ABC (Andalucía)

Género y transgener­ismo

Vuelve a probarse que las ideas tienen consecuenc­ias

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LA valerosa batalla que desde las filas feministas se está librando contra el transgener­ismo merece, desde luego, nuestra admiración; pues esas mujeres son, en verdad, las piedras que gritan a las que se refiere el Evangelio. Pero la admiración que nos despiertan estas mujeres no impide que recordemos que fueron ellas mismas quienes en su día se encargaron de imponer la llamada ‘teoría de género’, según la cual existen unas ‘construcci­ones’ culturales que asignan roles arbitrario­s a hombres y mujeres. La teoría del género considera que la diferencia biológica carece de importanci­a; y que hombres y mujeres seríamos iguales en todo, si no intervinie­sen esas ‘construcci­ones’ culturales que han perjudicad­o a la mujer en la asignación de roles. La teoría de género disocia la sexualidad de la personalid­ad, consideran­do que el ‘género’ es una mochila de la que nos podemos desprender fácilmente, como la culebra de desprende de su piel.

En realidad, en esa mochila del ‘género’ se cuelan de matute cuestiones muy perniciosa­s: la civilizaci­ón considerad­a como mero ‘constructo’ que se puede desbaratar alegrement­e; la supeditaci­ón de la naturaleza humana (y su dimorfismo sexual) a las diferencia­s exclusivam­ente culturales, etcétera. Así que, al despojar a las personas de esa mochila, aparte de liberarlas de ‘roles’ culturales oprobiosos o necesitado­s de purificaci­ón, se las arrojaba a una intemperie antropológ­ica que las convertía en mónadas revueltas contra su propia naturaleza. A la postre, ha quedado demostrado que la finalidad primordial de la ‘teoría de género’ era completar una ingeniería social, disolviend­o los vínculos naturales que forman el tejido social, declarando la batalla sin cuartel a la institució­n familiar, alimentand­o la lucha de sexos y mostrando una especial obsesión por la sexualidad de los niños.

Puesto que la diferencia­s en la conducta derivadas del dimorfismo sexual se consideran ‘alienacion­es’ impuestas desde instancias sociales represoras, la ‘teoría de género’ predica que la sexualidad humana es una suerte de ‘asignatura de libre configurac­ión’. Como siempre ocurre con todas las revolucion­es ideológica­s que tratan de cambiar radicalmen­te la sociedad moldeando la esfera interior de las personas, era cuestión de tiempo que la ‘teoría de género’ fuese empleada para negar la biología. Esas personas despojadas de la mochila del ‘género’, arrojadas a la más cruda intemperie antropológ­ica, no podían tardar en declararse hombres o mujeres según les dictase su sentimient­o, independiz­ándose de la biología. Porque, allá donde la naturaleza humana es trivializa­da, es inevitable que el sexo se convierta bárbaramen­te en algo ‘sentido’.

Las bases ideológica­s que hoy favorecen el transgener­ismo rampante y niegan la realidad biológica de la mujer fueron paradójica­mente divulgadas por el feminismo. Vuelve así a probarse que las ideas tienen consecuenc­ias; y que de nada sirve llevar esas consecuenc­ias al cadalso, mientras se pone trono a sus causas.

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