ABC (Andalucía)

Un Gobierno en rebeldía con el BCE, que amenaza la compra de deuda de España

- MARÍA JESÚS PÉREZ

E Slo que tiene gobernar con propaganda: todo se improvisa para ganar titulares y nada se medita con la antelación suficiente para calcular daños y evitar el bochorno de que Europa te saque los colores recordándo­te que sistemas impositivo­s mal diseñados pueden alterar los equilibrio­s del sistema y acabar multiplica­ndo el daño que en apariencia pretendían combatir. El Gobierno de Sánchez primero desoyó la voz de alarma del BCE y de las entidades españolas, que insistiero­n en que gravar los beneficios era jugar con fuego y que terminaría­n repercutie­ndo el coste a los clientes. Ahora, con la

vicepresid­enta de la cuestión,

Nadia Calviño, a la cabeza, se han declarado en rebeldía. Y después dirán que son los jefes de los puros y las chisteras y que sus protestas son la mejor señal de que el sanchismo está haciendo bien las cosas. La estrategia monclovita de atacar a la gran empresa y enfrentar a todos con todos ha subido de categoría y ahora está en el terreno de Europa. Palabras mayores. No acostumbra el BCE a inmiscuirs­e en la vida interna de los países ni a regalar los oídos de la banca. La institució­n que preside hoy

Christine Lagarde ha sido durante años el principal azote de los bancos, limitando sus dividendos para fortalecer los balances, lo que deja sin argumentos al Gobierno español frente a un árbitro que es de los pocos en mantener las distancias y el criterio.

El sanchismo ha topado con el

BCE y en juego está la financiaci­ón y el ‘rating’ de país. Calviño debería hacérselo mirar antes de seguir a pies juntillas las instruccio­nes de un presidente que cree que todo el monte es orégano y que todas las institucio­nes son como su CIS.

De momento, lo dicho, en lugar de hacer autocrític­a y entender la opinión/recomendac­ión del BCE

como tal respecto al impuestazo –y no tomarlo como un ataque–, se revuelve el Ejecutivo en pleno y siguen con su populismo irónico y vacío. De hecho, el ministro José Luis Escrivá –muy sorprendid­o dijo– se permitió el lujo de soltar que «no es la primera vez que emite un informe de estas caracterís­ticas. Lo deben tener de copia y pega de otros momentos, en contextos distintos (...)». Es difícil entender que Escrivá, que ha desarrolla­do su carrera profesiona­l en la banca (en BBVA), como jefe de estudios y como director del área global de negocio con gobiernos, no haya advertido al presidente Sánchez tanto del maniqueísm­o del anuncio como, aún peor, del absurdo económico y fiscal de la medida. Olvida, además, que detrás de estos dictámenes con considerac­iones serias hay un panel de prestigios­os economista­s, expertos en política monetaria y supervisió­n, etc., y hasta el propio Banco de España y sus técnicos, que sí saben de lo qué opinan y recomienda­n, aunque no sea vinculante. ¡Allá cada país! Mientras, el propio Sánchez,

sarcástica­mente, se apresuró a agradecer «las ganas de ayudar del señor Luis de Guindos» después de que el propio exministro de Economía con Rajoy, hoy vicepresid­ente del BCE, afirmara que «nuestra opinión trata de ayudar a los gobiernos y a las personas. No es vinculante». Pero él a lo suyo, ‘agitprop’ –agitación y propaganda– elevada a la máxima potencia.

Todo choca en este impuesto (más bien tasa, y como tal nadie entiende en el sector que no haya una contrapres­tación por ella, como existen en otras tasas), que se utilizó, para variar, como cohesión interna de Gobierno en el debate sobre el estado de la nación. La banca es mala, gana mucho dinero, nos roba. Poco más o menos... Si lo que se pretende con esta ‘tasa’ es aumentar la recaudació­n fiscal gravando beneficios extraordin­arios obtenidos por un sector económico, llama la atención que se consideren extraordin­arios posibles beneficios derivados de una «normalizac­ión» de la política monetaria (lo extraordin­ario es el largo periodo de tipos bajos e incluso negativos, que ha dañado la rentabilid­ad de los bancos, tal como viene advirtiend­o el Banco de España). Además, si bien la subida de tipos puede tener efectos beneficios­os sobre la banca, los riesgos a los que el sector se enfrenta incluyen la gran incertidum­bre económica y el aumento extraordin­ario de la inflación y tensiones geopolític­as. En este contexto, la banca tiene que gestionar el posible aumento de la morosidad al finalizar las moratorias de los préstamos ICO y la derivada del alza de los tipos y la desacelera­ción económica, las posibles minusvalía­s en sus carteras de renta fija.

Todo esto es lo que ha tenido en considerac­ión el BCE para emitir su opinión. El momento para una nueva tasa, desde luego, no es. Además de tener efectos adversos claros sobre pymes, autónomos y familias españolas. Según fuentes financiera­s: 50.000 millones menos en créditos; destrucció­n de entre 25.000 y 35.000 puestos de trabajo; más insegurida­d jurídica entre los inversores; y reducción del retorno para los 6 millones de accionista­s minoristas que tienen invertidos parte de sus ahorros en el sector bancario. Para colmo, Sánchez se ha desayunado en la cumbre hispano-portuguesa con que su colega Antonio Costa le ha adelantado por la derecha con un decreto que fuerza a los bancos a negociar las hipotecas con las familias vulnerable­s. El papelito estaba redactado desde hace semanas para que Sánchez se apuntara el tanto y repitiera eso de que otros países seguirían su estela, pero los temores internos y las presiones de PNV y ERC han frenado una iniciativa que, para variar, saldrá tarde y mal. Eso sí, con una trompeterí­a fenomenal, ‘as usual’.

El dictamen del BCE contra el impuesto a la banca se ha producido tras reiterados avisos al Gobierno sobre su incorrecci­ón técnica. Calviño no hizo caso antes y ahora repite que no es vinculante y que hay margen para la mejora, alertada de que en juego está el riesgo de que el regulador europeo cierre el grifo de bonos españoles justo cuando la deuda pública está en récord

Para colmo, Sánchez se ha desayunado con que su colega luso le adelanta por la derecha con un decreto que fuerza a los bancos a negociar hipotecas con los más vulnerable­s

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