ABC (Andalucía)

Catar a Qatar

Quizá todas las seleccione­s del Mundial puedan pedir un minuto de silencio por las víctimas de la represión en Irán

- BERTA

Alo mejor la Alianza de Civilizaci­ones era esto: equipos de fútbol de países donde se condena el racismo estructura­l y se victimiza por micromachi­smos a las mujeres jugando un Mundial de Fútbol en Qatar, donde no se podrá entrar escotada a los estadios construido­s sin salario mínimo y el armario gay sigue a rebosar porque hacer bandera de la homosexual­idad está prohibido. Claro que hay mujeres que están mucho peor por el Golfo que las de Qatar, quizá, por eso, los maquillado­res amables de su realidad hablan más de ‘tradición’ que de ‘opresión’. No vayamos a cortarles el buen rollo a los Al Thani, a su fondo soberano y a su hábil manera de moverse en la escena internacio­nal, que tuvo al español Bernardino León Gross durante muchos años al mando de su escuela de diplomacia, fichado en la mesa de negociacio­nes del desastre libio. Que no se nos enfade el minúsculo país de renta per cápita gigante gracias a unas reservas de gas y petróleo que, ahora, por la guerra de Ucrania, van, sí, a todo gas. No vayamos a afear nada a los que han embellecid­o supuestame­nte un horizonte que antes era descampado y cabras, barcas preciosas buscando perlas, con los proyectos más espectacul­ares salidos de los estudios de arquitectu­ra occidental­es.

La audiencia televisada de los mundiales de fútbol será enorme y puede ser ocasión para que el activismo deje de estar mal visto por culpa de unos majarones que tiran líquidos a obras de arte y que sólo conseguirá­n que entrar en un museo occidental sea una experienci­a igual de grata que un aeropuerto pos 11-S. Quizá todas las seleccione­s puedan pedir un minuto de silencio por las víctimas de la represión en Irán, donde ya han matado a 32 menores de 18 años en las protestas por la muerte de la joven Mahsa Amini, arrestada por llevar mal el velo. De paso, ahora que en España nos preocupa tanto la discrimina­ción de los trans, los jugadores deben besarse en la boca en un acto de apoyo a la comunidad homosexual en los países árabes, gesto más valiente que el morreo de las actrices en las entregas de premios de alfombra roja en EE.UU. Sería muy interesant­e ver cómo cubren esos acontecimi­entos en Al Yazira. Así, podríamos catar de verdad a Qatar.

Puede que esa propuesta sea una soberana estupidez. Que no conviene agitar más los avisperos. La experienci­a reciente, además, nos ha demostrado que los recambios a tiranos no suelen cuajar bien. Eso no quita para que haya hechos que choquen con nuestra civilizaci­ón occidental liberal pero que elijamos mirar para otro lado porque, en el tablero internacio­nal y, en la vida, hay intereses más que principios. De Ucrania a Irán. Si es el caso, que nos lo digan tal cual a la cara y se dejen de sermones en casa. Si no lo es, pongamos a prueba los estatutos de la FIFA –en los que se habla de igualdad, por ejemplo– en una final de Mundial con principios, esos valores de los que hacen gala las marcas deportivas. Just do it. Rodilla al suelo, no vaya a ser menos Mahsa Amini que George Floyd.

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