Mecanismos de discriminación
La lengua privilegiada no es la lengua materna de la mayoría en Cataluña ni en el País Vasco
ECORNEJO
STE mes hemos tenido ocasión de hablar en Bruselas de cómo los nacionalismos periféricos españoles imponen la educación en su propia lengua, ignorando los derechos de los niños con otra lengua materna (tan propia del territorio como legítima, y oficial). El premio que ofrecen al final de este proceso es la ‘integración’. La reapertura de esas puertas que el nacionalismo cierra a los que excluye. La igualdad. Pero si la adopción del idioma fuera un canal de integración plena, hoy ya no habría discriminación perceptible en la contratación o en la política: personas de origen diverso tendrían las mismas probabilidades de ser contratados o de ocupar cargos en el gobierno regional.
Sin embargo, Mariña Fernández Reino y Matthew Creighton, de la Universidad de Oxford, acaban de realizar un estudio que confirma experimentalmente (enviando currículos falsos a miles de ofertas de trabajo, con imágenes y nombres diferentes para evaluar la diferencia en el tratamiento recibido) que en Cataluña la probabilidad de que abran tu CV es un 20-30% menor si no tienes ‘apariencia de ancestro catalán’ basada en foto y apellidos. Y detecta una xenofobia mayor: en países como Holanda el sesgo negativo contra un candidato de apariencia marroquí es del 14%, en España en general del 6%, y en Cataluña del 25%. Además, si nos fijamos en los apellidos de las personas que gobiernan Cataluña, veremos una enorme diferencia con los apellidos de las personas que votan para elegirlos.
Una cosa es ‘normalizar’ y otra incluir. La inmersión permite formar en el idioma privilegiado a casi toda la fuerza laboral. Pero el uso real de esa lengua por parte de los excluídos apenas cambia. Se ‘normaliza’ (y convierte en obligatorio) lo que gusta a los que mandan, aunque no se universalice. Facilita, por ejemplo, que la rotulación de calles, autopistas y centros de salud esté sólo en el idioma privilegiado, como las comunicaciones públicas. Como si el resto de la población no existiera. Y la inmersión daña las perspectivas laborales de los que no pertenecen al grupo privilegiado (especialmente a los más desfavorecidos) llegando a duplicar el fracaso escolar. Daña, marca y discrimina a la vez. Fabrica conscientemente un grupo ‘externo’ inferior.
La lengua privilegiada no es la lengua materna de la mayoría en Cataluña ni en el País Vasco (y menos en Valencia o Navarra: aquí lo es sólo del 4% de la población). Los apellidos correctos son aún más minoritarios, porque no hay división étnica real (y no hay apellido más vasco que López).
El modelo de etnocracia no se limita a Cataluña. En cada feudo nacionalista un grupo (reconocible por lengua materna y apellidos) monopoliza el poder usando una política de ‘asimilación’ que en la práctica crea obstáculos para los que tienen la lengua materna y apellidos equivocados. El cebo, en resumen, es falso.
‘Caveat emptor’, que decían los romanos. Sigan la corriente a los nacionalistas a su propio riesgo.