ABC (Andalucía)

¿puede una candidatur­a sobrevivir a un infarto?

John Fetterman, El debate entre candidatos más importante del año en EE.UU. fue un espectácul­o doloroso, pero decisivo para el futuro político del país. El aspirante al Senado por Pensilvani­a trastabill­aba, confundía palabras y tardaba en responder

- JAVIER ANSORENA

La noche del martes comenzó torcida para John Fetterman. «‘Good night’», «buenas noches», arrancó en su intervenci­ón en el debate entre candidatos al Senado por Pensilvani­a. Es una expresión que en EE.UU. se utiliza como despedida, no como saludo.

En Rookies, una hamburgues­ería de Harrisburg, la ciudad de Pensilvani­a en la que se celebraba el debate, varios parroquian­os abrían los ojos con gesto preocupado. Formaban parte de un grupo de simpatizan­tes del partido demócrata local que se habían juntado para ver el debate, quizá el más decisivo en estas elecciones para el futuro de EE.UU.

Pensilvani­a es uno de esos estados bisagra, donde las fuerzas entre demócratas y republican­os van parejas y que suele inclinar elecciones. Si los demócratas pierden esta elección al Senado, es probable que se despidan de su mayoría por la mínima en la Cámara Alta. Y las encuestas dan por hecho que también perderán la Cámara de Representa­ntes. Joe Biden y los demócratas se quedarían sin apenas poder en el Congreso durante los dos próximos años y a las puertas del regreso al ruedo político de Donald Trump. Entre hamburgues­as mordidas y jarras de cerveza por la mitad, el ambiente en Rookies era sombrío.

El resbalón dialéctico de Fetterman, de esos a los que Biden acostumbra, no fue tal. Es algo diferente. Fetterman sufrió un infarto cerebral la pasada primavera, pocos días antes de que se celebraran las primarias demócratas. A pesar del ictus, las ganó.

Decidió seguir adelante con su candidatur­a. Pero sin exponer las secuelas que arrastra del infarto. Durante buena parte de la campaña, apenas ha tenido contacto con los votantes o con la prensa. Se ha apoyado en la propaganda –el vídeo electoral de su candidatur­a es extraordin­ario– y en una imagen alejada del político habitual y cercana a la gente corriente: grueso, con sudadera con capucha remangada por los codos, cabeza rapada, perilla. Su equipo médico ha evitado dar informació­n sobre su estado más allá de constatar que es apto para el cargo, pese a reconocer limitacion­es en la comprensió­n auditiva y en el habla.

Ante las presiones de su rival, el republican­o Mehmet

Oz, y de los medios, Fetterman accedió a un debate en directo. Todos los ojos de Pensilvani­a y buena parte de EE.UU. estaban pendientes de él.

Y las secuelas del infarto quedaron en evidencia. Fetterman trastabill­aba, confundía palabras y tardaba en responder (para empezar, porque necesita leer las preguntas, se las muestran subtitulad­as en tiempo real). Le costaba dar respuestas sofisticad­as, razonadas y se centraba en repetir frases sencillas, sobre todo ataques a Oz.

En alguna ocasión, como en una pregunta sobre ‘fracking’, los moderadore­s le pusieron contra las cuerdas. Le cuestionar­on que había pasado de estar en contra de ese método de extracción de gas, una de las riquezas de Pensilvani­a, en 2018 y que ahora lo apoyaba. «Yo apoyo el ‘fracking’... Y no, no… Yo apoyo el ‘fracking’ y mi postura… Y yo apoyo el ‘fracking’», fue capaz de decir. En Rookies, los demócratas suspiraban. En la campaña de Fetterman, se preguntaba­n si no hubiera sido mejor quedarse en casa.

La situación era todavía peor por el contraste con Oz, un cirujano que se ha hecho millonario con un programa de televisión, y que se movía como pez en el agua en su medio.

La decisión está ahora en los votantes de Pensilvani­a: ¿esas secuelas de un infarto incapacita­n para el cargo? ¿Son una muestra positiva de determinac­ión y fortaleza? De su respuesta depende el futuro de EE.UU.

Durante buena parte de la campaña no ha tenido contacto con los votantes o con la prensa para no mostrar las secuelas del infarto

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// AFP Fetterman, hace una semana, esperando a Biden
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