El descontrol de los cohetes de China pone en vilo al mundo
∑La trayectoria del artefacto, que cruzó la Península, obligó a cerrar el tráfico aéreo y afectó a 300 vuelos en España ∑Los restos cayeron sin provocar daños sobre el océano Pacífico tras varias horas de incertidumbre
El descongelamiento de la Guerra Fría ha traído, también, el regreso de una carrera espacial recalentada. En particular para la potencia emergente, que acelera sus ambiciosos proyectos galácticos empeñada en recortar distancias con Estados Unidos. Las prisas, no obstante, resultan enemigas de la calidad en el cielo como en la tierra. Por eso cohetes y demás chatarra ‘made in China’ caen desde las alturas de manera descontrolada y cada vez más frecuente, tal y como recordamos ayer. En España hubo quien inició la jornada oteando el firmamento con desasosiego, no fuera a ser que el tiempo trajera la veintena de toneladas del cohete chino Larga Marcha-5B, que apuntaba a la Península Ibérica entre sus posibles zonas de impacto. La probabilidad era baja, pero bastó con que superase el cero para que los aeropuertos suspendieran por primera vez en la historia el tráfico. La tromba metálica terminó, por fin, perforando las aguas del Pacífico Sur.
Concluye así un periplo acotado a esta semana lectiva. El lunes, el Larga Marcha-5B era lanzado desde la base de Wenchang, en la isla meridional de Hainan, portando nada menos que un laboratorio científico, el tercer y último módulo de la estación espacial Tiangong, traducido como ‘palacio celestial’. La inserción se completó el martes, por medio de un operativo calculado al milímetro por los ingenieros chinos cuyo diseño no incluía dispositivos para dirigir el descenso del propulsor, que convertido en colosal basura ha caído de vuelta a la Tierra.
«El problema cuando un objeto está a una altura tan baja es que el efecto de la atmósfera es tan fuerte que es difícil hacer predicciones en el plazo más allá de unas horas», explicó César Arza, responsable de análisis de misión del Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA), sobre por qué no se ha sabido el punto de impacto del cohete hasta el último momento. El cohete avanzaba a kilómetros por segundo y descendía varios kilómetros por hora. Según se fue acercando, se pudieron afinar las predicciones.
Aunque gran parte del cuerpo del cohete probablemente se quemó en la atmósfera, algunas de las piezas más grandes y resistentes pudieron haber sobrevivido e impactado en el océano. «La probabilidad de que el cohete caiga en un sitio habitado y que cause daños materiales es ínfima», atinaba Arza antes de saber el destino del Larga Marcha. Bajo la premisa de que el 70% de la superficie es agua y que, además, los núcleos poblados están diseminados de forma heterogénea por el 30% restante –más la acción desintegradora de la atmósfera, que suele reducir la basura espacial hasta que solo sobrevive del 20 al 40% del total– provocan que la estrategia de reingresar estas partes sobrantes de cohetes sea un procedimiento seguro e incluso deseable, si bien hacerlo de forma controlada sería lo ideal.
El cielo español, cerrado
Otros cohetes orbitales están diseñados para que se hundan en el océano o caigan en tierra despoblada poco después del despegue. En el caso del Falcon 9 o el Falcon Heavy de SpaceX, descienden en una sola pieza y vuelven a ser utilizados. «Cada agencia aplica sus protocolos. Por ejemplo, cuando los Ariane europeos dejan un satélite en órbita guardan parte del combustible para hacer la reentrada controlada de esa etapa del cohete. Los chinos no lo hacen, escudándose en que el riesgo de que cause daños humanos o materiales es ínfima, la misma de que te toque la lotería 20 veces seguidas», señaló Arza.
Como consecuencia, el tráfico aéreo se suspendía en varios aeropuertos de Cataluña y se restringía en Castilla y León, Aragón y La Rioja, ya que eran regiones de paso en la trayectoria del cohete. «Debido al riesgo asociado por el paso del objeto espacial CZ-5B atravesando el espacio aéreo español, se han restringido totalmente los vuelos desde las 9.38 horas hasta las 10.18 horas en Cataluña y otras comunidades», informaba Protección Civil en un tuit ayer.
