CRISIS DE LIDERAZGO EN EE.UU.
El resultado de las recientes elecciones ha confirmado a Biden como antídoto de Trump, y si este se vuelve a presentar el futuro del país seguirá entregado al pasado
LAS recientes elecciones en Estados Unidos han decidido quiénes mandarán en el Congreso y en los 36 estados que elegían gobernadores, pero no han hecho más que oscurecer el horizonte de la Presidencia del país que deberá zanjarse a finales de 2024. Ninguna de las opciones que están hoy sobre la mesa, tanto por parte de los demócratas como de los republicanos, permite aventurar un desenlace fácil en la que es la democracia constitucional más antigua del planeta, aquejada, sin embargo, de una altísima polarización.
Joe Biden ha manifestado que desea presentarse a la reelección. Ya era el presidente de más edad de la historia cuando asumió el cargo a los 78 años, y será el mas anciano que se presente a un segundo mandato. Sus cada vez más frecuentes despistes hacen que proyecte más incertidumbre que pasión entre sus propios seguidores. Debido a su baja aprobación, nadie esperaba el buen resultado de las últimas elecciones, confirmado ya con la mayoría demócrata en el Senado, lo que le ha concedido un aura de hacedor de milagros. Muchos creen, además, que su falta de dinamismo es el contrapunto perfecto en la Casa Blanca frente a un Donald Trump hiperactivo. Pero la apuesta por la reelección de Biden es de alto riesgo para el Partido Demócrata. Si en los próximos dos años sus capacidades se ven mermadas, no está claro quién podría sucederle como candidato. La primera opción es Kamala Harris, pero la vicepresidenta es vista como un suicidio por algunos demócratas. Descartada Harris, los demócratas tendrían que empezar a buscar entre candidatos como Pete Buttigieg o Gretchen Whitmer. El primero es el secretario de Transportes
de Biden, con un perfil muy apreciado por el ‘establishment’ demócrata. La segunda es la gobernadora de Míchigan, que acaba de revalidar su puesto con una amplia victoria. Hay más nombres en el bando demócrata, entre ellos Amy Klobuchar, la senadora de Minesota.
En el bando republicano las cosas tampoco están claras. Esta semana, Donald Trump ha convocado a sus seguidores para un anuncio importante. El expresidente pensaba lanzar su campaña la semana pasada, pero el resultado electoral mostró que a los candidatos que apadrinó les fue peor que a otros. En cambio, uno de los políticos que detesta, Ron DeSantis, fue reelegido como gobernador de Florida por casi 20 puntos de ventaja sobre sus rivales. DeSantis ha transformado Florida en un estado firmemente republicano gracias, sobre todo, a su gestión más liberal de la pandemia y a su manera de afrontar las llamadas ‘guerras culturales’ (impuestos, clima, género). Para los republicanos no trumpistas es la gran esperanza para 2024. Sin embargo, Trump es mal enemigo: el día antes de la última elección, lanzó un ataque desproporcionado, intentando cortar sus aspiraciones presidenciales. Además de los golpes bajos de Trump, el problema de DeSantis es que es poco conocido fuera de Florida. Otros nombres que suenan en el bando republicano son el exvicepresidente Mike Pence, que frenó los intentos de Trump de ignorar el resultado de 2020, y el reelegido gobernador de Texas, Greg Abbott, que derrotó con facilidad a un candidato demócrata con mucha proyección.
Paradójicamente, las figuras de Trump y de un Biden convertido en su némesis no abren muchas esperanzas de un recambio en el liderazgo estadounidense que dé paso a un tiempo nuevo. Las recientes elecciones no han aclarado nada en ese sentido. El futuro más inmediato parece completamente entregado al pasado reciente. Nunca ha sido tan cierto en un país el proverbio de que solo el tiempo resolverá la cuestión.