ABC (Andalucía)

El tercer escritor que nació de Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares

La editorial Lumen publica la obra completa en colaboraci­ón de ambos autores

- KARINA SAINZ BORGO MADRID

Se conocieron en 1932, en una reunión en casa de Victoria Ocampo. Jorge Luis Borges, residencia­do en Europa durante más de una década, había regresado a Argentina con la impronta de sus lecturas de Victor Hugo, Baudelaire o Flaubert, así como de las vanguardia­s. Adolfo Bioy Casares tenía 15 años menos y aún estaba por escribir ‘La invención de Morel’.

Así comenzó una amistad que duró más de 50 años y a la que la historia de la literatura debe uno de sus mejores laboratori­os creativos. De ese encuentro da cuenta ‘Alias’, un volumen publicado por Lumen con prólogo de Alan Pauls, en cuyas páginas reúne la obra completa en colaboraci­ón de ambos. Hay quienes dicen que Borges es una invención de Bioy Casares. No en vano, el autor de ‘Ficciones’ lo describió como su maestro. Fuese o no así, todo cuanto habrían de vivir y escribir juntos está atravesado por un sentido paródico, pero, sobre todo, por una mirada distinta sobre el mundo.

Su primera colaboraci­ón, que reaparece en esta edición de Lumen, fue un folleto encargado por una conocida marca de productos lácteos, La Martona, que pertenecía a la familia Casares. Al legajo lo titularon ‘Leche cuajada’, y en este glosaron hasta las virtudes del yogur, pero, sobre todo, echaron mano del sentido del humor como principal motor de su amistad y su actividad literaria. «De Shakespear­e a Manucho Mujica Lainez, de Sábato a Goethe, de James Joyce a la señora Bibilioni de Bullrich, Borges y Bioy se reían absolutame­nte de todo y de todos, como de cuadros de honor que, hartos de hacer buena letra, ceden a la impunidad que les promete alguna autoridad suprema, se arrancan las máscaras y prenden el ventilador», describe Alan Pauls en el prólogo, que reúne más de una decena de títulos firmados por Borges y Bioy con los pseudónimo­s Bustos Domecq y Suárez Lynch. De aquel tándem surgieron libros de relatos, argumentos y guiones de cine, entre ellos ‘Los orilleros’, ‘El paraíso de los creyentes’,‘ Invasión’ y ‘Los otros’.

La bibliograf­ía conjunta incluye también artículos periodísti­cos, ediciones anotadas, traduccion­es y algunas de las antologías canónicas del siglo XX: ‘Antología de la literatura fantástica’, que escribiero­n con Silvina Ocampo; ‘Los mejores cuerpos policiales’, ‘Cuentos breves y extraordin­arios’, ‘El libro del cielo y del infierno’, así como ‘Poesía gauchesca’. También alumbraron las coleccione­s editoriale­s ‘El séptimo círculo’ y ‘La puerta de Marfil’. «Hasta un libro ‘à deux’ a la manera de Boswell y Samuel Johnson, el Borges de Bioy, un diario de 1.100 páginas que consigna medio siglo de conversaci­ones con Borges, un cierre monumental de un ciclo iniciado en 1935», escribe Alan Pauls en el prólogo.

«Escribir el Mal»

Bustos Domecq y Suárez Lynch, los alias con los que Borges y Bioy formalizan la existencia del tercer escritor que resulta de ambos. Son mucho más que pseudónimo­s. Cada uno tiene una biografía propia. Domecq es el escritor experiment­ado y Lynch su pupilo y heredero. Al amparo de esa identidad, Borges y Bioy escriben lo contrario del credo que profesan. La digresión es su principal rasgo, así como una pulsión barroca que lo arrastra todo: intriga, temas, personajes y ambientes. Se trata de «escribir mal» o «escribir el Mal». «Releída muchos años después, esa escritura fuera de sí sorprende a Borges y a Bioy como lo que siempre fue: una obra alienada, a la vez festiva y extrema, compuesta en un trance de júbilo».

La editorial Alfaguara recupera uno de los libros más importante­s de la literatura fantástica argentina: ‘La invención de Morel’, escrito por Bioy Casares en 1940, y que marca el desarrollo de una obra que se despliega en el cuento, la novela, el ensayo, el diario, así como los trabajos en colaboraci­ón con Silvina Ocampo y Borges.

‘La invención de Morel’ es un libro hecho de muchos distintos, el gran clásico por el que se recuerda a su autor tantos años después. Narra la historia de un fugitivo que llega a una isla aparenteme­nte desierta tras una plaga de enfermedad­es y en la cual acaba encontrand­o a un grupo de personas que lleva una vida de constante reiteració­n. El fugitivo descubre que la reiteració­n es provocada por una máquina creada por un individuo llamado Morel, una alusión al doctor Moreau, el personaje de la célebre novela homónima de H.G. Wells. Consciente de que la máquina reproduce indefinida­mente las actuacione­s de una persona tras la muerte de esta, se graba durante 7 días. Inmortalid­ad, amor y soledad vertebran una trama de ciencia ficción. Para referirse a esta novela, Borges aseguró que no le parecía «una imprecisió­n o una hipérbole calificarl­a de perfecta».

«De Sábato a Goethe o James Joyce, Borges y Bioy se reían absolutame­nte de todo y de todos»

Bustos Domecq y Suárez Lynch son mucho más que pseudónimo­s. Al amparo de ellos escriben lo contrario del credo que profesan

Su primera colaboraci­ón fue un folleto para una marca de productos lácteos. El humor era el motor de su amistad

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// ABC Jorge Luis Borges (sentado) y Adolfo Bioy Casares
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