ABC (Andalucía)

∑Critican el «contagio social», y denuncian el «adoctrinam­iento» al que se está sometiendo a los jóvenes

- ELENA CALVO MADRID

En 2020, en pleno confinamie­nto y tras varios meses encerrada, Irene (nombre ficticio), de 13 años, se dirigió a sus padres para decirles que ya no se considerab­a mujer, que pertenecía al género fluido (aquellas personas que no se identifica­n con una única identidad de género). Al poco tiempo, sin embargo, el anuncio fue distinto: se sentía hombre. «Nos dijo que odiaba su cuerpo, que se miraba al espejo y que le daba asco, que se quería vendar el pecho», explica su madre, Gema (también usa un nombre ficticio, como todas las madres que participan en esta historia, para proteger a sus hijos). A partir de ese momento, relata esta progenitor­a, su pequeña cambió por completo: «Se cortó mucho el pelo cuando antes se negaba a cortarse hasta las puntas, cambió su forma de vestir de manera radical...etc.».

Pero lo que más llama la atención de Gema, y le lleva a pensar que se trata de una «moda» en la que cada vez caen más adolescent­es, es que su hija no es la única de su entorno en esta situación. «Cuando salimos del confinamie­nto vimos que sus tres amigas de la infancia, desde muy pequeñas, tenían el mismo discurso. Es decir, cuatro niñas que de repente tienen las mismas ideas y actitudes, que se cambian el nombre, se tratan en masculino y piden que las llamen en masculino. Esto es muy importante porque hay un elemento tremendo de contagio social y moda», relata.

Desde los 12 años

Gema se apoya en otras familias que pasan por lo mismo a través de Amanda, la agrupación de madres de adolescent­es y niñas con disforia acelerada. Desde ahí, tratan de combatir la futura ‘ley trans’, impulsada por el Ministerio de Igualdad de Irene Montero que contempla, entre otras cosas, la autodeterm­inación de género, es decir, el cambio del sexo registral, a partir de los 12 años. Y a partir de los 16, además, sin que sea necesario el consentimi­ento de los padres, si la norma se aprueba en los términos actuales. «Es una locura, si todo esto, además, va a estar avalado por una ley irá a más», lamenta esta madre. En la misma línea se pronuncia Clara, una madre de Gerona a la que su hija, ya mayor de edad, también le dijo durante la pandemia que se sentía chico, ante la incredulid­ad de su progenitor­a. Tiene claro que su lucha ahora se centra en gritar contra la ‘ley trans’ para evitar que más familias pasen por situacione­s como la suya: «Mi guerra ahora es para que esta ley no salga adelante, que todo este contagio social con lo trans se revierta y le llegue algo a mi hija».

A juicio de Clara, hay un «adoctrinam­iento en mayúsculas» a los más jóvenes y señala que el cuestionam­iento cuando una persona dice sentirse del género opuesto es prácticame­nte inexistent­e. Cuando su hija le contó que se sentía hombre, relata Clara, fueron juntas al médico. «No estaba nuestra doctora de cabecera, sino una sustituta que no había visto a mi hija en su vida. Y mi sorpresa fue que al salir de la consulta mi hija me dijo que sí, que la doctora le había dicho que lo tenía muy claro y que era trans». Tras esto, la derivaron a un centro para verse con unas psicólogas. «Fuimos las dos y pregunté cómo funcionaba el proceso, cómo era la valoración que iban a hacer, etc. Y me dijeron que ahí no hacían ninguna valoración, que lo que hacían era acompañar en el proceso», lamenta con cierta indignació­n.

Gema

«Mi hija sufrió acoso sexual y lo resolvió diciendo que ser chica es un asco y que quería ser un chico»

Con testostero­na

Clara

El siguiente paso fue la hormonació­n, pues desde hace año y medio ya toma testostero­na. Y es este asunto el que inquieta especialme­nte a Clara: «Lo que más me preocupa es la cantidad de niños, y sobre todo niñas, porque sabemos que el mayor contagio son niñas, que empezarán a hormonarse como quien se toma un caramelito porque no tienen ni idea de las consecuenc­ias que conlleva la hormonació­n, y que empezarán a operarse. También me angustia que los padres se opongan a esto y empiecen las denuncias contra ellos. Toda una generación perdida».

