ABC (Andalucía)

El voto hispano se aleja también de los bastiones demócratas

∑Durante décadas, los demócratas han dado por hecho que controlan el voto de los hispanos. Incluso en sus principale­s feudos, como el sur del estado de Texas, se están entregando a los republican­os

- JAVIER ANSORENA ENVIADO ESPECIAL A MCALLEN (TEXAS)

Texas ha sido desde hace mucho el sueño húmedo de los analistas electorale­s demócratas. La evolución demográfic­a en EE.UU., con cada vez más votantes hispanos, les permitiría pintar con el azul de su partido a estados de fuerte implantaci­ón republican­a.

El plan: los demócratas conseguirí­an una coalición imbatible –población urbana, votantes con estudios universita­rios y el músculo creciente de los hispanos– que les consagrarí­a en el poder durante décadas. Era algo que de alguna manera había conseguido Barack Obama en sus victorias de 2008 y 2012 y que solo se fortalecer­ía con el tiempo. Texas, el segundo estado del país en población y PIB y donde los hispanos se acaban de convertir en el grupo de población más grande (40,2%, frente al 39,4% de los blancos no hispanos), sería una de sus primeras grandes conquistas.

En el Valle del Río Grande, el enclave más hispano de la primera potencia mundial, en la esquina sur de Texas y a lo largo de la frontera con México, ese sueño puede convertirs­e en pesadilla este martes. «La gran mayoría de aquí éramos demócratas», dice Andrea Balboa, que acaba de depositar su voto de forma anticipada en el ayuntamien­to de Hidalgo, una localidad en la frontera, donde los vecinos caminan y pasean a la sombra de la valla que separa dos mundos, México y EE.UU., indistingu­ibles a simple vista. «Ya no», completa Balboa.

El primer susto para los demócratas fue en julio, cuando la republican­a Mayra Flores ganó una elección especial para un escaño a la Cámara de Representa­ntes del Congreso que quedó vacante.

Los campos de cultivo y las explanadas atravesada­s por autopistas de esta región, que tiene tres distritos para la Cámara Baja, no habían enviado a un republican­o como diputado desde el ya lejano año de 1871.

Flores lo hizo con un mensaje directo, en las antípodas del que ventilan los demócratas, pero que está más cerca de muchos hispanos: ‘Dios, familia y país’. Y con una historia personal que entronca con este electorado, donde más del 80% de la población es hispana. Flores nació al otro lado de la frontera, en Tamaulipas –es la primera diputada de la historia del país nacida en México–, y se mudó al valle con su familia a los seis años. Los anuncios de su campaña suenan por las radios de las rancheras y recuerdan cómo recogió algodón con sus padres y que el «trabajo duro» le llevó hasta la ciudadanía y, ahora, hasta el Congreso.

Su rival ahora en la elección es el diputado demócrata Vicente González, en el Congreso desde 2016 y que se ha cambiado de distrito este año. «Flores ganó porque solo votó el 7% de la población», asegura el congresist­a a este periódico sobre esa elección especial. «Aquí siempre ha ganado el partido demócrata y este año será por más», pronostica, sin el apoyo de las encuestas. Pese a que el nuevo diseño de los tres distritos del valle da ventaja a los demócratas –para favorecer a los republican­os en otros–, solo uno de ellos parece inclinarse a su favor mientras que los otros dos –incluido el que disputan González y Flores– están en el aire.

Inyección de dinero

El pasado julio Mayra Flores, republican­a, ganó un escaño en una votación especial para la Cámara de Representa­ntes

«Los republican­os de extrema derecha están tratando de comprar elecciones», dice el demócrata sobre la inyección multimillo­naria desde otros estados para anuncios, que asaltan a los vecinos cada vez que prenden la pantalla. González acaba de asistir a un mitin de Beto O’Rourke, candidato demócrata a gobernador de Texas, en Harlinger, una pequeña localidad del condado de Cameron.

De hecho, Beto –su nombre de campaña es también un intento de atraer a los hispanos, en realidad se llama Robert Francis y es de origen irlandés– estuvo a punto de cumplir la profecía demócrata de dar un vuelco a Texas. Casi tumba en 2018 al senador Ted Cruz, peso pesado republican­o a nivel nacional, lo que le convirtió en

«La gran mayoría aquí, en el río Grande, éramos demócratas, ya no», asegura Andrea Balboa, tras depositar su voto

una estrella. Esa derrota épica hizo creer a los demócratas texanos que ‘sí se puede’.

En realidad, la dinámica política de los hispanos avanzaba por otros derroteros, en Texas y más allá. Donald Trump, que llamó «violadores» y «criminales» a los mexicanos que cruzan la frontera y que mantuvo una política dura contra los inmigrante­s indocument­ados, no hizo perder votos hispanos a los republican­os. Al contrario: su apoyo en el voto hispano pasó del 29% en 2016 al 32%. En las principale­s ciudades del valle –Laredo, McAllen y Brownsvill­e– el apoyo al multimillo­nario neoyorquin­o pasó del 20% al 30%.

«Aquí se ha dado por hecho que el voto hispano es demócrata», protesta Hilda Garza, dirigente del partido republican­o en el condado de Hidalgo. «Y yo creo que inherentem­ente es republican­o», asegura desde la sede en la ciudad de McAllen, entre carteles de candidatos y banderas de EE.UU. y de Texas.

Valores tradiciona­les

El voto demócrata no es monolítico –algo que los demócratas parecen olvidar con frecuencia– y no tiene nada que ver un cubano de Miami, con un puertorriq­ueño del Bronx o un ‘tejano’ de McAllen.

«Los valores de fe, de familia, de trabajo nos alinean aquí más con el Partido Republican­o», defiende

Garza sobre una comunidad de fuerte tradición católica. Los votantes perciben que el discurso demócrata se centra mucho en asuntos que no les interesan –agenda ‘woke’, cambio climático– y descuida sus prioridade­s, explica. «No creo que un hispano del sur de Texas vea esto y diga que está bien», dice y muestra en su teléfono imágenes de altos cargos transgéner­o del partido demócrata.

Importa la economía, como en todo el país. Pero también lo que ocurre en la frontera, donde este año se ha batido el récord de detencione­s de inmigrante­s indocument­ados, más de dos millones. «Muchos de los que ahora votamos a los republican­os es por eso», dice Balboa, que es maestra y que teme que sus hijos adolescent­es se vean influidos por los carteles o las pandillas centroamer­icanas.

Carlos Cardoza reconoce que parte del cambio de actitud tiene que ver con que la gran mayoría de los inmigrante­s ya no son mexicanos. Desde hace años, llegan de forma masiva desde Centroamér­ica. Y en los últimos tiempos, desde Venezuela o Haití. «Los veo poner escaleras y saltar la valla», dice este jubilado de 65 años de Granjeno, un pueblito de casas bajas, pegado al muro, con gallinas y perros por la calle y un cementerio coqueto lleno de flores de colores por el Día de los Muertos. Él es votante demócrata y no va a cambiar. «Pero mis hijos ya votan republican­o», reconoce. «Es un cambio generacion­al».

 ?? // EFE ?? Hispanos de Texas protestan contra la politica de inmigració­n
// EFE Hispanos de Texas protestan contra la politica de inmigració­n
 ?? ??
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain