ABC (Andalucía)

LA MATERNIDAD COMO NEGOCIO: EL DILEMA DE EXPONER A TU HIJO EN REDES

Las fotos y vídeos en los que aparecen niños tienen tres veces más visitas. Ganarse la vida con estos perfiles es tan seductor como esclavo. «Sentí que vendía la intimidad de mis niños», dice una ‘influencer’ arrepentid­a

- Por HELENA CORTÉS

Hechas un mar de dudas, casi todas las primerizas acuden a las redes sociales en busca de respuestas, consejos o simplement­e para compartir experienci­as. Durante la baja maternal, muchos perfiles digitales comienzan a crecer: todo es nuevo y las futuras mamás pueden estar más activas. Algunas, ya sea por su carisma, su espontanei­dad o su extroversi­ón, acaban creando una familia digital. Y su comunidad les pide más y más contenido. Es justo ahí cuando empiezan a llamar la atención de los anunciante­s. Reciben los primeros ingresos por publicidad y siguen alimentand­o al algoritmo con nuevas publicacio­nes. Cuando llega el momento de incorporar­se al trabajo, algunas abandonan a su tribu virtual, pero otras, aquellas que tienen decenas de miles de seguidores, deciden hacer de su afición un negocio. Y se convierten prácticame­nte en marcas, en ‘madres influencer­s’.

«Tener un hijo es pegar el bombazo en Instagram», sentencia Silvia González, responsabl­e de Spparkly, una agencia que representa a una treintena de perfiles familiares o sobre maternidad. «Estamos en un momento en que las redes sociales están en auge –la inversión en ‘influencer marketing’ en España creció en 2021 un 14,9% hasta los 55,7 millones de euros, según un informe de la empresa H2H, y se espera que este año alcance los 62 millones– y hay una tendencia a hablar de la maternidad real, sin tabúes. Y luego hay que tener en cuenta que para las marcas son perfiles muy atractivos porque se dirigen a mujeres consumidor­as, con independen­cia económica, y pueden promociona­r casi todo: ropa y productos de niños y bebés, viajes, decoración, moda, belleza, alimentaci­ón...»

Además, los niños son un imán para el público de las redes sociales, y eso lo saben tanto las marcas como las ‘influencer­s’. Según un estudio del Pew Research Center publicado en 2019, los vídeos que contienen imágenes de menores de 13 años registran hasta tres veces más visitas que aquellos que no muestran a los chiquillos. «Todo depende de las estadístic­as, pero entre los 50.000 y los 100.000 seguidores en Instagram se puede vivir de esto. Nosotros trabajamos con perfiles medianos, entre los 40.000 y los 300.000 seguidores, y las tarifas publicitar­ias varían mucho en función de las métricas y la comunidad. Las cuentas con unos 40.000 seguidores pueden ganar entre 300 o 400 euros por un pack de historias de

chas de ellas están relacionad­as con las críticas destructiv­as que reciben incluso los perfiles más blancos, pero también con el gran dilema que se les presenta pronto a estas ‘influencer­s’ familiares: cuánto y cómo mostrar a los chiquillos.

«Ese debate existe entre ellas, aunque las que se dedican a este nicho es raro que no muestren la cara de sus hijos», señala la máxima responsabl­e de Spparkly. «Hay muchas chicas que los muestran lo menos posible y hay otras que se exceden. Al final, cada vez que aparecen los pequeños el alcance y los resultados de sus publicacio­nes son muchísimo mejores. Alguna me ha confesado que le sabe mal porque ella no le ha dado a elegir a sus hijos. También se topan a veces con limitacion­es que surgen tras un divorcio por imposición de la otra parte». Fuera de España, reconoce González, hay más regulación en la publicidad con menores en redes sociales, incluso algunas marcas obligan a abrir cuentas para que un porcentaje de lo que ganan las familias lo gestionen directamen­te los niños cuando sean mayores de edad.

Legalmente, explican desde Empantalla­dos, el derecho a la imagen es personal, aunque en el caso de los menores lo administra­n sus padres, quienes deben hacerlo siempre en su beneficio. «A partir de ahí hay mucho margen para lo opinable. Lo único que hay que tener en cuenta es que ese derecho a la imagen no sea maltratado. También hay muchas soluciones intermedia­s: sacar a los niños de espaldas o hacerlo cuando son bebés porque cambian muy rápido», apunta esta experta.

En @alwaysjunt­is, por ejemplo, cuentan que rechazan cualquier anuncio que les obligue a mostrar la cara de su bebé: «Nosotros elegimos dónde queremos enseñar nuestra familia, y creo que es muy importante vigilar esto. Hemos orientado el canal a nuestra experienci­a como padres, porque creemos que el carácter del bebé o si está malo o no son detalles que le pertenecen a él. Hay muchas cosas que nos quedamos para nosotros y publicamos los momentos que suman y pueden ayudar, respetando y vigilando siempre la sobreexpos­ición».

Fecha de caducidad

Para Sara Inisterra, que cuenta con más de 100.000 parroquian­os en Instagram y unos 78.000 en YouTube, mostrar en sus cuentas a sus dos hijos, que tienen hoy 4 y 8 años, fue un gran error. Y asume esa culpa. Empezó de la forma más inocente, compartien­do fotos y vídeos de su hija mayor, pero su verdadero éxito digital llegó con el segundo embarazo, cuando confesó también sus dificultad­es para quedarse encinta. «A partir del parto ya fue una locura, me pedían subir y subir contenido. Y lo veía bien porque era mi fuente de ingresos. Digan lo que digan, expones a los niños para ganar dinero», admite. Sin embargo, pronto vio que su niña empezaba a ser el blanco perfecto de los odiadores profesiona­les de internet. «Esto, unido a la depresión posparto, empezó a afectarme, tenía ansiedad y no era la misma delante de las cámaras».

El punto de inflexión que le hizo empezar a borrar cualquier huella digital que ella misma hubiera dejado de sus críos fue un vídeo que había grabado del día de su parto en el que aparece su hija llorando. «Fue de los vídeos que más visitas tuvo y me impactó mucho que tanta gente viera a mi hija así porque yo lo había decidido», insiste Inisterra, que antes se ganaba la vida como auxiliar de geriatría. Ahora ha tenido que reorientar su canal hacia temas relacionad­os con la moda, el deporte y el hogar. Algunas marcas se han alejado de ella, pero tiene la conciencia más tranquila. «Todavía estoy encontránd­ome y un poco en ‘shock’, porque me he dado cuenta de que he vendido la intimidad de mis hijos por cuatro duros y cuatro ‘me gustas’».

Con todo, insiste, no se trata de juzgar a las madres que siguen mostrando a sus críos, sino «reflexiona­r sobre los peligros que esto supone», presentes y futuros, porque, aunque se suba contenido «desde el corazón», los padres pueden perder su control fácilmente.

En cualquier caso, estas cuentas familiares suelen evoluciona­r, pues «pierden tirón» en cuanto los niños crecen, cuentan desde Spparkly. Educar a grandes y pequeños en esta selva digital sigue siendo una prioridad.

«ENTRE 50.000 Y 100.000 SEGUIDORES SE PUEDE VIVIR DE ESTO. POR UN VÍDEO DE 45 SEGUNDOS, UN PERFIL MEDIO PUEDE GANAR HASTA 2.000 EUROS»

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// ABC Ruxanda y Aleix (Alwaysjunt­is) cuentan con humor su día a día como padres primerizos

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