González afea a Sánchez la exclusión de Guerra en el 40 aniversario del 28-O
El expresidente se reivindica y envía un mensaje al actual PSOE: «Hay que saber de dónde venimos»
Pudo escucharse un suspiro de alivio. El homenaje al 40 aniversario de la victoria del PSOE en 1982 tocaba a su fin y no se había roto nada. Felipe González ya no es el que era y sus discursos no levantan a la militancia como antaño. Ni siquiera en Sevilla. Él mismo se reconoce «viejo» y algo confuso: «Se me va el tiempo, pero esto me pasaba siempre». Al término de la jornada, en el PSOE estaban satisfechos. Fue importante para ellos que en el discurso de González no se observasen diferencias ideológicas de fondo. Tampoco alabanzas, por otro lado. Porque Felipe venía a hablar de él. Y de algunos ausentes.
La ausencia de Alfonso Guerra en todos esta organización había viciado los días previos a este acto central. El expresidente del Gobierno abrió su discurso con un recuerdo a su histórico número dos, con el que la relación se vició en la segunda parte de sus mandatos y con el que el vínculo personal lleva mucho tiempo sin ser lo que fue. El PSOE incluso se había refugiado en la mala relación de los viejos compañeros para justificar la ausencia de Guerra en todo este proceso. Aunque el verdadero motivo es la ruptura emocional que esta dirección tiene con Alfonso Guerra, con el que, al contrario que con González, no ha llegado a recomponerse la relación aunque sea para mantener las formas en ocasiones señaladas.
Y González, que tampoco se había manifestado al respecto, lo dejó claro desde el minuto uno. La situación generada por esa ausencia no tenía nada que ver con él, vino a decir: «Trato de buscar, y lamento no conseguirlo, a este personaje singular que levantaba mi mano en la ventana del (Hotel) Palace, que era Alfonso Guerra. Y lo quiero tener en esta mano», dijo González con el brazo derecho en alto desde el escenario mientras el público propiciaba la primera gran ovación de la jornada. La siguiente, seguramente la más fuerte, llegaría un poco más avanzado el acto, con Sánchez recordando a Alfredo Pérez Rubalcaba. Para una militancia acostumbrada a la guerrilla interna, y con un trauma interno todavía muy presente, esos mensajes son un bálsamo. Porque quieren intuir en ello cierta reconciliación.
Felipe sobre Guerra «Trato de buscar a este personaje singular que levantaba mi mano en la ventana del Palace. Y lo quiero tener en esta mano»
Sánchez al expresidente «Frente a los desafíos de un presente incierto, hay que mirar atrás para buscar inspiración»
Continuidad y no ruptura
En su intervención posterior, Pedro Sánchez también recordó de pasada a la mano derecha de González en esos años. «Tú, Felipe, junto con Alfonso, lo que conseguisteis va a seguir sonando en el futuro». Pero González no fue el protagonista principal del evento o al menos no el único. Con José Luis Rodríguez Zapatero de viaje electoral en Brasil –se emitió un vídeo suyo al inicio– el acto se convirtió en un mano a mano entre González y el actual presidente del Gobierno. El enfoque que el PSOE le ha dado a esta efeméride ha sido el de presentar un hilo conductor entre 1982 y 2022. Una fusión entre González y Sánchez que pretende cerrar la idea de que el actual presidente supone una ruptura en la historia del PSOE: «Nos reconocemos en el valor de vuestro legado. Nos hacemos depositarios de ello». Por tanto, no se trataba de homenajear solo 1982 y a González. Sino el periodo que se abrió con esa victoria y el rol del PSOE. Había, por tanto, mucho de homenaje también a Sánchez. Un formato, el del autohomenaje, que se repetirá el próximo 12 de noviembre con un «gran acto» en Madrid.
El partido había elegido para señalar esta efeméride y todos los años que la han configurado el lema ‘1982-2022. 40 años de democracia. 40 años de progreso’. Llamaba la atención que se ciñese el periodo democrático a aquella
El líder del PSOE «La derecha se ha quedado sin argumentos»
victoria. González, sin que tampoco pareciera un reproche, dejó claro que no todo empezó con él y quiso recordar el trabajo y los resultados en las elecciones municipales de 1979. Que fueron las que sentaron las bases del PSOE como partido de masas en España. Porque había democracia antes de 1982, vino a recordar González.
El expresidente, que reconoció que aquella noche del 28 de octubre de 1982 estaba «abrumado», trajo a colación el momento en el que, apenas unos días antes de la votación, el ministro de Defensa del último Gobierno de la UCD, Alberto Oliart, «me avisó de que estaban intentando desmontar un golpe de estado». Un recuerdo que le permitió una de las reflexiones con más profundidad de un discurso algo deshilvanado: «Quien no sabe de dónde viene no sabe a dónde va. «Tenéis que comprender de donde venimos, y no por hacerle caso a un puñetero viejo que ya tiene 80 años, sino para tener sentido de la orientación y que sigamos construyendo futuro». Insistió una vez más en esa idea: «Para conmemorar, hay que saber de dónde venimos».
Sánchez recogía el testigo y durante buena parte de su intervención se dedicó a glosar algunas de las decisiones de los Gobiernos de Felipe González, acompañándolo varias veces con la coletilla «gracias, Felipe». En Sevilla y con una militancia en su mayoría de edad avanzada, la cohabitación de ambos, aunque asumiendo que González nunca avalará toda la política de Sánchez, fue muy bien acogida. El enfrentamiento entre ambos, si no olvidado, quedaba encapsulado y orillado. El presidente reivindicó que se impone «una Europa socialdemócrata» tras la pandemia –«una Europa solidaria y no egoísta»– con una respuesta económica que ha hecho que «la derecha se ha quedado sin argumentos». Y que, frente a «los desafíos de un presente incierto», hay que «mirar atrás para buscar inspiración, buscamos esa inspiración en tus Gobiernos», le dijo a González.
No asistió Guerra, a quien se llamó el martes después de que él mismo lamentase que no le hubieran invitado. Tampoco los presidentes ni líderes regionales, a excepción del andaluz, Juan Espadas, y el extremeño, Guillermo Fernández Vara, que es miembro de la dirección. Aunque no hubo movilización para que acudieran dirigentes del resto de España, algunos cargos medios se desplazaron por su cuenta a Sevilla. La federación andaluza hizo un esfuerzo movilizador y llegaron varios autobuses desde otros puntos de la región. El Palacio de Congresos se llenó con 4.000 personas para ver a Felipe González. En la reciente campaña autonómica el partido no fue capaz de hacer un acto de esta envergadura.