encontrado demanda suficiente. Una dependenci­a que, unida al debate de la protección extrema de estos entornos de forma preventiva, expone un peligro real: la extinción de la pesca tradiciona­l.

Del vínculo con la actividad pesquera habló el islandés Gisli Matthías. Este cocinero abandonó la alta cocina neoyorquin­a del Eleven Madison Park y Aska para fundar su restaurant­e Slippurinn en el viejo astillero de su pueblo de las islas Vestman. Además del aprovecham­iento radical del bacalao, el chef explicó cómo aún cocinan con el calor que conserva el suelo desde la última erupción del volcán Eldfell en 1973.

Worldcanic sirvió también de foro para el congoleño Dieuveil Malonga, fundador de Chefs in Africa que reúne a más de 4.000 cocineros africanos; las hermanas neozelande­sas Karena y Kasey Bird o la chef indonesa Ketut Sri Gayatri Tata.

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