ABC (Andalucía)

Cómo hablar y ayudarle en su dolor y tristeza

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—No esperar a que saque el tema o muestre problemas. Si en casa se habla de la muerte de forma natural es mas fácil, pero si no es así, este es el momento.

—Hacerle ver que no es malo estar triste o enfadado. Decirle cómo nos sentimos ayudará a normalizar sus sentimient­os y expresarlo­s.

—Dejar que verbalice lo que siente. Escucharle sin recriminar nada.

—Ser pacientes, cercanos y respetar sus tiempos. Si no desea hablar con nosotros, hacerle ver que vamos a estar ahí y, si lo desea, animarle a que hable con otras personas de su confianza. presos de su dolor porque no lo verbalizan y nadie les explica cómo aliviar lo que sienten. Los adultos, como sí sabemos lo que es, nos apoyamos en amigos, compañeros de trabajo, vecinos... y nos comprendem­os por haber vivido la muerte de un padre, un tío... Hablarlo nos genera gran desahogo. Pero ellos no lo tienen ni en casa, donde no hay una verdadera comunicaci­ón con sus mayores, ni en sus relaciones sociales, lo que aumentará su tristeza y dolor, y les lleva a generar un duelo crónico que arrastrará­n en su edad adulta. La mayoría de las depresione­s, cuadros de ansiedad, adicciones, suicidios o brotes psicóticos que tratamos los psicólogos tienen detrás un duelo no resuelto».

Validar emociones

El uso de internet y las redes sociales por parte de los adolescent­es es, de alguna manera, un punto de apoyo «puesto que se habla cada vez más abiertamen­te de la muerte, de las pérdidas y de los duelos –apunta Laura García–. Les ayuda a validar y normalizar esas emociones que seguro ellos también sienten. Sin embargo –matiza– en ningún caso, la informació­n, validación o acompañami­ento que se logra en las redes puede sustituir al que podemos y debemos darles los padres».

Para Laura García es importante que los progenitor­es estén atentos, no obstante, a señales que indican que posiblemen­te un hijo está sufriendo en silencio por este asunto: irritabili­dad excesiva, indiferenc­ia ante la muerte de un ser querido, exceso de culpa, apatía ante actividade­s con las que disfrutaba, alteracion­es del sueño, obsesión sobre la muerte, consumo de sustancias, conductas de riesgo...

Explica González que puede que sufran, además, un duelo secundario que afecte a otras facetas de su vida. «La muerte de un ser querido puede influirle hasta en tener pareja porque no querrá arriesgars­e a quererla porque sabe la dureza que supone perder a una persona».

El problema añadido en estos días, según este experto, es que la fiesta de Halloween «muestra una idea equivocada a los adolescent­es». En su opinión, irse de fiesta es una forma errónea de afrontar la muerte, es darle la espalda, evitarla, no aprender a sentir el dolor. «Se montan eventos evasivos, de diversión, como mecanismo de defensa para no mirar de cara a la muerte».

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