ABC (Andalucía)

El «PSOE de mañana»

Ese «otro PSOE» que espera Feijóo es un unicornio político, una entelequia voluntaris­ta ajena a la realidad del partido

- IGNACIO CAMACHO

SOSTIENE Feijóo, para subrayar el carácter presuntame­nte definitivo de su portazo, que los pactos de Estado llegarán «con otro PSOE». Se sobrentien­de que cuando el actual presidente caiga y se produzca la alternanci­a en el Gobierno. El jefe de la oposición compra así un marco mental muy extendido sobre todo en la derecha y en los círculos de influencia de la Villa y Corte: el de un giro moderado del Partido Socialista en el postsanchi­smo. Pero todos los que confían en ese retorno a la moderación pragmática –incluidos los escasos disidentes o críticos internos del caudillism­o vigente– confunden su deseo con la terca realidad de los hechos. Ya no hay otro PSOE. Y será difícil que lo haya incluso tras una hipotética derrota de Sánchez. En primer lugar ni siquiera existe una obligación estatutari­a de abandonar la Secretaría General en caso de perder las elecciones. En segundo término, su hegemonía en la organizaci­ón, cuya jerarquía intermedia ha arrasado por el método plebiscita­rio, es lo bastante sólida para permitirle tutelar su propio relevo. Y por último, el perfil ideológico mayoritari­o entre los afiliados garantiza la victoria en primarias del candidato más populista, más ‘woke’ o más radicaliza­do. El retrato robot del futuro líder –o lideresa– se parece más a Melenchon que a Scholz. En referencia­s cercanas está más próximo a una María Jesús Montero o una Adriana Lastra que a una Calviño –que ni siquiera es militante–, un Page o un Vara.

Ese otro PSOE es una entelequia voluntaris­ta, un unicornio político, una añoranza del felipismo que carece de arraigo real en el partido. Sánchez estuvo ayer listo al reivindica­r con impostada generosida­d la herencia de González, que él ha destruido; se había percatado de que su inicial intento narcisista de manipular la efeméride era contraprod­ucente por ridículo. En vez de eso decidió enterrarlo con honores, consciente de que la memoria del ‘felipato’ es aún el referente biográfico de buena parte de su electorado. Pero luego se dirigió al «PSOE de mañana», forjado a su imagen, estilo y semejanza. Esa generación prima hermana de Podemos, que cree que Guerra o Ibarra se han vuelto de derechas al hacerse viejos y que se siente, en el mejor de los casos, legataria de Zapatero, no volverá al centro o tardará mucho en hacerlo. Y una vez fuera del poder será mucho más proclive a agitar la calle que a firmar pactos con los adversario­s. El testamento sanchista, cuando sea que llegue, será el del «no es no», el del frentismo de izquierdas, el de la normalizac­ión institucio­nal y moral de Bildu. Con el digno pero breve paréntesis de Rubalcaba, esencial en la sucesión de la Corona, el socialismo del siglo XXI ha renunciado al consenso. Su programa de fondo es la revisión de la Transición, esa reliquia de sus abuelos. Y tendrán que pasar muchas cosas y mucho tiempo para que acepte la cultura del acuerdo.

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