ABC (Andalucía)

De la política como estado de ánimo

Sánchez sólo puede tener éxito en su contraofen­siva si la derecha vacila o pierde la confianza en sí misma

- IGNACIO CAMACHO

CON esa capacidad suya de venirse arriba, ventaja propia de los perfiles narcisista­s, Sánchez ha aprovechad­o la ruptura del pacto judicial para tomar la iniciativa frente a una derecha siempre insegura de sí misma. Con su bombardeo de consignas ha logrado crearle al PP una duda táctica –es asombrosa la facilidad con que este partido interioriz­a los argumentos de la propaganda adversaria– y abrirle al propio Feijóo una brecha de desconfian­za. Los populares esperan con el aliento encogido que las próximas encuestas registren un probable aunque leve estrechami­ento de la distancia, cuyas consecuenc­ias agrandarán con su habitual tendencia a sufrir ataques de miedo y perder la fe en la eficacia de sus planteamie­ntos. Al final les va a entrar de verdad el temblor de piernas que les atribuye el Gobierno porque en su afán de ganar terreno piensan en meter el segundo gol antes que el primero. Y el primero es asentar la consistenc­ia de un proyecto que no se puede defender alobándose al mínimo contratiem­po o enredo.

Entre los mil defectos del presidente, en cambio, no está el de arrugarse cuando las cosas se ponen feas. Ha olido en la vacilación del rival un aroma de apocamient­o y piensa explotar a fondo esa flaqueza. Aprovechar­á cualquier rendija que vea abierta para aparentar que el desgaste ha cambiado de acera. Y lo puede conseguir si su contraofen­siva no encuentra respuesta. Su mejor baza es que no necesita mostrar coherencia porque nadie la espera: puede hacer una cosa y su contraria, incluso las dos a la vez, sin provocar más irritación que la que ya despierta. Todo el mundo está ya acostumbra­do a sus bandazos y tiene poco que perder con una intención de voto estimada en torno a los cien escaños. Está dispuesto a forzar una crisis constituci­onal si el acuerdo sobre la cúpula de la justicia sigue encallado y tal vez se reserve un golpe de efecto para cuando salve el último trámite presupuest­ario. El próximo año.

Es lo que más teme la oposición: una maniobra final, un truco de malabarism­o político antes o inmediatam­ente después de las municipale­s de mayo. Una oferta de coalición o de integració­n a Yolanda Díaz seguida –o precedida– de una ruptura con Podemos. La enésima impostura para ‘vestir’ la presidenci­a del semestre europeo con un fingido giro al centro y tratar de frenar la fuga de sus votantes desengañad­os o escépticos. Con eso ya no podría convencer a quienes le han retirado el crédito pero sí disputar la prima que el sistema de Hont concede al primer puesto en los distritos más pequeños. Y aun así sólo tendrá alguna posibilida­d si el PP traslada su confusión al electorado. Si olvida que la política es un estado de ánimo y empieza a contagiar el temor al fracaso. Si deja de creer en las expectativ­as que ha levantado y se encuadra él solo en el marco de inferiorid­ad e incertidum­bre donde su antagonist­a quiere encerrarlo.

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