Unidad en él
Luis Enrique está cumpliendo una función: la de poder culpar a alguien de lo poco que ilusiona la selección. Es verdad que tiene ‘sus cosas’, que es raro que vayan los porteros del Brentford o el Brighton y no del United, que Eric García es un capricho que roza la perversión, que solo hay un nueve (y se llama Morata), y que Merino, Aspas, Canales o Nacho tienen mérito y categoría para acudir, pero incluso si lo anterior se corrigiera, España ilusionaría muy poco. Ningún niño se pegaría por estos cromos.
Tenemos una crisis de futbolistas. Producimos muchos jugadores buenos, correctos, medianos, apañados, fichables por cualquiera, versátiles, educados y con idiomas, pero todos responden a un perfil académico de ciudad deportiva. Hay pocos ‘cracks’, pocos genios callejeros, pocos portentos físicos y los que pudiera haber por físico o ángel (Williams o Fati) están. Luis Enrique sí se abre a lo potencialmente extraordinario, pero hay muy poco de eso, y ante el panorama toma una decisión de carácter: se sube al andamio, se eleva sobre el conjunto e instala en los futbolistas transmisores para teledirigirlos. Dado que solo tenemos talentos moderados, Luis Enrique decide hacer del vicio virtud y convertir la selección, que sería una más, en un bloque con firma, una unidad en él, un equipo de autor, una secta en 4-3-3.
Y en esa autoría hay mucho concepto mudo. Hay una comunicación entre generaciones, desde Busquets hasta Fati pasando por Koke, y una columna vertebral de estilo en los tocadores culés que se adereza con brío mediterráneo, la fuerza cholista de Koke y Llorente y jugadores muy rápidos arriba porque al ataque español habrá que juzgarlo por cómo defiende y a la defensa por cómo ataca.
Dentro del personalismo del míster hay que distinguir: algunos jugadores son arcilla en sus manos, pivotes intercambiables, como ver a un equipo japonés; otros son apuesta futbolística, lo que España presenta al mundo: Pedri y Gavi. En el mediocampo está la idiosincrasia, aunque abunda el ritmo y la finura dependerá de Pedri (hay un nueve y un Pedri).
Nostálgicos de Sudáfrica, podríamos volver al quijotismo y la indefinición, pero el seleccionador ha decidido evolucionar agarrándose a lo que queda del toque, actualizando una furia asturiana basada en el yo. España será como era él: correosa, dura, polivalente y confiable. Luis Enrique se ha hecho selección. Aunque ella es un poco más simpática.