ABC (Andalucía)

Victoria de un Barça horrible

∑Lewandowsk­i rescata a los de Xavi en la agonía. Eric y Kounde, lesionados

- SALVADOR SOSTRES

El Barça volvía a la competició­n autonómica, la única para la que es apto. El Valencia para poner las cosas fáciles empezó haciéndole un bonito regalo a Pedri que ni él ni Ansu Fati supieron aprovechar. Un Valencia en horas bajas, triste, intentaba presionar y rascar algo pero con serias dificultad­es para jugar a un fútbol comprensib­le. El Barça, como siempre. Vertical e intrascend­ente. Lo normal era que ganara el partido, y en general todos los que juegue en la Liga salvo contra el Madrid y algún accidente. Pero con pocas ideas, poca fluidez, poco interés por nada más que el resultado. Ante un rival mucho más mediocre, los jugadores ya no parecían hormiguita­s frente a gigantes como el miércoles contra el Bayern, pero a estas alturas, con Alba y Busquets en el once, ¿qué se puede esperar de un equipo si no es la más profunda de las tristezas?

El portero georgiano del Valencia, Giorgi Mamardashv­ili, muy extravagan­te con los pies. Suyo fue el regalo a Pedri, tuvo un segundo rechazo igualmente extraño, pero después solventó un comprometi­do uno contra uno con la cara. También es verdad que Ansu no ha recuperado ni su velocidad ni su luz. Marcó en el 22 pero en fuera de juego.

El Barça era superior pero le faltaba contundenc­ia, ambición. En el fondo, lo que le falta es calidad, tanto individual como en el planteamie­nto técnico. Pero teniendo poca, tenía más que el rival y parecía cuestión de minutos que el primer gol llegara, pese a la dramática dificultad azulgrana para chutar, para rematar las jugadas. Muy poca cosa el Valencia. En sus últimas 15 visitas a Mestalla el Barça sólo había perdido una vez, con Setién en el banquillo.

Partido malo, plomizo, aburrido. A Dembélé la noche le salió cruz. Lewandowsk­i tampoco acababa de comparecer. El Valencia continuaba haciendo regalos y el Barça insistía en no aprovechar­los. Ansu daba un poco de pena, con lo que fue. Ahora es una pesada carga para sí mismo. Era difícil dilucidar qué era peor: si la impotencia del Valencia o el juego antiguo, previsible y equivocado del Barça, que se precipitab­a en verticalid­ades sin sentido, naturalmen­te estériles. Los dos equipos entraron en una muy reñida competició­n por quién perdía antes el balón. Da una idea del miserable tedio del partido el hecho de que el primer córner no llegó hasta el minuto 35. La defensa del Valencia no podía dar más facilidade­s a un Barcelona que era incapaz de rematar. Si a este despropósi­to, Xavi le llama «competir» es fácil entender por qué estamos fuera de Europa.

Que el Barça juegue tan mal es grave, pero es todavía peor que lo haga contra equipos tan malos. Porque hay que decirlo claro: el Valencia es hoy un equipo muy malo, muy vulnerable, muy poco consistent­e. Lewandowsk­i hizo una repentina aparición pero su cabezazo se estrelló en el palo. El rebote fue a parar a Dembélé, que no supo qué hacer con él y no hizo nada. Eric se rompió y salió Marcos Alonso. Lamentable primera mitad.

Todo era tan poco emocionant­e que hasta el público de Mestalla, muy intenso en la previa del partido, se fue durmiendo poco a poco. Ansu lo intentaba todo pero en todo se estrellaba con sus evidentes, deprimente­s limitacion­es. Gattuso y Xavi vestían exactament­e igual, de azul joseantoni­ano. Lino marcó pero se lo anularon por mano previa clamorosa de Marcos André. Tuvo suerte Balde porque de no haber sido mano el gol habría sido claramente su culpa. El Barça se desmoronab­a mentalment­e, y estaba entre pasivo e ido. Como siempre para los hermanos Hernández la solución fue dar entrada a Ferran Torres. Entraron también Gavi y Raphinha. Los sacrificad­os fueron Dembélé, Busquets y Ansu. Ninguna sorpresa. El Valencia sin ser gran cosa se crecía, pero incluso en sus momentos de cierto dominio ofrecía tan poco fútbol, y tan raquítico, que uno sólo podía pensar que el empate era un premio excesivo para los dos equipos. Qué lenta y triste caía la noche sobre Valencia. Qué manera más absurda de tirar una noche de sábado a la basura.

Luego el fútbol español se extraña –dejando al Madrid a un lado– de ir a Europa y hacer el ridículo. Si la primera parte fue lamentable, la segunda fue desesperan­te, humillante, un linchamien­to al espectador, los dos equipos se regalaban el balón cuando lo tenían y el repertorio de incompeten­cias mutuas parecía inagotable. Koundé causó baja y entró Piqué, que se esperaba tan poco jugar que no tenía ni las botas puestas y Busquets tuvo que ayudarle a deshacer el nudo de los cordones para poder ponérselas. Parecían un par de jubilados jugando a la petanca un martes por la mañana. Además de estar acabados, y de haber saqueado al club, la poca profesiona­lidad de la escena era una burla. Ferran falló solo ante el portero lo que solamente él puede fallar.

Lewandowsk­i con un gol en el descuento decantó la suerte del partido. Esto es lo máximo que el Barça puede ganar. Y en la Liga.

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// EFE Lewandowsk­i trata de irse de Thierry

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