Landero y el humor
A Landero le han concedido un premio de ringorrango y no podemos sino alegrarnos
LANDERO sirve para leer, releer y luego releer otra vez porque supone el rayo irónico que te alimenta más y mejor que el café con leche matutino mientras la pertinaz legaña atribula tus ojos. En esta España nuestra siempre amarrada al arrebato meridional del que tanto se quejaba Pla, la prosa de Landero te inyecta la dosis de humor necesaria para afrontar las jornadas donde el garrotazo de la petulancia, agazapado tras cualquier esquina felona, te arroja contra el precipicio del marrón insípido, del tedio perruno y del muermo apocalíptico.
«La ironía y el humor dan distancia», le dijo a Bruno Pardo Porto en magnífica entrevista aquí mismo el otro día. Sí, esto es un hecho. Sin ironía, sin humor, tan sólo somos zombis de bamboleo frustrado, grillos que estridulean histéricos en su viaje a ninguna parte, resentidos de salón instalados en la queja, ofendiditos de piel fina y neuronas grasientas. La diferencia entre una persona con requiebro de humor y daga irónica frente a una que gasta pompa, boato y pedantería, es la misma que encontramos entre las melodías de ascensor de Ray Conniff y la música de Coltrane, o entre la prosa de Stendhal y la de Sven Hassel (y conste que una ración loca de Sven, a veces, también apetece por aquello de nutrirnos de estimulante mugre), o entre la brujería artística de un futbolista como Mágico González y la saña repugnante de un leñero rompepiernas. Necesitamos leer y releer a Landero porque disfrutamos con las trapisondas que sacuden a esos personajes suyos incrustados en tramas delirantes y deliciosas que representan la pura y absurda vida que jalona nuestro devenir cotidiano. Leer y releer a Landero cuando andamos bajos de forma y raquíticos de fondo produce un efecto vigorizante y gozoso como el primer golpe de agua que brota desde la alcachofa de la ducha y que cicatriza, siquiera un poco, la resaca de la noche anterior. A Landero le han concedido un premio de ringorrango y no podemos sino alegrarnos. Ponga algo de Landero en su mesa. Tonificará su salud.