#YoconAyuso

Como nos enseña la fábula, la zorra denigra las uvas que no puede alcanzar

E LTribunal Europeo de Derechos Humanos acaba de condenar al Estado español por vulnerar la libertad de expresión del profesor Miguel Ayuso. Hace nueve años, en el programa de debate cultural ‘Lágrimas en la lluvia’ que yo a la sazón dirigía, Miguel Ayuso, catedrático de Ciencia Política y Derecho Constitucional, ofreció un juicio académico –tan moderado y pertinente como todos las suyos– sobre la Constitución vigente y sus orígenes viciados. Para entonces, Ayuso ya había participado en otros programas de ‘Lágrimas en la lluvia’, dando constantes pruebas de un pensamiento profundo y sagaz, de una insuperable expresividad, de una erudición tan enciclopédica como amena, de un humor irresistible y, sobre todo, de una sabiduría capaz de percibir las cosas abarcadoramente, como sólo saben hacerlo los auténticos maestros.

Pero Miguel Ayuso, que además de profesor universitario era juez militar, estaba por entonces a punto de ser ascendido a coronel. Así que un puñado de compañeros mediocres, envidiosos y resentidos se confabuló para destruir su carrera. La milicia, que antaño fue una «religión de hombres honrados», es hoy tristemente refugio de las zurrapas más pútridas del Régimen del 78, gentes sin honor ni bizarría que aprovecharon la ocasión para organizar la cacería del hombre eminente al que odiaban con encono, porque su mera existencia los humillaba, como la existencia del armiño humilla al piojo. Y esta chusma piojosa, con la colaboración de la prensa más sectaria, aprovechó las críticas bien fundadas del profesor Ayuso a la Constitución para desatar contra él un proceso disciplinario lleno de irregularidades. Allí se probó la bajeza de los ‘compañeros’ que callaron ante la persecución, por hacer méritos ante los capataces del Régimen del 78; también la cobardía cipaya del ministro Morenés y sus mariachis peperos, que consintieron en castigar al justo por no enojar a la prensa progre; y, en fin, la canallería de los tribunales españoles, que despacharon las alegaciones justísimas del profesor Ayuso con resoluciones pedestres (el Tribunal Supremo, en un fárrago infumable) o indecorosas (el Tribunal Constitucional, en dos líneas sucintas).

El Tribunal de Estrasburgo acaba de enmendar la plana a toda esta patulea, condenando al Estado español al pago de una indemnización y reprochándole que no aplique las propias normas de esa Constitución que tanto adora, violando la libertad de expresión del profesor Ayuso. Una bofetada magnífica al Régimen del 78, que en su pataleta final ha querido injuriar otra vez al hombre eminente, tildándolo en sus tribunas de «militar ultra». Como nos enseña la fábula, siempre la zorra denigra las uvas que no puede alcanzar; y estas zorras lamedoras de las zurrapas del Régimen del 78 se consuelan denigrando a quien los contempla desde una atalaya inalcanzable. Pero ya nos advertía Cernuda que ciertos insultos, por su procedencia, deben considerarse «formas amargas del elogio». A joderse tocan, guiris de mierda.