La Guardia Civil abate a un hombre que mató a un agricultor y a un policía
∑Se atrincheró en una casa de campo de Ciudad Real y provocó además varios heridos de bala ∑Con un posible brote psicótico, usó un rifle de caza y disparó también contra su padre octogenario, con el que vivía
Diez de la mañana, minuto arriba o abajo. En una casa de campo, en la carretera que une Argamasilla de Calatrava y Villamayor de Calatrava, en el primero de los dos términos municipales de Ciudad Real, se desencadena una discusión entre un padre y un hijo por motivos que se desconocen al cierre de esta edición. Un conocido de los dos intenta mediar y entonces, se desata la furia... El vástago coge un fusil y dispara contra el amigo de la familia, que solo unos segundos antes trabajaba sus tierras con un tractor. Le alcanza en el abdomen. Muere poco después. Luego se atrinchera en la casa de campo en la que vivía con su progenitor, de 81 años, y fuera de sí recibe a tiros a todo aquel que intenta acercarse a las inmediaciones del lugar.
Minutos después la Guardia Civil y también agentes de la Policía Nacional y Local toman posiciones, pero el criminal los recibe a tiros causando otro muerto, miembro de los municipales, y varios heridos. El individuo que ha desatado la tragedia no cede. Los agentes del Instituto Armado no tienen otra salida que abatirlo. Es mediodía, y la tragedia es para entonces irreversible.
El resultado de estas horas de violencia, tensión y miedo es estremecedor: hay tres personas que han perdido la vida. José Luis, el agricultor de 61 años que intentó mediar en la discusión; Alejandro Congosto, de 41, el policía local de Argamasilla de Calatrava, y Alfonso, el hombre que ha desatado una orgía de violencia por causas que nadie, a estas horas, es capaz de adivinar. Aún más difícil de admitir es que probablemente no haya razón alguna, que simplemente se haya producido un estallido en su mente que nadie fue capaz de sospechar, o al menos prevenir. Un brote psicótico. La razón más plausible por ahora.
El primero en llegar al lugar de los hechos es Antonio López, teniente de alcalde de Villamayor, que por casualidad se dirige a Puertollano. Apenas un par de kilómetros después de sobrepasar el casco urbano de Argamasilla ve en la cuneta a un hombre de edad avanzada, ensangrentado y que pide ayuda de una manera desesperada. A su lado, tendido en el suelo, inerme, hay otra persona. Es José Luis, el agricultor. El padre del autor de los hechos, que apenas tiene unas laceraciones en la cabeza, ha avisado ya al 112 para pedir que alguien ponga fin de una vez a esa locura.
A 200 metros
López detiene su vehículo. Pregunta qué ha pasado, pero el anciano le advierte de que se ponga a cubierto, que su hijo está disparando a todo el que se acerca. Lo hace desde su casa de campo, que está a unos 200 metros de la carretera. El teniente de alcalde intenta ayudar, pero recibe dos impactos en su coche. La tensión es máxima, porque se debate entre ayudar, como intenta, y jugarse la vida, y esta vez no es una frase hecha. No se recupera del susto hasta horas después.
A los cinco minutos comienzan a llegar las Fuerzas de Seguridad: primero la Policía Local, luego la Guardia Civil y más tarde también patrullas de la Policía Nacional de Puertollano
peor suerte. Uno de los agentes municipales, Alejandro Congosto, de 41 años, muere de un tiro en la cabeza; su compañero, Javier, resulta herido de un disparo en la cadera. Nadie sabe en ese momento qué pude ser lo siguiente.
Mira telescópica
Los agentes que poco a poco llegan al lugar de los hechos se parapetan detrás de los vehículos. Alfonso tiene en sus manos un rifle Remington de caza mayor del calibre 30-06 (springfield, con cartucho de camisa metálica), capaz de atravesar chalecos antibalas y la chapa de los vehículos. Tiene mira telescópica y él demuestra que es experto en el manejo de armas largas. Llega a hacer blanco a 500 metros de distancia.
Uno de los vehículos enviado a la zona por la Policía Nacional es también alcanzado, aunque al menos sirve también de parapeto para poder atender a alguno de los heridos en la refriega. Son los propios agentes los que les asisten en un primer momento, porque es muy peligroso que los sanitarios se acerquen donde han sido alcanzados.
Había que tomar una decisión y debía ser rápida. Estaba muy claro que el atrincherado no estaba dispuesto a deponer su actitud y tenía en su poder armamento letal. No había otra solución que neutralizarlo. Un vehículo blindado se envió al lugar para ser utilizado como el parapeto necesario para hacer la operación con el menor riesgo posible. Cuando comenzó, el tiroteo fue intenso. Un guardia civil resultó herido en un pie.
Después de segundos de refriega, el tiroteo cesa. La Guardia Civil vuela un dron para evaluar con exactitud la situación. Las imágenes son nítidas. Alfonso, el autor de las dos muertes, había sido abatido. Ha acabado la pesadilla, aunque los daños han sido muy importantes.
Un lazo negro
La conmoción en Argamasilla y Villamayor de Calatrava, dos poblaciones relativamente pequeñas, es total. Nadie podía imaginar que las dos localidades iban a saltar a las primeras páginas de los medios de comunicación, y menos por algo como esto. Todos se preguntan por las razones de lo sucedido y nadie tiene las claves. Por supuesto, un brote psicótico es la primera explicación que viene a la mente de los vecinos de ambas localidades, y hay quien empieza a hablar de determinadas actitudes extrañas del autor de los disparos. Pero no hay nada claro aún. En los foros de policías locales de Castilla-La Mancha comienzan a distribuirse crespones negros en recuerdo de su compañero. Alejandro Congosto, con una hija de corta edad, era «un pedazo de pan».
El agente muerto, de 41 años, deja una hija de corta edad; sus compañeros le definen como «un pedazo de pan»