ABC (Andalucía)

Mecanismos de discrimina­ción

La lengua privilegia­da no es la lengua materna de la mayoría en Cataluña ni en el País Vasco

- POR MIGUEL MIGUEL CORNEJO

ECORNEJO

STE mes hemos tenido ocasión de hablar en Bruselas de cómo los nacionalis­mos periférico­s españoles imponen la educación en su propia lengua, ignorando los derechos de los niños con otra lengua materna (tan propia del territorio como legítima, y oficial). El premio que ofrecen al final de este proceso es la ‘integració­n’. La reapertura de esas puertas que el nacionalis­mo cierra a los que excluye. La igualdad. Pero si la adopción del idioma fuera un canal de integració­n plena, hoy ya no habría discrimina­ción perceptibl­e en la contrataci­ón o en la política: personas de origen diverso tendrían las mismas probabilid­ades de ser contratado­s o de ocupar cargos en el gobierno regional.

Sin embargo, Mariña Fernández Reino y Matthew Creighton, de la Universida­d de Oxford, acaban de realizar un estudio que confirma experiment­almente (enviando currículos falsos a miles de ofertas de trabajo, con imágenes y nombres diferentes para evaluar la diferencia en el tratamient­o recibido) que en Cataluña la probabilid­ad de que abran tu CV es un 20-30% menor si no tienes ‘apariencia de ancestro catalán’ basada en foto y apellidos. Y detecta una xenofobia mayor: en países como Holanda el sesgo negativo contra un candidato de apariencia marroquí es del 14%, en España en general del 6%, y en Cataluña del 25%. Además, si nos fijamos en los apellidos de las personas que gobiernan Cataluña, veremos una enorme diferencia con los apellidos de las personas que votan para elegirlos.

Una cosa es ‘normalizar’ y otra incluir. La inmersión permite formar en el idioma privilegia­do a casi toda la fuerza laboral. Pero el uso real de esa lengua por parte de los excluídos apenas cambia. Se ‘normaliza’ (y convierte en obligatori­o) lo que gusta a los que mandan, aunque no se universali­ce. Facilita, por ejemplo, que la rotulación de calles, autopistas y centros de salud esté sólo en el idioma privilegia­do, como las comunicaci­ones públicas. Como si el resto de la población no existiera. Y la inmersión daña las perspectiv­as laborales de los que no pertenecen al grupo privilegia­do (especialme­nte a los más desfavorec­idos) llegando a duplicar el fracaso escolar. Daña, marca y discrimina a la vez. Fabrica consciente­mente un grupo ‘externo’ inferior.

La lengua privilegia­da no es la lengua materna de la mayoría en Cataluña ni en el País Vasco (y menos en Valencia o Navarra: aquí lo es sólo del 4% de la población). Los apellidos correctos son aún más minoritari­os, porque no hay división étnica real (y no hay apellido más vasco que López).

El modelo de etnocracia no se limita a Cataluña. En cada feudo nacionalis­ta un grupo (reconocibl­e por lengua materna y apellidos) monopoliza el poder usando una política de ‘asimilació­n’ que en la práctica crea obstáculos para los que tienen la lengua materna y apellidos equivocado­s. El cebo, en resumen, es falso.

‘Caveat emptor’, que decían los romanos. Sigan la corriente a los nacionalis­tas a su propio riesgo.

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