¡Acelera Louise!
El Gobierno defiende posiciones maximalistas en aspectos técnicos con argumentos flojos y mucho instinto
Como dice Teresa Ribera, vicepresidenta tercera (’VP3’, según la terminología sanchista), que Putin haya puesto patas arriba la cosmovisión europea sobre la transición ecológica destruyendo el paradigma de Alemania –el país donde empezó el ecologismo–, no ha hecho más que confirmar que su propio plan está «plenamente vigente». Por tanto, nada hay que revisar. Me ha parecido ver a Louise apretando el acelerador del Ford Thunderbird mientras Thelma aplaudía.
La Unión Europea ha enviado esta semana un mensaje en la línea de Ribera. El Parlamento, el Consejo (los gobiernos) y la Comisión Europea han acordado prohibir a partir de 2035 la venta de vehículos con motores de combustión para cumplir con los objetivos de neutralidad climática para 2050. España ya tiene una norma que dice lo mismo.
El acuerdo es fruto de un debate que empezó en julio de 2021. Da la impresión de que nadie ha leído las noticias desde entonces –¡oye, Putin invadió Ucrania en febrero!–, aunque lo cierto es que hay mucha letra pequeña. Primero, los alemanes introdujeron una cláusula que permite la revisión de los objetivos en 2026 y un considerando no vinculante que pide a la Comisión que estudie la viabilidad de seguir vendiendo motores de explosión si funcionan «con combustibles neutros en CO2». La industria afectada ha criticado a Bruselas por acordar objetivos sin asegurarse de que se puedan cumplir.
A la UE comienza a sucederle lo mismo que al Ejecutivo de Pedro Sánchez, que gobiernan con puros titulares. Es más importante el sesgo del comunicado de prensa o del debate que abren sus acuerdos que la calidad y eficacia de las medidas adoptadas. Es lo que está pasando con la gestión de los fondos europeos. Desde el primer momento se sabía que España no tenía capacidad técnica ni humana para gestionar 144.000 millones. Los indicadores de eficiencia del Estado señalaban que la capacidad de gestión de la Administración se encontraba en el punto óptimo del nivel de ingresos que tenía. Añadirle de golpe entradas por cinco o diez puntos porcentuales del PIB era meter demasiados kilos en un traje muy pequeño. Basta darse una vuelta por los edificios oficiales en la plaza de Cuzco, llenos de personal contratado ‘ad hoc’ y que, al igual que sus jefes, sienten impotencia porque no saben qué hacer para entender la dimensión del carajal de unos fondos que nadie sabe cómo poner en circulación.
Esto es lo que hace temer que la vicepresidenta Calviño (’VP1’) esté sacando cuentas muy alegres con la idea de que el modelo económico ha evolucionado y que la economía es hoy más resiliente. También es llevar muy lejos la soberbia oficial pensar que todos los demás están equivocados. Sí, es probable que la reforma laboral haya creado nuevas inercias, que los ERTE y el ingreso mínimo hayan engordado las bases de datos de la Agencia Tributaria, pero esto está muy lejos de haber cambiado las bases de nuestro modelo productivo. jmuller@abc.es