Cultivar el jardín
En medio de la selva, cuidar el jardín de Voltaire como quien cuida de ‘la’ civilización
LA nueva rabieta adolescente contra el apocalipsis climático, lo de lanzar las sopas a las obras de arte, se resuelve en la poesía de Rimbaud o cultivando el jardín de Voltaire. Pero al mismo tiempo esperábamos el grito de la bestia de un momento a otro, la rebelión de los jóvenes, que se da una vez al menos en cada generación. Esta semana entrevistaba yo al bailarín Jesús Carmona y me habló de su ‘Baile de bestias’, un espectáculo de encuentro con los miedos que nace después de la pandemia. Dice Carmona que tras un periodo de miedo y crisis los artistas han expresado algunas bestias interiores y ahora estamos ante un periodo de esplendor artístico que ya se está manifestando.
No sería raro que en medio de todo este terror y la sucesión de crisis, vivamos expresiones de genialidad unidas a estallidos de irracionalidad. Esos miedos inoculados se canalizan de diversas formas, algunas son creativas y otras más violentas y destructivas. El día ha llegado, la juventud más futurizada se pone en pie para reconquistar su futuro y ante el estallido de irracionalidad (manchar un cuadro) solo queda esforzarse en comprenderlos o fusilarlos. Es un alarido generacional que ignora que su activismo se ha convertido en un artículo de consumo y todas sus estrategias son estudiadas en las escuelas de negocios e imitadas por las empresas. Y por otro lado, que los meteorólogos del fin del mundo saben ya cuándo y dónde va a llover, porque el clima es otro artículo de consumo.
Sea como sea, gracias a los manchagirasoles habrá quien comience a considerar no tanto dedicarse a ‘salvar’ el planeta sino la cultura, a cuidar la civilización. No hablo solo de las obras de arte. La idea de que la cultura es un conjunto de obras, libros y monumentos es una idea infantil, o al menos materialista, y así lo consideraba Jean Dubuffet. Nuestra cultura es mucho más que eso. Implica una forma de ser y pensar, una forma de ver, sentir y estar en el mundo. Las artes liberales representan al hombre libre frente al dogmatismo y la barbarie.
El otoño cálido se anuncia como se anuncia un acto terrorista, pero hay quien sabe disfrutar del buen tiempo y de la poca libertad que nos queda. Cuidar la cultura empieza por negarse a vivir en estado de opresión, es oponerse a ese bombardeo constante de mensajes catastrofistas, retirarse al campo a pintar girasoles y ejercer nuestro derecho a que nos dejen en paz. Tenemos derecho a ser optimistas y civilizados, a continuar con nuestras vidas y proyectos, a tener una familia o cultivar un jardín. Esos son los cimientos básicos de nuestra civilización. ¿Y qué es en verdad ser civilizado, sino distinguir y volver a distinguir? Se está haciendo una política de violencia y caos, pero hay quien cree que la destrucción de la cultura vendrá por tirar sopa al cristal de un cuadro. La destrucción, en todo caso, vendrá por el terrorismo, que nos hace ir en masa a comprar papel higiénico y pastillas de yodo. En medio de la selva, cuidar el jardín de Voltaire como quien cuida de ‘la’ civilización.