O Xavi o Laporta: el Barça son dos familias y no funciona ninguna
Pese a la agónica victoria en Mestalla, el Barça da muestras en cada partido de tremendas carencias tanto en la calidad individual como en el planteamiento técnico. Xavi Hernández y su ‘staff’ no dan la talla pero era fácil de prever antes de contratarlos por su ninguna experiencia en la alta competición. Ni él ni su hermano Óscar tienen horas de vuelo en equipos presentables; el tercer entrenador, Sergio Alegre, pasó antes por el Olot, de ojeador, y fue despedido del Rubí por malos resultados. Lo mismo podría decirse del preparador físico, Iván Torres, amigo de la infancia de Xavi pero cuya experiencia se limita al Real Ávila.
Ante el evidente fracaso, se pone ahora el énfasis en estas trayectorias tan escasas, pero lo cierto es que el técnico de Terrassa no engañó a nadie: exigió que fueran estos y no otros los que lo acompañaran en su aventura y el presidente del club, Joan Laporta, cedió a todas y cada una de sus peticiones y no le sugirió ni le impuso ningún ayudante o asesor con más autoridad o experiencia. Laporta le permitió a Xavi dirigir el área técnica «como una empresa familiar», tal como él maneja la parte ejecutiva e institucional del club.
Hoy el Barça son Xavi y Laporta. No hay otros cargos relevantes. No hay nadie a quien exigir, nadie a quien responsabilizar. El entorno del presidente depende absolutamente de él y son sus amigos o meros empleados. Hoy el Barça son dos familias y por motivos familiares.
O el presidente echa al entrenador, o los socios echan al presidente. No hay soluciones intermedias, y no hacer nada puede ser un parche para tener la Navidad en paz, aunque sea la paz más triste del mundo, pero a partir de febrero hasta la Europa League va a dejar en evidencia que el proyecto Xavi es de calibre 22 en un mundo Magnum 357.
«No hay nadie a quien exigir. O el presidente echa al DT o los socios lo echan a él. No hay soluciones intermedias»
«El problema de Xavi es que ya ve que con lo suyo no le alcanza pero no tiene a nadie a quien pedir ayuda»
El Barça ha quedado reducido a dos personalismos: el de Laporta, anclado en 2003, cuando accedió a la presidencia rodeado de talento, sobre todo el de Johan Cruyff, pero también el de Ferran Soriano y Txiki Beguiristain, hoy en el Manchester City. Para su segunda presidencia no tenía nada preparado, ni siquiera los avales, que consiguió en el último cuarto de ahora. No sólo no tenía ningún precontrato con ningún entrenador, sino que no había hablado con ninguno. Ni siquiera sabía a quién quería. Ni lo sabe todavía. Es verdad que duda entre Touchel y Luis Enrique, pero en el fondo ninguno de los dos le gustan porque no responden a una apuesta personal, que sienta suya.
Si Cruyff se apoyó en Rexach y Pep se apoyó en Cruyff, Xavi sólo puede hablar con su hermano. Ni Xavi ni Laporta tienen a personas más inteligentes que ellos a quien consultar en los momentos de duda o atasco. Mateu Alemany vende barato y compra caro. Para Eduard Romeu, ser el vicepresidente del Barça es el gran sueño de su vida, y le dice sí a todo al presidente, y además convencido, llevado por el más ferviente deseo de que su sueño no termine nunca.
El problema de Xavi es que ya ve que con lo suyo no le alcanza pero no tiene a nadie a quien pedir ayuda. El problema de
Laporta es que no quiere a Xavi pero ya no está Cruyff para decirle por quién tiene que sustituirlo. De sus entornos ya no se fía, porque fueron los que le impusieron a Xavi contra su expresa voluntad. Su instinto, o lo que él creía que era su instinto, resuena en el silencio de Cruyff y no se le ocurre nada. Luis Enrique y Touchel son dos que le suenan bien pero sin el menor entusiasmo.
El fútbol no funciona. Las palancas están casi agotadas. Xavi tiene más ideas que talento para llevarlas a cabo. Laporta tiene más problemas que inteligencia –suya o prestada– para solucionarlos. El drama del Barça no es que esté en crisis sino que nadie sabe por dónde, cómo y con quién evolucionar.
60m
se bajasen un poco los límites, así el lacrosse acabaría de explotar. Choca un poco que esté reconocido por el COI, pero no por el COE. Somos un deporte para el mundo, pero no para nuestro país», explica. Los datos lo corroboran: en 2019 solo había 25 jugadores menores de 18 años repartidos por los diferentes clubes. Hoy, pese a la pandemia, hay más de 100. El lacrosse reclama un asiento con los mayores.
Bastante popular
Tras el entrenamiento, sudorosos, Ismael, de Carabanchel, y Sophie, de Alemania, vocales del equipo masculino y femenino, se acercan para repasar qué significa el lacrosse en sus vidas. «Empecé a jugar en la universidad, allí es bastante popular y me llamó la atención por ser diferente a los deportes más conocidos. Cuando vine a España, me pareció la mejor opción para hacer nuevas amistades. ¡Incluso conocí a mi novio gracias a él!», narra Sophie.
Ismael tocó todos los palos, pero no consiguió encontrar un deporte al que dedicar su esfuerzo: «Soy un enfermo de los deportes americanos y un día vi un partido y me flipó. Empecé a jugar cuando entré en la universidad y estoy encantado. Es un deporte pequeño y nos conocemos todos. Al no ser mediático, también hace que los que estamos aquí estemos muy comprometidos».
Dos caras de la misma moneda que desprenden un amor casi inexplicable en cada una de sus palabras por este extraño pero magnético deporte. «Te da mucho, he llegado a la selección y he viajado por muchísimos países», explica Ismael. Bien complementado por Sophie: «Es una comunidad genial y hemos hecho muchísimos amigos. Exige coordinación, físico y rapidez y es absolutamente imprescindible el equipo. Es tan rápido que tienes que conocer a tus compañeros como a ti mismo».
«Los primeros días son duros y hay dificultades económicas. Pero una vez lo conoces, te entregas completamente a él», concluye Ismael.
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