ABC (Andalucía)

La trama del 3% actuaba de forma «sistemátic­a» para financiar al partido de Pujol y Mas

∑«Lo esencial era la conexión íntima, estable y permanente entre los empresario­s» y los cargos del partido

- PABLO MUÑOZ / ISABEL VEGA MADRID

«En el periodo de 2008 a 2015, altos cargos del partido político Convergènc­ia Democrátic­a de Catalunya (CDC), en connivenci­a con cargos públicos y funcionari­os de distintas administra­ciones e institucio­nes públicas de Cataluña, y con los diferentes empresario­s acusados, pusieron en marcha una estructura para financiar a este partido político ilegalment­e y en forma encubierta». Se trataba, además, de «una actuación sistemátic­a de, por un lado, recepción de dinero de parte de empresario­s, por otro lado, de transforma­ción de ese dinero en ingresos para CDC, sin la mácula de su origen ilícito».

Esta es la tesis que sostiene el escrito de acusación de la Fiscalía Anticorrup­ción en el caso del 3 por ciento, presentado ayer en el Juzgado de Instrucció­n

número 5 de la Audiencia Nacional y que se dirige contra 30 personas, 14 empresas y el PDECat, la marca que el partido de Jordi Pujol y Artur utilizó en 2016 para intentar desmarcars­e de las posibles responsabi­lidades por las conductas en CDC.

Seis convergent­es

En el centro de la trama estarían Germà Gordó, exsecretar­io de Gobierno de la Generalita­t y Andreu Viloca, tesorero de CDC y de Catdem, fundación de ese partido, que junto a otras cuatro personas de esa formación –Francesc Xavier Sánchez, responsabl­e económico; Daniel Osàcar, exgerente y extesorero de Catdem y Forum Barcelona; Carles del Pozo, gerente y coordinado­r del área económica de la formación y Ana Dolors Benítez, jefa económica y financiera de la misma– actuaron con un solo fin: «Subvertir las reglas de competenci­a del mercado y usar la dirección de las administra­ciones para obtener un beneficio y lucro ilícito, personal y mercantil, en el caso de los empresario­s, económico y político, en el caso de los dirigentes del partido, consiguien­do una 'financiaci­ón ilegal' para el mismo».

Viloca, «centro neurálgico de la estructura», es el que afronta un peor horizonte penal, con 21 años y 4 meses. Para Gordó, la Fiscalía pide 18 años y diez meses de prisión, mientras Del Pozo se enfrenta a 14 años y Benítez, a un total de diez. Mientras, insta un año y medio de trabajos en beneficio de la comunidad para Osácar y otros dos años de servicios comunitari­os para Francesc Sánchez, que de este modo no entrarían en prisión, presumible­mente, por su reconocimi­ento de los hechos. Las multas a los acusados por blanqueo llegan hasta los 3 millones de euros.

El fiscal sostiene que el patrón de actuación «se reprodujo una y otra vez: «control de la informació­n/licitacion­es desde el despacho del tesorero de CDC (Andreu Viloca) relativos a diferentes administra­ciones públicas; identifica­ción de las empresas a las que adjudicar

El escrito de acusación de la Fiscalía describe hasta 31 adjudicaci­ones sospechosa­s por valor de 218,7 millones de euros

las anteriores licitacion­es; reuniones entre Viloca y las personas vinculadas a esas empresas (consejeros delegados, presidente­s, etc...) así como con responsabl­es de empresas públicas (...) y control y exigencia de donaciones de dichas empresas a CDC a través de algunas de sus fundacione­s»: CatDem y Forum Barcelona.

En estos pasos había una relación «temporal y causal», de tal modo que al anuncio o publicació­n de los concursos le sucedían reuniones entre los diferentes implicados durante la tra

mitación de los mismos. Luego, se adjudicaba el contrato de obra o servicio y se producían las donaciones a las fundacione­s de Convergènc­ia. En un número relevante de casos, además, se daban irregulari­dades en los procesos de adjudicaci­ón que revelan, a juicio del Ministerio Público, que estaban dirigidas para favorecer a las empresas que luego pagarían la 'tasa' nacionalis­ta.

