Biden y Xi Jinping tratan de rebajar la tensión en la cumbre del G-20 en Bali
∑La cita pone sobre la mesa la guerra en Ucrania, la inflación, la crisis energética, la recesión y el cambio climático ∑La creciente polarización global gira alrededor de la nueva ‘guerra fría’ que enfrenta a Estados Unidos y China
Si hay un lugar capaz de calmar las revueltas aguas internacionales, es sin duda Bali. Esta paradisíaca isla de Indonesia, de playas de arena blanca con cocoteros y aguas turquesas, acoge mañana y el miércoles la que posiblemente sea la cumbre más crispada del G-20. Un foro que sienta en la misma mesa a las naciones más industriales y ricas de Occidente, como Estados Unidos, Reino Unido, Alemania o Francia, y a las principales potencias en vías de desarrollo, como China, la India, Brasil o Rusia.
Con opiniones y sistemas políticos de lo más diverso, sobre dicha mesa se pondrán importantes cuestiones como la guerra de Ucrania, la inflación, la crisis energética que se avecina, la amenaza de recesión, el calentamiento global y la creciente polarización global alrededor de la nueva ‘´guerra fría’ que enfrenta a EE.UU. y China. Para rebajar la tensión entre ambos países, que se han lanzado a una abierta hostilidad económica y política, sus presidentes, Joe Biden y Xi Jinping, aprovechan su presencia en Bali para reunirse hoy antes de que empiece la cumbre del G-20.
Aunque han hablado varias veces por videoconferencia, se trata de su primer encuentro personal desde que Biden llegó a la Casa Blanca en enero de 2020 y se produce tres semanas después de que Xi se perpetuara en el poder en el XX Congreso del Partido Comunista. Mientras este acude erigido en el mandatario chino más poderoso desde Mao, como demostró echando del Congreso al expresidente Hu Jintao, Biden viene reforzado por los resultados demócratas en las recientes elecciones a mitad de mandato, mejores de lo esperado.
Líneas rojas
Aunque han hablado por videoconferencia, se trata de su primer encuentro personal desde que Biden llegó a la Casa Blanca
Su mayor choque es Taiwán, la isla independiente ‘de facto’ que Xi ha prometido reunificar, por la fuerza si es necesario
Al margen de esta semejanza, las diferencias entre ambos son tantas, y tan grandes, que no se espera ningún acuerdo y hasta es posible que ni siquiera firmen una declaración conjunta. Pero solo el hecho de que se sienten a hablar cara a cara ya supone un avance y, como mínimo, servirá para que se pongan de acuerdo en lo que les enfrenta. O, como dijo Biden la semana pasada, «para marcar cuáles son nuestras líneas rojas». Antes de partir hacia las cumbres del clima en Egipto y de los países del Sudeste Asiático (Asean) en Camboya, explicó que lo quiere hacer cuando hable con Xi es «entender lo que él cree que es de interés nacional crítico para China y decirle lo que yo creo que es de interés nacional crítico para EE.UU., y determinar si entran en conflicto o no. Y, si lo hacen, cómo solucionarlo y que funcione».
Su mayor choque es Taiwán, la isla democrática e independiente ‘de facto’ reclamada por Pekín que Xi Jinping ha prometido reunificar, por la fuerza si hace falta. Para China, significa una cuestión tan importante que el verano pasado llevó a cabo sus mayores maniobras militares en el estrecho de Formosa en represalia por la visita de la presidenta de la Cámara de Representantes de EE.UU., Nancy Pelosi. Ante las amenazas de una hipotética invasión china, Biden ya ha airado varias veces a Pekín prometiendo que la Casa Blanca ayudaría militarmente a Taiwán. Una afirmación que sus asesores se han visto obligados a matizar asegurando que Washington no ha cambiado su «ambigüedad estratégica» sobre Taiwán ni su reconocimiento de la política de ‘una sola China’, pero insistiendo enérgicamente en el ‘statu quo’ actual y oponiéndose a que Pekín tome la isla.
A esta tensión militar se suma la reciente Estrategia de Seguridad Nacional publicada por EE.UU., que identifica