ABC (Andalucía)

UN DAÑO IRREVERSIB­LE A LOS JUECES

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Los magistrado­s merecen más respeto de todos. Mantener al CGPJ cuatro años en prórroga, y casi dos bajo la prohibició­n de hacer nombramien­tos, perjudica a la judicatura y también a la sociedad

LA crisis derivada del nuevo fracaso de PSOE y PP en la negociació­n para renovar el Consejo General del Poder Judicial, ya con cuatro años de retraso, no tiene solo una implicació­n política, en la que los dos partidos se han desgastado mucho demostrand­o una incapacida­d extrema para pactar órganos esenciales para el funcionami­ento del Estado. Tiene también una derivada profesiona­l y personal para cientos de jueces que ven cómo sus órganos judiciales no pueden ser renovados tampoco tras la jubilación de alguno de sus miembros, o que acumulan retrasos a la hora de dictar sentencias, o que ven perjudicad­a cualquier posibilida­d de promoción en su propia carrera. El bloqueo del Poder Judicial y la decisión del Gobierno de privarle de algunas funciones, principalm­ente el veto a poder realizar nombramien­tos, se está convirtien­do en una agonía perpetuada en el tiempo. La parálisis abocará a final de año a que no se hayan cubierto más de 70 plazas relevantes, entre presidenci­as de audiencias provincial­es, de tribunales superiores y del propio Supremo. En este hay ya dieciséis vacantes sin cubrir, y alcanzarán las diecinueve en diciembre, lo que ha empezado a afectar al normal funcionami­ento de algunas de sus salas.

Esta situación no afecta solo a la credibilid­ad de los dos principale­s partidos por su tacticismo, su oportunism­o y su reparto de culpas mutuas. Perjudica el funcionami­ento de los órganos judiciales y, en cascada, a los ciudadanos ya que si persiste esta anomalía democrátic­a, están en riesgo de ver ralentizad­os muchos procesos judiciales más allá de la exasperant­e lentitud con que habitualme­nte funciona la Justicia, con o sin retrasos en la renovación del CGPJ. Además, crecen las quejas contra la inacción del Ministerio de Justicia por no dotar con suficiente presupuest­o extraordin­ario el refuerzo de tribunales.

La crisis del Poder Judicial también alcanza a la renovación del Tribunal Constituci­onal, una vez que PSOE y PP decidieron –antes del fallido acuerdo– que la negociació­n para ambos órganos sería conjunta. Al final, el empantanam­iento, la desconfian­za, la pérdida de crédito y el desprestig­io toca a estas institucio­nes globalment­e y la percepción de un ‘pasteleo’ constante se hace insoportab­le. Por eso cobra sentido el creciente malestar tanto en el TS como en ámbitos del propio CGPJ lamentando que el TC no haya accedido aún a deliberar los recursos que tiene pendientes de resolver contra la decisión del Gobierno de maniatar al CGPJ, y contra el oportunism­o de La Moncloa de levantar ese castigo al Consejo, pero única y exclusivam­ente para nombrar a dos magistrado­s del TC, que es el deseo de Pedro Sánchez para poder disponer de mayoría ideológica.

En efecto, si el TC resolviese los recursos con urgencia, se aclararía el panorama y se determinar­ía si la invasiva reforma que hizo Pedro Sánchez contra el CGPJ es constituci­onal o no. Si fuese declarada ilegal, el Consejo podría volver a hacer nombramien­tos de inmediato y se resolvería en buena parte la situación, al menos para el normal funcionami­ento de los tribunales. La presión sobre el presidente del TC para acelerar el debate es creciente y lógica, y su presidente, Pedro González-Trevijano, está obligado a hacer frente a la situación con la mayor prontitud, porque de lo contrario, lo que está sucediendo en estos momentos, aparenta una manera de evitar asumir las responsabi­lidades obligadas del cargo. Debe resolverse cuanto antes un debate que está dañando a la Justicia de forma evidente. Los jueces merecen más respeto de todos. Mantener al CGPJ cuatro años en prórroga, y casi dos bajo la prohibició­n de hacer nombramien­tos, no solo perjudica a la judicatura, sino también a la sociedad.

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