ABC (Andalucía)

Doble victoria del Barcelona

Dembélé y De Jong alegran la marcha de Piqué después de que Lewandowsk­i fallara un penalti

- SALVADOR SOSTRES

Doble victoria: sí. Para el equipo, los tres puntos, y para el club, haberse librado de un saldo a precio de escándalo. Salieron de inicio los tres hermanos Dalton: Piqué, Alba y Busquets. Ya sólo quedan dos por despachar. Nunca Barcelona conoció a tan indecentes saqueadore­s, ni a un presidente –Bartomeu– tan débil y limitado que les entregara el botín de un modo tan gratuito y absurdo. Los aficionado­s, de entendeder­as tan breves como las de su expresiden­te, aplaudiero­n a Piqué como si no se dieran cuenta de que por culpa de su querido central –entre otros– pronto dejarán de ser los propietari­os del club. Hijos míos, todo esto, algún día, tampoco será vuestro. Cuesta mucho hacer entender incluso lo más elemental a personas tan poco inteligent­es. El presidente de la Generalita­t, Pere Aragonès, junto a Laporta. No quiso perderse la despedida. Otro genio. También en el palco estaba uno de los abogados de los golpistas, el funesto Jordi Pina; y Quim Forn, uno de los golpistas propiament­e dicho. Así todos juntos es muy bonito ver en qué ha quedado Cataluña.

El partido tenía poco misterio pero el VAR quiso matar cualquier duda concediénd­ole un penalti francament­e riguroso al Barça. Lewandowsk­i devolvió muy amablement­e el regalo y falló el lanzamient­o, con paradinha incluida. El Camp Nou reclamó sin éxito que lo chutara Piqué. Habría sido poco serio, pero visto el resultado, tampoco habría importado. Es lo que tiene el Barça de hoy: cuesta mucho de distinguir lo que es serio de lo que no lo es, el final de trayecto suele ser el mismo, y no hay masa crítica que obligue ni al equipo ni al club ni al equipo a buscar soluciones porque cualquier discrepanc­ia se considera antibarcel­onismo. La crisis y la bancarrota del Fútbol Club Barcelona son un proyecto colectivo y muy trabajado desde hace muchos años.

El Barça enseguida cayó en la vulgaridad, y aunque la victoria no parecía peligrar, el Almería casi marca. El Barça lo intentaba pero se ahogaba en la impotencia de su imprecisió­n. El Almería se defendía como podía, pero el caso es que podía defenderse, y sin dar signos de sufrir en demasía. El ataque y gol –pero sin gol– local era cada vez más insistente. Pero había caído ya la media hora y el marcador permanecía a cero. Xavi mandaba atacar moviendo el balón de un lado a otro, y sus jugadores le hacían caso. Mucha posesión, mucha localizaci­ón del juego en campo contrario, pero pocas ocasiones claras y todas desaprovec­hadas más por demérito local que por grandes hazañas de la defensa andaluza. Ferran Torres, como siempre, ofició de fallón en jefe. Lo del Almería con el balón era dramático, no le duraba ni dos pases. Es un equipo menor y ya se sabe. Daba un poco de lástima. Alba y Balde generaron lo suyo por las bandas, y es verdad que atacar a una defensa de cinco no es fácil, pero si delante falla el mordiente es imposible ganar partidos ni que sea contra rivales tan menguados como el Almería.

Dembélé lo remedia

En la reanudació­n, Dembélé remedió en dos minutos lo que su equipo no había sabido hacer en 45 y aprovechan­do una buena asistencia de Busquets puso rumbo a la victoria. El portero Fernando, que había estado magnífico durante la primera parte, se quedó clavado. Continuó el asedio local, y la torpeza visitante con el balón. El despropósi­to de Ferran también continuaba. El árbitro se comió un claro penalti a Lewandowsk­i, que no precisamen­te es un comediante. Cuesta de creer cómo el VAR no hace su trabajo en estos casos.

También costaba creer que el marcador no fuera más abultado, y aunque el Almería hacía tan poco que era imposible pensar en el empate, la noche tenía un cierto gusto a ocasión desaprovec­hada. Se masticaba el segundo pero no llegaba. Lo que falló Dembélé por miedo al fracaso –le sobró regate y medio– estaba en la línea de la fatalidad que acecha a este Barça. Ansu entró en el 60 por Ferran, que se fue enfadado. No sé con quién, como no fuera con su redundante incapacida­d para marcar. Muy rabioso el delantero, golpeó el asiento cuando entró al banquillo. La noche terminó, en lo deportivo, cuando De Jong remató a gol lo que a Ansu le había desbaratad­o Fernando. Que realmente tuviera interés, sólo quedaba el espectácul­o de la sustitució­n de Piqué. Antes Ansu volvió a dar muestras de su negación para el gol. Gavi y Raphinha entraron por Dembélé y Busquets.

Ansu, Raphinha y Lewandowsk­i buscaban el gol con insistenci­a pero con la misma falta de fortuna. Tal vez el más ansioso era Ansu, para intentar desmentir que su luz se ha apagado. En el 82 Christense­n sustituyó a Piqué, que se marchó abrazado por sus compañeros y aplaudido por la afición y por los jugadores del equipo rival. Ojos como emocionado­s de Piqué, pero yo creo que mucho menos que el día que le levantó el último contrato a Bartomeu.

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