ABC (Andalucía)

Esposas discrimina­das

- LUIS

TODOS los días, en España, miles de esposas firman un papel que les presenta su marido, sin que pregunten de qué se trata, a no ser que se refiera a la venta del piso en el que viven. Pensaba en eso cuando me enteré de la noticia de que doña Rosalía Iglesias, esposa de Luis Bárcenas, había salido de la cárcel con dos permisos de cinco días. Fue condenada a 13 años. Y volverá a la cárcel, después del permiso. Recuerdo que Farruquito atropelló y mató a un peatón, huyó sin prestar auxilio y fue condenado a 3 años de prisión. Ya sé que son odiosas las comparacio­nes, pero en ocasiones pueden ilustrar las desigualda­des que la Justicia aplica, y que el sentido común de los que no somos juristas rechaza.

Doña Marta Ferrusola, que aparecía como la matriarca de la cueva de Pujol y los cuarenta ladrones, ya no está acusada por el juez. Se ve que ha tenido más suerte.

A doña Marcela Topor, esposa del prófugo Puigdemont, también le sonrió el azar, y la Diputación Provincial de Barcelona le paga 72.000 euros al año para que, una vez a la semana, haga un programa de televisión local, donde enseña inglés, y cobra por ello, se realice el programa esa semana o esté de vacaciones, o haya cambiado la parrilla. No hace mucho, en un pleno de la Diputación de Barcelona, Ciudadanos exigió que se revisara el contrato, pero los secesionis­tas y los socialista­s votaron en contra, lo que, afortunada­mente para ella, le asegura a doña Marcela sus ingresos regulares.

Doña Begoña Gómez también ha tenido suerte y, dos meses después de que su marido jurara el cargo de presidente del Gobierno, el IE cayó en la cuenta de los grandes méritos profesiona­les de doña Begoña, creó el Centro de África y la contrató como directora. Nunca pudo saberse la cuantía del contrato –segurament­e inferior a sus méritos– porque Moncloa consideró que era un secreto de Estado.

Doña Irene Montero, con menos suerte, siempre ha tenido que luchar con la sospecha de que una feminista tan radical como ella haya llegado a ministra por la imposición de su marido.

He visto una fotografía de la esposa de Luis Bárcenas, y tengo la impresión de que, en España, tener un marido político es peligroso, pero lo es de verdad si el esposo no es secesionis­ta o de izquierdas. Y me ha venido a la memoria aquella costumbre hindú en la que la viuda, tras la muerte del marido, también se arrojaba a la pira para morir. Estuvo vigente en la India hasta 1829, y fue prohibida por la colonizaci­ón inglesa. Si esa bárbara costumbre llegara a España, estoy seguro de que sólo se usaría con las esposas de miembros de partidos de centro o de derecha.

Tengo la impresión de que, en España, tener un marido político es peligroso, pero lo es de verdad si el esposo no es secesionis­ta o de izquierdas

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