Pasado el mediodía, los controladores aéreos confirmaban que el tráfico aéreo se reabría. Sin embargo, los retrasos se extendieron durante toda la jornada. Desde Enaire señalaron que, de los 5.484 vuelos programados en los 46 aeropuertos de la red, se vieron afectados unos 300.
Fuentes del sindicato de controladores aéreos USCA explicaron a ABC que la incidencia «no afectaba tanto a aeropuertos como a vuelos que cruzaban por esta trayectoria». Es decir, se paralizó el despegue de vuelos en aeropuertos de toda España, además de algunos de Italia y Francia. En el caso del aeropuerto de Barajas, esta incidencia se combinó con problemas de visibilidad.
Amenaza recurrente
No es la primera vez que ocurre. De hecho, hay varios precedentes. Hasta en dos ocasiones en los últimos tres años grandes piezas de este tipo de cohetes chinos han amenazado con estrellarse en zonas habitadas. En 2020, acabaron cerca de un pueblo de Costa de Marfil. Y este julio, otro artefacto chino –si bien otro modelo de cohete– puso a España en alerta antes de golpear el océano Índico. Pese a los reiterados sobresaltos, el gigante asiático no ha modificado el modelo.
Tampoco se asumieron responsabilidades. «Me gustaría enfatizar que China siempre lleva a cabo sus actividades en el uso pacífico del Espacio exterior de acuerdo a la legislación internacional, la reentrada de la última parte de un cohete es una práctica internacional», defendió ayer Zhao Lijian, portavoz de Exteriores, durante la rueda de prensa diaria del ministerio. Estos, añadió, «están diseñados con tecnología especial, la mayor parte [sic] de sus componentes se quemarán y serán destruidos en el proceso de reentrada, y la probabilidad de causar daño es extremadamente baja [sic]».
Dicha réplica resulta representativa de la actitud del Gobierno chino ante sus desechos espaciales, la cual oscila de naturalidad a refutación. En mayo de 2021, los medios oficiales anunciaron que los fragmentos derivados de un lanzamiento previo habían caído «con precisión, tal y como se había predicho». En febrero de ese mismo año, las autoridades desestimaron un informe de la NASA que relataba cómo un acelerador procedente de la misión Chang’e 5-T1 había impactado contra la superficie lunar. Ahora bien, no por ello deja de criticar toda actividad ajena. En diciembre del año pasado, China puso el grito en el cielo cuando en dos ocasiones sendos satélites de SpaceX, propiedad de Elon Musk, se aproximaron demasiado a su estación espacial. En ambos lances esta tuvo que realizar un movimiento de emergencia, lo que «supuso un riesgo para la vida y salud de los astronautas», según alegó el país en la reclamación presentada ante la Oficina para Asuntos del Espacio Exterior de Naciones Unidas.
China puso en marcha su ansiada carrera espacial en 1992 y, tres décadas después, ya ha registrado destacados hitos. Por ejemplo, en mayo de 2021 hizo historia al convertirse en el segundo país en aterrizar con éxito un vehículo de exploración en Marte, la sonda Tianwen-1; un logro hasta ahora solo reservado a Estados Unidos
y con el que la Unión Soviética fracasó tras repetidas tentativas. En enero de 2019 alcanzó la cara oculta de la Luna con la misión Chang’e-4, y sus planes allí incluyen el establecimiento de una base de investigación conjunta con Rusia.
Sin embargo, su estación espacial Tiangong supone el mayor éxito hasta la fecha. Está previsto que esta permanezca operativa durante al menos una década. Cuando llegue su fecha de caducidad, el mundo volverá a escrutar temeroso al cielo.
El gigante asiático defiende su actuación, si bien se ha mostrado crítico con las maniobras de otros operadores, como SpaceX