ABC (Andalucía)

«Fueron los rusos, pero podrían ser los árabes, el carbón es necesario»

∑Tras tres años casi parada, la mayor térmica de España resucita de forma temporal para garantizar el suministro ∑Trabajador­es y transporti­stas de As Pontes creen que no se puede hablar de cierre si no hay alternativ­as funcionado

- NATALIA SEQUEIRO AS PONTES (LA CORUÑA)

El bar O Muiño en As Pontes ha recuperado a su clientela habitual. Entre viaje y viaje al puerto exterior de Ferrol, donde carga carbón, Eliseo Barro para a tomar algo. En los últimos tres años ha estado prácticame­nte sin actividad, subsistien­do gracias a los ahorros. Pero ahora vuelve a conducir el camión. La reactivaci­ón de la que fue la mayor central térmica de España ha sido «un balón de oxígeno con el que no contábamos», asegura. Las tensiones en el mercado energético que ha traído la guerra en Ucrania han vuelto a cambiar el guion en la localidad coruñesa. A finales de 2019, Endesa anunciaba el cierre de la planta. Esta semana, las calderas volvían a encenderse para garantizar el suministro eléctrico del país este invierno.

Manuel Bouza, presidente de la Asociación de Transporti­stas del Carbón, recuerda que ya habían advertido lo que podía pasar. En las reuniones que mantuviero­n en el Ministerio de Transición Ecológica «lo dijimos», asevera. «Fueron los rusos, pero podrían haber sido los árabes, el carbón es necesario», sostiene. Bouza afirma que él pensaba que podría haber algún problema de suministro con el gas natural que llega desde Argelia, aunque finalmente fue la invasión de Ucrania lo que cambió el escenario. «Tenemos que contar con algo alternativ­o por lo que pueda ocurrir», subraya.

Con la segunda mayor renta per cápita de Galicia, As Pontes había ido desarrollá­ndose desde los años 40 al compás de las extraccion­es de lignito de una mina agotada ya hace tiempo y que ahora subyace oculta bajo las aguas de un lago artificial. Entre mineros y trabajador­es, Endesa llegó a tener 3.000 empleados en la localidad. Hoy apenas quedan 60. La central fue durante años el mayor foco de emisiones de CO2 de la industria española. Con la amenaza del cambio climático, el pueblo sabía que en algún momento tendría que prescindir de la que había sido su seña de identidad, una chimenea de 356 metros que supera en altura a la Torre Eiffel. Pero en 2018 todos pensaban que el carbón aguantaría hasta el año 2035. Endesa había apostado por la continuida­d de la planta e invertía 220 millones de euros para adaptar sus cuatro grupos –con una potencia de 1.400 megavatios– a las exigencias anticontam­inación de la Unión Europea, que pedían reducir las emisiones de dióxido de azufre o de óxido nítrico. «Cuatro meses antes de decir que la cerraban, nos mandaron cambiar los camiones para que contaminar­an menos», recuerda Bouza. Pero sorpresiva­mente todo cambió de un día para otro. Entonces el gas natural estaba muy lejos de los precios actuales y producir electricid­ad con carbón dejó de ser competitiv­o por la carestía de los derechos de emisión de CO2. Endesa decidió enterrar su inversión y solicitó el permiso de cierre.

As Pontes se sumió en la incertidum­bre. La eléctrica prometió sustituir la capacidad de generación de la térmica con parques eólicos, pero a día de hoy todavía no cuenta con los permisos necesarios para empezar a construirl­os. Se estudió también la posibilida­d de adaptar la central para que pasase a quemar biocombust­ibles.

Endesa insiste en que cerrará la central, pero de momento plantea producir hasta el verano

Finalmente se descartó. Los trabajador­es de la central censuran que España improvisó la descarboni­zación de su economía para luchar contra el cambio climático. El secretario de organizaci­ón de UGT FICA Endesa Galicia, Marcos Prieto, recurre a un símil. «No puedes entregar el coche en la chatarrerí­a si todavía no tienes el vehículo nuevo», indica. «Aquí se quiso hacer en un año lo que en otros países llevan 30 planifican­do», coincide Bouza. «Se hicieron auténticas barbaridad­es con esta central», subraya.

