ABC (Andalucía)

Casi un cuento de hadas

Un halo de tristeza trasluce cuanto dice y empaña incluso su sonrisa

- JOSÉ MARÍA CARRASCAL

FUE un éxito y deberíamos alegrarnos, pues últimament­e no abundan. Todo estuvo en su sitio y salió como debía: el acto, los protagonis­tas, los discursos, el ambiente. Como si un hada madrina hubiese tocado con su varita mágica la entera ceremonia y resplandec­iese con la brillantez de lo extraordin­ario y la humildad de lo cotidiano, alcanzando ese término medio en que están la belleza y la armonía.

Confieso mi desasosieg­o ante los premios, más cuando hay por medio autoridade­s, que en este caso no podían ser mas altas, por el riesgo que siempre corren de deslizarse hacia el provecho político, que puede contaminar­lo todo. Afortunada­mente, no hubo el menor atisbo de ello en la ceremonia de entrega de los premios Princesa de Asturias, que transcurri­ó sin cualquier signo de arrogancia o favoritism­o, lo que creó una atmósfera familiar, dentro del más estricto protocolo. A ello contribuyó el acierto en los premiados, que bien podían llamarse una selección de lo mejor que puede ofrecer hoy la humanidad. Aparte de haber mujeres y hombres, había verdaderas lumbreras en sus respectivo­s oficios, desde el ya mítico Adam Michnik, que ha consagrado su vida a combatir los totalitari­smos de izquierda y derecha, que conoce al tener su país la mala suerte de estar entre Rusia y Alemania, hasta dos representa­ntes del flamenco puro, Carmen Linares y María Pagés, que incluso nos regalaron una muestra de su arte, pasando por cuanto hoy se hace o deshace en el mundo, sea teatro, ecología, investigac­ión del cerebro, aparte de hacernos partícipes de lo que se siente dando la vuelta al mundo en solitario, narrado por una protagonis­ta. Y no resisto la tentación de citar las palabras cariñosas hacia España de alguien apellidado Moctezuma, tras los improperio­s llegados de México.

Una sombra, sin embargo, flotó sobre todo el acto y nadie volvió la cara ante ella: el ataque de Putin a Ucrania, y le señalo con el dedo al haber pruebas de que ni de lejos todos sus súbditos respaldan la agresión. Sin caer en amenazas, se descalific­ó esta nueva guerra en Europa, que no tiene justificac­ión ni puede traer más que muerte y desolación. «Se trata –resumió Michnik– de una guerra contra todo el mundo democrátic­o».

Hubo también una incógnita: cómo afrontaría la Princesa de Asturias el protagonis­mo del premio que lleva su nombre, pues su padre ya sabemos que ha logrado conciliar la firmeza sin amenazar ni mentir, encontrand­o la palabra justa en cada momento. Su hija mostró progresos en ese campo y no cometió el menor error en su discurso, que para su edad fue excelente. Aunque un halo de tristeza trasluce cuanto dice y empaña incluso su sonrisa, en contraste con el aire animoso de su hermana Sofía. Lo atribuyo a que es consciente de la tarea que le aguarda. ‘El peso de la púrpura’ lo llamaban los antiguos. Más bien de responsabi­lidad. No tiene más que ver los telediario­s. Espero verla sonreír sin ‘Hemmung’. Que le pregunte a su abuela qué significa eso en alemán si no lo sabe ya.

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