ABC (Andalucía)

La pasión frustrada de Beatrix Potter

La autora del entrañable Peter Rabbit, de cuya primera publicació­n se cumplen ahora 120 años, no pudo cumplir con su vocación inicial: contemplar la naturaleza desde la ciencia

- JAVIER DALE DUNKELD (ESCOCIA)

n la tienda de antigüedad­es de Dunkeld (Escocia), convenient­emente llamada ‘The Vintage Shop’, no es difícil encontrar libros originales y centenario­s de Beatrix Potter. Con los lomos descosidos y cierto olor a humedad, pero a un precio razonable: entre cuatro y seis libras, esto es, de cinco a siete euros. La tienda ‘vintage’ de Dunkeld se nutre de los restos de las grandes casonas del siglo XIX que poblaban las lindes del Tay a su paso por el pueblo, y se pueden encontrar tanto los libros de Potter, como cajas metálicas de mantequill­a o hasta vajillas completas.

No es azar que en Dunkeld se encuentre memoria ‘potteriana’: la ilustrador­a Beatrix Potter, de cuyo Peter Rabbit (Perico el conejo) se cumplen 120 años, pasó largos veranos en sus bosques. Para recordarla, en las cer

Ede la estación de tren de Dunkeld-Birnam se levanta el jardín de Beatrix Potter, donde estatuas de sus personajes (Peter Rabbit, pero también Benjamin Bunny o la ardilla Nurkin) juegan con el entorno de árboles centenario­s. O hasta milenarios: a pocos metros de los jardines Potter se yergue el roble de Birnam, que ya mencionó Shakespear­e en ‘Macbeth’.

Pasión por la ciencia

Ciertament­e, en ese entorno que fue el de la infancia de Beatrix Potter se encuentra toda la fauna que pobló su imaginació­n para alumbrar a sus personajes infantiles. Y también los adoptaba como mascotas –no solo los adorables conejos o ardillas, sino hasta murciélago­s–, para escándalo de sus padres. Pero también la flora y su entorno de hongos, líquenes y algas que constituyó su verdadera primera vocación: la ciencia. Y, más en concreto, la micología.

El talento como ilustrador­a de Beatrix Potter se desarrolló en primera instancia en los dibujos en gran detalle de esos hongos y líquenes que crecen en las cercanías del río Tay, que cruza la citada ciudad escocesa. Esa precisión no era meramente estética, sino que venía acompañada de una reflexión intelectua­l que, en paralelo a lecturas y a la fijación de las capas altas de la sociedad victoriana por la botánica, le llevaron a elaborar, en 1895, una teoría sobre su germinació­n. Tenía 29 años.

Potter defendía, en contra de la creencia del momento, que los honcanías gos se reproducía­n por esporas y no por simbiosis. Con el apoyo del químico Henry Enfield Roscoe, que además era vicedecano de la Universida­d de Londres y su tío, redactó un ‘paper’ científico donde exponía en detalle su teoría, que recibió George Masse, jefe por aquel entonces de los Jardines Reales de Botánica.

Massee, fascinado por el documento, quiso llevar el trabajo de Potter a la Sociedad Linneana de Londres, la mayor autoridad en Historia Natural.

En 1895, elaboró la teoría de que los hongos se reproducía­n por esporas

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Sus dibujos micológico­s son considerad­os objeto de estudio
// ARMITT MUSEUM PIONERAS ILUSTRACIO­NES Sus dibujos micológico­s son considerad­os objeto de estudio
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