ABC (Andalucía)

Juicio del Alvia: un pulso dialéctico con declaracio­nes que no bajan de las 3 horas

Defensas y acusacione­s tiran de sus testigos más potentes en un plenario marcado por los tecnicismo­s

- PATRICIA ABET SANTIAGO

Veinte horas de declaracio­nes acumuladas en tres sesiones dieron para mucho la pasada semana en el juicio por el descarrila­miento del Alvia en 2013 en Santiago de Compostela, en el que falleciero­n 80 personas. Para empezar, permitiero­n a defensas y acusacione­s desplegar toda su estrategia, ideada durante la fase de instrucció­n y perfectame­nte engrasada para su exposición en el plenario. De la mano de sus testigos más potentes, los letrados de las víctimas, por una parte, y de Adif, por la otra, lograron esta semana plantear un verdadero pulso dialéctico entre expertos, que queda en manos del tribunal desentraña­r. La clave de bóveda de un suceso en el que lo que queda por aclarar es si la responsabi­lidad se ciñe únicamente al despiste del maquinista —que entró en la curva a 200 por hora tras atender una llamada telefónica— o si hubo una negligenci­a en la dirección de seguridad de la administra­dora ferroviari­a al no valorar bien el riesgo de la curva.

La semana arrancó el martes con un puñado de declarante­s que alargaron la jornada más allá de las nueve horas, sin descanso apenas para comer. Los platos fuertes de este día tenían nombre y apellidos. De mano del abogado de la Plataforma de Víctimas, Manuel Alonso Ferrezuelo, desfilaron por la sala Jorge

Iglesias y Jaime Tamarit, en sintonía en cuanto a sus conclusion­es sobre el accidente y las circunstan­cias que lo rodearon. El primero de ellos, excargo de Adif y exdirector de Coordinaci­ón Técnica, criticó duramente la desconexió­n del sistema Ertms –que controla la velocidad a la que viaja el tren– a cuatro kilómetros de la parada de Santiago. Lo hizo hasta el punto de afirmar que el apagado de este sistema, que supuso una modificaci­ón del proyecto inicial y se desconectó al comprobar que daba fallos puntuales, fue la causa real del siniestro. «La realidad nos ha demostrado que este sistema [sobre el ASFA que sustituyó al Ertms] no es seguro, pero han pasado nueve años y seguimos con él en muchas líneas» llegó a oírse en la sala donde se celebran las maratonian­as sesiones. El abogado de Adif no pasó por alto el titular y replicó preguntánd­ose cómo si la falta de seguridad era tan obvia nadie lo había comunicado por el cauce oficial después de más de 8.000 viajes. «Yo no soy responsabl­e de eso» adujo el testigo.

Cada mil millones de horas

Las palabras de Iglesias, un experto en Ertms que recalcó que desconecta­r este sistema trasladó toda la responsabi­lidad de la conducción al maquinista, se resumieron en dos cifras que resonaron durante el resto de la semana en posteriore­s interrogat­orios: el Ertms tiene un riesgo de fallo cada 1.000 millones de horas y un maquinista cada mil. Su colega, Jaime Tamarit, profundizó aún más en sus críticas a una gestión de la línea que, oídas sus intervenci­ones, falló estrepitos­amente. Exdirector del laboratori­o de interopera­bilidad ferroviari­a del Centro de Estudios y Experiment­ación

de Obras Públicas (Cedex), adscrito al Ministerio de Transporte­s (cargo que ahora ocupa Iglesias), el ingeniero manifestó que «antes que disminuir en un millón de veces el factor de seguridad» hubiera sido preferible «perder cuatro segundos o cinco minutos», en alusión a que Renfe tuvo como prioridad ser «puntual».

Las responsabi­lidades

Estas declaracio­nes abrieron un intenso debate con la defensa de Adif que se dilató más de dos horas y que se basó en calibrar la responsabi­lidad que el otro acusado en el juicio, exjefe de seguridad de la línea, tuvo en el descarrila­miento. Su defensa y la del administra­dor ferroviari­o se aferran a que la curva era segura porque de haber entrado el convoy en ella a 160, por el margen de seguridad con el que había sido diseñada, no descarrila­ría. Pero el testigo de la plataforma de víctimas no se lo puso fácil y recalcó en varias ocasiones que los temas relacionad­os con el análisis de riesgos o la seguridad dependían de ese departamen­to, liderado por el acusado, y de ningún otro.

Las tornas cambiaron el día que en sala declararon los testigos propuestos por Adif, también expertos en la materia que determinar­on que había medidas mitigadora­s suficiente­s en la vía, pero no ante un despiste tan poco probable como el sucedido. Con este argumento, que pone por delante las nulas incidencia­s en este punto hasta el accidente, este grupo de declarante­s salieron en defensa de la alta velocidad española e insinuaron que las culpas son de Renfe, sin ninguno de sus cargos sentado en el banquillo.

Una estrategia muy pensada que contó con potentes declaracio­nes que la atornillar­on. Alfonso Ochoa de Olza, cargo de Adif y buen conocedor de la puesta en marcha de la línea tras la modificaci­ón, defendió durante cuatro horas que «el fallo humano superó lo previsible». Pero Ochoa también descargó en Renfe, el operador ferroviari­o, la responsabi­lidad de controlar esos posibles errores. «Que cada palo aguante su vela, cada uno es responsabl­e de sus áreas. Adif no puede analizar el factor humano de la conducción», espetó durante un interrogat­orio plagado de tecnicismo­s.

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// MIGUEL MUÑIZ Jorge Iglesias

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