Las familias ven además detrás de los cambios de identidad de género de su descendenc­ia problemas de salud mental. La hija de Clara había sufrido ansiedad y depresión como consecuenc­ia de varios factores, entre ellos, el ‘bullying’ al que fue sometida en el instituto. «Es una chica muy inteligent­e que nunca encajó en ningún sitio. Nun

«Lo que más me preocupa es la cantidad de niños que empezarán a hormonarse como quien se toma un caramelito»

Fátima

«La ‘ley trans’ atenta contra la salud de nuestros menores. Es flagrante y tenemos que abrir los ojos»

Patricia

«Te obligan a ver una realidad que no es»

ca obtuvo respuesta a sus inquietude­s ni tuvo grandes amigas», relata su madre. Ahora, en cambio, con su identidad masculina, la situación ha dado la vuelta: «Está en fase de luna de miel porque es la reina del lugar, porque ya nadie le puede chistar nada porque es trans, y si le chistas eres tránsfoba», explica.

También Gema relaciona el cambio de género de su hija con las consecuenc­ias de haber sufrido acoso sexual por parte de un compañero del instituto. «Nosotros nos enteramos un año después y a raíz de esto empezamos a hilar y a entender qué pasaba. Y lo que ocurre es que hay una reacción a ese acoso sexual que ella resuelve diciendo que ser chica es un asco porque te pasan estas cosas y la conclusión es que quiere ser un chico. Es su forma de verlo y sentirlo, ella realmente lo vive así», expone. Además, asegura, ha pasado de ser una niña que pasaba desapercib­ida «a ser una valiente y súper guay porque es trans». Esta madre también sostiene que la mayoría de casos «son calcados»: «Lo veo en Amanda y con las amigas

Las familias creen que, de seguir adelante, la ley provocará que más niños y adolescent­es quieran cambiar su género

de mi hija. Todos han sufrido acoso escolar, ansiedad o tienen otros problemas de base», defiende.

Precisamen­te la insegurida­d derivada de la adolescenc­ia y del ‘bullying’ fue la que llevó a la hija de Fátima a acudir a una charla transactiv­ista. «Se le animó en el instituto sin consultarm­e ni decirme nada. Se le inició en 4º de ESO un protocolo de transición social sin comunicárm­elo, y me he enterado tres años después hablando con sus amigos y sus madres», critica esta progenitor­a, a quien su posicionam­iento contra la decisión de su hija le ha llevado a perder la relación con ella.

Fátima, como el resto de madres, denuncia la ausencia de cuestionam­iento hacia los jóvenes que toman estas decisiones. «En el instituto la animaron directamen­te a que fuera a la unidad de género del hospital. Lo que le hicieron fue un test de 45 minutos para descartar que fuera anoréxica o psicópata y le recetaron la testostero­na», lamenta, pues no cree que su hija necesite hormonarse «para estar bien». «No considero que ella sea un hombre, considero que es una mujer. Hay muchas maneras de ser mujer, no hay que serlo con tacones de aguja y melena, se puede serlo con el pelo corto y sin maquillar. Se puede ser una mujer lesbiana».

La ley, una «barbaridad»

Con la ‘ley trans’, asegura Fátima, se cometerá «una barbaridad contra los niños». En su opinión se está confundien­do el sexo biológico con el género «sin cuestionar esta locura», que tacha de «delirio». «Atenta directamen­te contra la salud de nuestros menores. Es flagrante y tenemos que abrir los ojos». Tiene miedo de que su hija vaya más allá de las hormonas: «No quiero ni pensarlo. Me da miedo que se quite los pechos. Me parece una aberración absoluta».

El efecto que la ley pueda tener sobre los más jóvenes es lo que más inquieta a Patricia, madre de una chica trans. Su hijo, ahora ya de 25 años, le dijo hace años que se sentía mujer. «Me dijo que se sentía chica porque lloraba con las películas y más cosas y le dije que los sentimient­os los teníamos tanto los hombres como las mujeres». Aunque al principio le prometió que no se iba a hormonar, terminó haciéndolo. Relaciona el cambio con un mayor uso por parte de su hijo de las redes sociales. «Te obligan a ver una realidad que no es», sentencia.

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// DAVID BORRAT Clara (nombre ficticio), posa en la habitación de su hija

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