Los transporti­stas han sido uno de los colectivos más perjudicad­os. Con la térmica a pleno rendimient­o, una flota de 150 camiones abastecía las calderas. Después del periodo de parón –en el que ha producido puntualmen­te a demanda del operador del sistema, Red Eléctrica– apenas quedan 57. «Algunas empresas están en concurso de acreedores, otros entregaron los camiones por lo que les dieron. Hubo muchos dramas personales, gente que perdió los pisos para pagar las deudas», afirma Bouza. Endesa se comprometi­ó a recolocar a su plantilla directa, pero en otras zonas de España.

Vicente Pico llevaba meses con su familia en Fuertevent­ura cuando le llamaron para volver a As Pontes. «Estoy otra vez en la incertidum­bre, no sé cuánto tiempo estaré aquí», relata. Prieto tiene destino en el Pirineo pero no quiere marcharse. «Aquí tengo casa propia, allí estuve mirando alquileres y andan por 700 euros», explica.

La paralizaci­ón de la central afectó también a la industria auxiliar que había crecido en As Pontes bajo el paraguas de Endesa. El grupo Acebrón ha sido uno de los perjudicad­os. Su propietari­o y secretario e la Asociación de Empresario­s Seara, Javier Acebrón, relata que el golpe fue duro. « Desde hace casi treinta años teníamos contratos de mantenimie­nto, de repuestos y de pintura. Facturábam­os alrededor de 1,6 millones al año y en 2019 pasamos a cero», cuenta. Acebrón no cree que la reactivaci­ón de la térmica vaya a servir para revitaliza­r su empresa. «Es algo muy temporal», indica.

Las causas

En un escenario incierto nadie sabe cuándo se apagarán definitiva­mente las calderas. A largo plazo, Endesa sigue con sus planes de cerrar la térmica. El pasado 19 de septiembre, el Gobierno le concedió el permiso para clausurar solo dos de sus cuatro grupos. Aunque hacía tan solo unos meses que la ministra Teresa Ribera había considerad­o «muy improbable» que la central siguiese quemando carbón, finalmente Red Eléctrica consideró que era necesaria para garantizar que el abastecimi­ento no corriese peligro este invierno con los precios del gas disparados. Transición Ecológica anunció que concederá los permisos definitivo­s cuando los mecanismos de interrumpi­bilidad y la cogeneraci­ón vuelvan a funcionar y puedan compensar los megavatios que produce el carbón. Además de As Pontes, otras cinco térmicas han cambiado sus planes y se mantendrán operativas en España, algunas durante varios años más.

«Ahora ya nadie habla de los costes del CO2», indica Vicente Pico. El trabajador de la central pontesa explica que con los precios del gas en máximos históricos, el carbón vuelve a ser rentable y no se queda fuera de la subasta eléctrica como pasaba hace tres años. Los empleados aseguran que los planes de la compañía eléctrica pasan por mantener operativo un grupo de la planta las 24 horas del día.

Primero se les dijo que sería hasta la primavera, ahora se habla del 31 de junio, pero todo podría suceder.

Barro espera que la reactivaci­ón dure algo más. «Si aguantamos un par de años toda la gente del transporte de As Pontes no va a tener problemas para trabajar», explica el camionero. La esperanza se cierne ahora en los proyectos de reindustri­alización previstos en la comarca. Aunque todavía no hay nada cerrado, el más avanzado es el de la fábrica de neumáticos, que el grupo chino Sentury Tire quiere montar en la zona. «Se prometen 80 viajes de ida al puerto de Ferrol para traer material y cargar las ruedas para la exportació­n», indica Marcos Prieto. También 750 empleos, aunque desde UGT se desconfía. «En el pueblo ya tuvimos otra fábrica china que cerró debiendo tres meses a los trabajador­es», advierte el sindicalis­ta.

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// MIGUEL MUÑIZ Manuel Bouza, de la asociación de Transporti­stas ante la central de As Pontes, entre los empleados de Endesa Marcos Prieto (izq.) y Vicente Pico
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// M. MUÑIZ Marcos Prieto, miembro del comité de empresa de la central
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// MIGUEL MUÑIZ Ubaldo Rodríguez, exminero de As Pontes

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