Sexo, celos y una traición: así se gestó el mayor golpe de la historia contra ETA
El golpe de Bidart en 1992 acabó por primera vez con la cúpula de la banda terrorista
La operación en la que se detuvo por primera vez a la cúpula de ETA, el 29 de marzo de 1992, comenzó tres años antes con una llamada surrealista. «En enero de 1989 sonó mi teléfono y un individuo anónimo me dijo que me iba a dar datos para que la Policía pudiera arrestar al ‘comando Éibar, contó en su día el gobernador civil de Guipúzcoa, José Ramón Goñi Tirapu. Se iniciaba así la investigación que provocó el famoso golpe de Bidart y puso fin a la invulnerabilidad de los jefes de la banda terrorista.
Hablamos de Francisco Mujika Garmendia, alias ‘Pakito’, responsable del aparato militar; José Luis Álvarez Santacristina, ‘Txelis’, jefe del aparato político, y José María Arregi Erostarbe, ‘Fiti’, encargado de la logística. La Guardia Civil llegó hasta ellos como consecuencia de una aventura amorosa propiciada por los miembros del citado comando con la familia del colaborador que los escondía en su casa. Su nombre en clave era Pedro, que nunca tuvo reparos en que los etarras dispararan en la nuca de civiles inocentes, pero no pudo soportar que su mujer y su hija mantuvieran relaciones sexuales con ellos en su propia cama. Y tras enterarse de casualidad, se convirtió en confidente de la Benemérita para vengarse.
Los ayudaba desde hacía tiempo, al igual que su mujer, también, encargada de cuidar a los terroristas cuando se escondían en su casa y de llevarles el correo de la organización. Luego empezó a intimar con ellos y todo se desató. Un mes después de la llamada, cayó el sanguinario comando en Ondarroa (Vizcaya). Para mantener su coartada, Pedro huyó a Lourdes (Francia), donde la organización le acogió con los brazos abiertos. Así empezó su doble vida como miembro de ETA y confidente del Ministerio del Interior, que le pagó 30 millones de pesetas para comprarse un piso allí.
Tiempo después facilitó el nombre de otro colaborador no fichado: Francisco Rullán, alias ‘Patxi’, al que la Guardia Civil comenzó a vigilar día y noche. Este se citó con un supuesto jefe de ETA en la iglesia de Anglet, cerca de la frontera, que resultó ser Txelis. Aún así, decidieron ser ambiciosos y esperar.
Se activó entonces la operación Broma-queso, que consistió en seguir al etarra y descubrir muchas de sus infraestructuras, incluido el caserío Xilocan, en Bidart, en el que se reunía muy de vez en cuando con otros miembros de la organización. El entonces director de la Guardia Civil, Luís Roldán; el ministro del Interior, José Luis Corcuera, y el secretario de Estado para la Seguridad, Rafael Vera, no dieron crédito cuando les informaron de que los tres jefes de ETA se iban a reunir allí el 29 de marzo de 1992. Organizaron rápidamente un operativo con 60 agentes de la Policía francesa y agentes del Servicio de Información de la Benemérita y todos fueron detenidos. ‘ETA, decapitada’, titulaba ABC al día siguiente en su portada.
Después de aquella operación, la banda terrorista no volvió a ser la misma. Pedro falleció pocos años después por un cáncer, sin que ETA supiera que él había sido el responsable. En su entierro fue despedido con vítores y homenajes por numerosos etarras. Su mujer e hija siguieron visitando a los miembros del ‘comando Éibar’ en la cárcel.