Los científicos piden que Europa autorice cultivos mejorados por edición genética
Tomates contra la hipertensión o manzanas que no se ennegrecen ya se plantan en otros países
Desde que la humanidad aprendió cómo cultivar la tierra hace unos 10.000 años, las técnicas en la agricultura han evolucionado mucho: la introducción del arado, los cruces entre plantas como hizo Mendel con sus famosos guisantes o la inclusión de nuevos abonos o pesticidas son solo algunos ejemplos de cómo el hombre ha intentado controlar, incrementar y mejorar la producción agrícola. Ahora, en plena era del genoma, tenemos acceso directo al ADN que escribe la vida y hemos inventado técnicas que pueden ‘reescribirla’ de una manera rápida y sencilla. Sin embargo, las posibles implicaciones éticas derivadas de estas prácticas han supuesto diferentes cortapisas legales.
Esto ha ocurrido con CRISPR-Cas, una innovadora tecnología conocida como ‘el corta-pega genético’, y que está suponiendo toda una revolución en la ciencia. Esta técnica ha permitido, por ejemplo, crear en el laboratorio desde mosquitos portadores de la malaria sin los ‘impulsos genéticos’ que les obligan a picar a las personas a ovejas con mejor carne y mejor lana, pasando por pescado sin espinas. Sin embargo, la agricultura va a la cabeza de aplicaciones prácticas: ya existe setas que permanecen más tiempo sin ennegrecerse, manzanas que no se pudren al caer al suelo o tomates que ayudan a controlar la hipertensión.
Todos gracias a la tecnología CRISPR pero ninguno cultivado en suelo Europeo, ya que la actual norma de Técnicas de Mejora Vegetal en la Unión Europea la equipara con los transgénicos y hace casi imposible su cultivo. Es por ello que desde la Confederación de Sociedades Científicas de España (Cosce), una organización que agrupa a 84 sociedades científicas españolas y más de 40.000 investigadores, se ha elaborado un informa en el que pide a Europa «de forma urgente» revisar la ley vigente.
«Norma obsoleta»
Los científicos esgrimen que esta legislación «está obsoleta» y que no lo dicen solo ellos, sino que lo ha reconocido recientemente el Tribunal de Justicia europeo. Explican que la técnica está basada en un sistema de protección que naturalmente poseen las bacterias y arqueas por el que incorporan a una suerte de ‘biblioteca interna’ pequeños fragmentos del genoma de los virus que las atacan. Cuando un virus ya almacenado vuelve a aparecer, ‘cortan’ el ADN vírico y evitar así la reinfección.
El descubridor de este mecanismo fue Francisco Mojica, investigador de la Universidad de Alicante y, precisamente, uno de los firmantes de la citada petición de Cosce. Emmanuelle Charpentier y Jennifer Doudna encontraron una forma de aplicarlo a otros seres vivos –hallazgo por el que ganaron el Nobel– y, a partir de ese momento, se convirtió en toda una revolución: se pueden ‘cortar’ las partes que no interesan y el propio material genético llena el ‘hueco’ de forma natural. Como por ejemplo, trigo apto para celíacos, un proyecto liderado por Francisco Barro Losada, del Instituto de Agricultura Sostenible del CSIC. Sin embargo, el equipo español ha tenido que realizar sus pruebas en plantaciones en Suramérica, donde si están permitidos este tipo de cultivos.
«Es preocupante que, puesto que muchas de las variedades editadas no se diferencian de las variantes naturales, Europa no podrá controlar su importación, lo que coloca al sector productor en clara desventaja», indican desde Cosce. La agrupación señala que la revisión de la actual norma es «imprescindible», dado que en su estado actual «impide los avances esenciales para mantener la competitividad del entorno agrícola y ganadero de la UE y del español en particular».