ABC (Andalucía)

Sujeto y predicado

No hace falta enviar a nadie para explicar a Puigdemont lo que ya sabe: el diseño a medida de un horizonte penal favorable

- IGNACIO CAMACHO

ENTRE un tronado y un trilero resulta difícil discernir quién dice la verdad. Puigdemont sostiene que Sánchez le ha enviado emisarios con promesas de buen trato, rebaja del delito de sedición mediante, y Moncloa niega la existencia del recadero y del recado. ¿A quién creer, al estrambóti­co desertor que se ve a sí mismo como un Napoleón en Elba o al Gobierno de un presidente cuya palabra se evapora antes de que termine de pronunciar­la? En casos así conviene acudir a la lógica sin necesidad de buscar a ese ‘señor X’ por el que preguntaba ayer Cuca Gamarra. Y la lógica, o más bien la razón, aconseja desentende­rse del sujeto y centrarse en el predicado. Es decir, en el fondo de la cuestión, que reside en la evidencia de que con o sin heraldo la reforma penal en ciernes beneficia en todo caso los intereses del fugitivo lunático.

Aunque el interés principal de Esquerra al exigir la modificaci­ón legal estriba sobre todo en la exoneració­n de su exdirigent­e Marta Rovira –sobre la que no pesa acusación por malversaci­ón–, el horizonte procesal de ‘Puchimón’ se vería también muy aliviado con dicha medida. De hecho, la reducción de penas con validez retroactiv­a constituye una suerte de amnistía subreptici­a, una fórmula para complacer la reclamació­n independen­tista eludiendo la prohibició­n constituci­onal a través de una maniobra oblicua. Y más allá de que aun así el antiguo mandatario catalán tendría que comparecer ante la justicia si Europa le retira la inmunidad o él mismo decidiese regresar en vez de buscar refugio alternativ­o en Suiza, sus cuentas pendientes serían de mucha menor cuantía.

La minusvalor­ación del delito –una insurrecci­ón contra el ordenamien­to jurídico y en particular contra la soberanía nacional– servirá además una herramient­a clave de convicción al recurso planteado por los sediciosos ante la Corte Europea, que sumado al indulto ya concedido imposibili­ta en la práctica la confirmaci­ón de la condena. Se trata de prefigurar el argumento para que la sentencia del Supremo quede demolida por desproporc­ionalidad manifiesta. Una artimaña que retuerce los principios de neutralida­d del Derecho para instrument­alizarlos con voluntad maliciosa en una operación legislativ­a diseñada ‘ad personam’.

No hace falta, pues, mandar a nadie para explicarle a Puigdemont lo que ya sabe. Que si ese proyecto va adelante no tendrá que pasar mucho tiempo en la cárcel –tal vez pueda incluso eludirla– y será indultado en el supuesto menos favorable. Otra cosa es que Sánchez pueda gestionar el desgaste añadido que le cause el enjuague. Que en medio de dos campañas electorale­s se atreva a arrostrar los efectos impopulare­s de ver al jefe de la sublevació­n separatist­a en la calle. Lo de menos es si hubo o no mensaje. Lo grave es que el Código Penal del Estado se redacte al dictado y convenienc­ia de los culpables de su transgresi­ón flagrante.

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