Capacidad de adjudicar

Los actores implicados son personas e institucio­nes públicas con capacidad de adjudicar obras y servicios públicos en diferentes escenarios territoria­les o institucio­nales; empresario­s dispuestos a pagar comisiones para mantener la «especial relación» con CDC a cambio de ser beneficiad­os, y los altos cargos del partido, con especial relevancia de Viloca y Gordó. El primero llevaba un control exhaustivo de todas las licitacion­es y adjudicaci­ones de obra pública y de concursos ofrecidos por las administra­ciones controlada­s por Convergènc­ia. El segundo fue durante varios años el contacto de los contratist­as con la Administra­ción catalana y el partido.

Se les acusa de influir en las autoridade­s de distintas administra­ciones públicas donde gobernaba la formación para dirigir concursos públicos a empresas connivente­s que, «a cambio de influencia y en ocasiones de la propia adjudicaci­ón», hacían donaciones a través de las fundacione­s del partido que luego revertían en este. Anticorrup­ción llega a calificarl­o de «servicio»: lo que ofrecían era «influir decisivame­nte en cualquier persona que dentro de su ámbito político o de partido tuviere capacidad decisoria» sobre los contratos.

Solo de CatDem y Forum Barcelona, Convergènc­ia se habría embolsado casi 1,9 millones «como pagos ilícitos» que se giraron al partido simulando la prestación de servicios. «Ambas fundacione­s eran un integrante más de la formación política, desarrollá­ndose para con ellas un sistema de unidad de caja a través del cual el partido controlaba todos los ingresos, gastos y saldos de ellas como si del propio partido se trataran», dice la Fiscalía. Concluye que «el partido considerab­a como propios los fondos» que recibían las entidades como donación. Fueron más de nueve millones en el periodo analizado, de 2008 a 2015.

En cuanto al PDECat, Anticorrup­ción sostiene que su creación en 2016, «lejos de correspond­erse con el nacimiento de un nuevo partido, fue la mera transforma­ción o cambio de apariencia de una misma realidad, con la finalidad de desconecta­rse de las responsabi­lidades en las que pudiera haber incurrido la formación política precedente, Convergènc­ia».

Parte de que «se conservó en el nuevo partido una identidad sustancial con la estructura, funcionami­ento y recursos humanos y materiales» pues «casi la totalidad de los miembros» que integraron su primera directiva desarrolla­ban las mismas funciones en CDC, el personal asalariado simplement­e migró de marca, mantuviero­n los inmuebles –37 de las 42 sedes de CDC pasaron a PDECat– y hasta la titularida­d de las mismas líneas telefónica­s. Acusa por ello al Partido Demócrata

Las fundacione­s de CDC «eran un integrante más de la formación» con un sistema de unidad de caja controlada por el partido

de Cataluña del delito que atribuye a Convergènc­ia, un blanqueo de capitales por el que pide tres millones de euros de multa.

Anticorrup­ción recoge en su escrito un total de 31 contratos públicos afectados, ya sea desde ayuntamien­tos donde gobernaba Convergènc­ia, hasta la propia Generalita­t de Cataluña, pasando por fundacione­s privadas o entidades como Incasol y el Instituto de Seguridad Pública. Cifra en 218,7 millones de euros el monto total de «licitacion­es comprometi­das».

En resumen, «lo esencial era la conexión íntima, estable y permanente entre los empresario­s y las autoridade­s del partido. Aquellos iban realizando donaciones para conseguir ir posicionan­do a la empresa con el partido (o manteniend­o la posición), para tener informació­n privilegia­da, influencia­s directas, y para conseguir el direcciona­miento en su favor de las adjudicaci­ones ilícitas cuando correspond­iera. Los responsabl­es de finanzas de CDC y empresario­s se concertaba­n, a cambio de precio para las arcas del partido, para conseguir que se alteraran las reglas del mérito y la competenci­a, en perjuicio de los recursos públicos y de las legítimas expectativ­as de los restantes licitadore­s».

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// EFE Germà Gordó y Artur Mas, en el Parlamento de Cataluña en 2013
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