ABC (Andalucía)

«Voy hacer el acceso para mayores de la universida­d y estudiar Periodismo»

Hace 21 años se hizo famoso tras concursar en la primera edición de Gran Hermano. Prefirió alejarse de los platós y trabajar de camarero

- JOANA MORILLAS

El 23 de abril del año 2000 la vida cambió para Jorge Berrocal. De ser un chico anónimo que vivía en Zaragoza, su rostro se convirtió en famoso para el gran público. Él, junto a trece concursant­es más, formó parte de la primera edición de Gran Hermano. El ‘reality’ alcanzó audiencias millonaria­s. Era la primera vez que se veía en España un formato de estas caracterís­ticas.

Lo cierto es que ninguno de los concursant­es tenía idea de la magnitud que alcanzaría el programa cuando se apuntaron al casting. Jorge Berrocal, de 48 años, explica a ABC los motivos que le llevaron a enrolarse: «Creí que podría ayudarme a cumplir mi sueño de entrar en el mundo de las artes escénicas. Entonces quería ser actor o guionista. Imaginé que allí encontrarí­a a alguien que me indicara qué pasos tenías que dar porque lo gordo se cocía en Madrid».

Infancia muy dura

El mundo de la farándula no era ajeno para Jorge: «Mis padres era bailarines y eran muy buenos en lo suyo, bailaban clásico español. A mí me sostuvo en brazos gente como Paco Rabal o Concha Velasco. Mi madre decidió dejarlo para dedicarse a la familia. La vida para las mujeres era muy difícil. Mi padre enfermó, era alcohólico. En casa se vivía mal porque mi padre maltrataba a mi madre. Fue un infierno».

Echando la vista atrás, Jorge Berrocal recuerda así su experienci­a en Gran Hermano y destaca que «lo mejor fue las personas con las que conviví, las experienci­as… Fueron muchas cosas las que vivimos en aquella edición que concursant­es posteriore­s no han podido disfrutar». Hay una frase que ha marcado la vida de Jorge –«¡Quién me pone la pierna encima!»– y el hoy redactor digital cuenta que «todos tenemos una mala tarde, el problema es que la mía la vieron más de veinte millones de personas. Entonces, cuando una frase se repite tanto, se desvirtúa». Es importante añadir que pasan los años y aún hay quien repite la famosa cantinela cuando se encuentra con el ex Gran Hermano en la calle.

Berrocal ha conocido la cara y la cruz de la fama: «El precio a pagar por entrar en Gran Hermano fue muy alto. La gente se hizo una idea equivocada de mí.

Me prejuzgaro­n y me pusieron una etiqueta». En un principio, Jorge y María José Galera pasearon su amor en los medios. Sin embargo, llegó la ruptura y un cruce de acusacione­s que afectaron a Jorge al punto de apartarse de la televisión. «Sinceramen­te, no valgo para hablar de los demás y lo que me ofrecían no cuadraba con lo que yo quería hacer. La televisión viró hacia el concepto de telebasura y, posteriorm­ente, se agregó lo de juguete roto. En mi caso, nunca me he considerad­o un juguete roto pero quisieron mostrar esa imagen de mí», asegura.

Cuando la fama menguó y el teléfono dejó de sonar, Jorge volvió a la vida real. Empezó a buscar trabajo y tuvo malas experienci­as: «Iba a llevar un currículum a una empresa y al salir oía cómo se reían de mí. Y esto me ha pasado en bastantes ocasiones. Es curioso, cuando salí de GH, escuchaba: ‘Mira el jeta este que nunca ha trabajado’ y cuando trabajaba, la frase era: ‘Mira el fracasado este’. Te critican hagas lo que hagas por el simple hecho de haber salido en televisión».

«Todos tenemos una mala tarde, el problema es que la mía la vieron veinte millones de personas»

Nueva vida

En cuanto al trabajo, a Jorge no se le caen los anillos. «He trabajado en hostelería. Me gustaba pero las condicione­s no eran las mejores. Muchas horas y poco sueldo. Entonces, lo que he hecho ha sido formarme. Acabé los estudios de auxiliar administra­tivo, me saqué el carnet para conducir camiones, soy ‘community manager’ y ahora trabajo como redactor digital en Lacasadeel.net (una web especializ­ada en el mundo del cómic)», indica.

Jorge responde sin pestañear cuando le preguntas qué le ha hecho más daño, la experienci­a Gran Hermano o María José Galera. «Las mentiras, por supuesto, porque hacen mucho daño y tardan años en ser borradas. En el caso de la persona que me comentas, dijo barbaridad­es de mí y luego, años después, quiso entrar en un concurso conmigo. Ahí se ve que lo que contó no se correspond­ía con la realidad», recuerda.

Jorge se siente un hombre afortunado. Vive en Málaga y está casado con Marina Soares. Sueñan con ser padres. Ya están en ello. Esta estabilida­d sentimenta­l es la que ha permitido que salga a flote su gran pasión, la escritura. Trabaja como redactor digital en Lacasadeel.net y aprovecha para revelarnos algo que solo conoce su mujer: «El año que viene voy a hacer el acceso a la universida­d para mayores de 25 años. Si apruebo, voy a estudiar periodismo».

Soñador pero con los pies en el suelo, quiere ver un mundo donde la piel no pase factura: «Mi mujer es negra y cada día veo cómo le cuestan más las cosas por su color de piel. Es increíble pero seguimos así». No obstante, Marina es pura resilienci­a y no deja de intentarlo. Es fotógrafa y la crisis ha hecho que se reconviert­a en chef. No le gusta la exposición mediática y prefiere mantenerse en un segundo plano.

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