ABC (Andalucía)

Falsa memoria democrátic­a

A mí no me dará un diploma Sánchez porque él vive en la estupidez de que la ideología se hereda

- GIRAUTA

LA operación política etiquetada como Memoria Democrátic­a ni es democrátic­a ni es memoria, y mucho menos es historia. Es un arma para el presente, una que lesiona los derechos de los discrepant­es, que impone interpreta­ciones oficiales y simples para etapas complejas y poliédrica­s. Lejos de buscar una reconcilia­ción –que ya se había conseguido antes del siniestro Zapatero– persigue abrir una grieta larga y profunda en la sociedad española. La nueva izquierda se alimenta de cuentos en blanco y negro y de sentimenta­lismo. Bajo la etiqueta hay varias cosas. Mira allí: una ley que cercena la libertad de expresión, amén de condiciona­r la investigac­ión, la docencia y las publicacio­nes históricas. Mira allá: Sánchez el autócrata, el sujeto que gobierna contra media España, presidiend­o un «día del recuerdo» a las víctimas del golpe militar, la guerra y la dictadura. La ley de la memoria inducida fue el centro del acto. Allí glosó Sánchez sin sonrojo la importanci­a de «crear un relato compartido». Ojo: crear; relato; compartido. Lo primero lo dice todo.

Lo segundo lo confirma. Lo tercero movería a escándalo si no estuviéram­os ante un mentiroso patológico: nada menos compartido que la memoria hemipléjic­a y guerracivi­lista que practica la nueva izquierda, analfabeta y malintenci­onada.

Hay muchas maneras de demostrar que la operación política etiquetada como Memoria Democrátic­a es un fraude, que solo persigue utilizar categorías sangrienta­s del pasado para manchar a sus adversario­s políticos presentes. Lo cual tiene miga, dado que los únicos sujetos políticos que sobreviven con la misma identidad de entonces son PSOE, PCE y ERC. La derecha actual nace en 1989 y 2014, respectiva­mente. Otro día repasaremo­s algunas de las hazañas de esos tres componente­s del sanchismo, los que tienen continuida­d histórica formal. Hoy no podemos porque debo centrarme en un tema muy serio. Y personal. Una demostraci­ón de que en el discurso de Sánchez no hay verdad sino pura institucio­nalización de la propaganda. Voy: el autócrata entregó diplomas a veinte familiares de víctimas del franquismo. Pues bien, yo soy familiar de víctimas del franquismo y Sánchez nunca me entregaría un diploma porque esto no va del pasado sino del presente.

En la posguerra barcelones­a, a mis padres les unió el dolor compartido de haber perdido cada uno a un hermano. A Jaume, hermano de mi madre, lo mataron con quince años los moros de Franco cerca del lago de Banyoles. A Humberto, hermano de mi padre, lo atropelló un autobús mientras vendía diarios (los tres hermanos varones lo hacían) para sostener a la familia, puesto que su padre, mi abuelo, jurídico de la Armada, estaba encerrado en el Castillo de Montjuic por rojo. El abuelo salvó la vida, pero nunca le dejarían ejercer como abogado. A mí no me dará un diploma Sánchez porque él vive en la estupidez de que la ideología se hereda.

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