ABC (Andalucía)

John Willmoth

Director de la división de Población de la ONU ∑El demógrafo discute la llegada a los 8.000 millones de personas en el planeta y los desafíos y tendencias alrededor de este hito

- JAVIER ANSORENA CORRESPONS­AL EN EE.UU.

Mañana se cumple la fecha en la que la ONU predice —más de manera simbólica que exacta— que el planeta albergará a 8.000 millones de habitantes. El crecimient­o de la población, sin embargo, se ha ralentizad­o y, según las previsione­s de la propia organizaci­ón irá cayendo hasta hacer pico en la década de los ochenta de este siglo. Para 2030, seremos 8.500 millones de humanos en la Tierra, 9.700 millones en 2050 y alrededor de 10.400 millones en ese pico, donde se mantendrá en ese nivel hasta el final de siglo.

Las tendencias demográfic­as de las últimas décadas se acentuarán. China, el gran músculo de población, será sobrepasad­o el año que viene como país con más habitantes por India. Y el crecimient­o, como es habitual, se centrará en las regiones más pobres: el gran surtidor de población será el África Subsaharia­na, en un fenómeno que incrementa­rá los desafíos económicos, sociales y políticos del continente.

John Wilmoth es uno de los mayores expertos en demografía del mundo y dirige la división de Población de la ONU, después de haber sido catedrátic­o en demografía de la Universida­d de California en Berkeley. En esta entrevista con ABC, discute la llegada a los 8.000 millones de personas y los desafíos y tendencias demográfic­os alrededor de este hito.

—Llegamos a los 8.000 millones. ¿Es algo para celebrar o lamentar?

—Es algo que celebrar, sin duda, refleja que la gente vive más y con más salud. El crecimient­o de la población es algo bueno, porque vivimos más, porque se mueren pocos niños, porque la mayoría de la gente vive hasta los 60, 70 o 80 años. Por supuesto, hay problemas relacionad­os con el crecimient­o de la población, sobre todo cuando lo hace de forma rápida en algunos países. Pero lo fundamenta­l es que refleja uno de los grandes logros de la humanidad: la ampliación del periodo de vida y la casi eliminació­n de las muertes prematuras.

—¿Qué capacidad tenemos de alimentar, cuidar, transporta­r a más gente? ¿Cuántos humanos más puede acoger este rincón del universo?

—Depende de qué tipo de mundo quieres habitar. ¿Uno con mucho espacio personal, alejado de vecinos? ¿Con cuántas zonas de recreo o reservadas para la naturaleza? Y luego tienes que incluir conjeturas sobre qué nivel de desarrollo tendrá la agricultur­a y cuánto crecerá su productivi­dad. Más que todo eso, lo importante es ver qué podemos hacer en los países pobres con crecimient­o muy alto.

—¿Cuál es la dinámica en esos países?

—Es un desafío avanzar en el desarrollo económico y social de esos países, mejorar el acceso al trabajo, la educación, la salud, la alimentaci­ón o la esperanza de vida con una población que crece tan rápido. Y el hecho de ser países

❝ Cambios

«La política de un solo hijo de China ha provocado una inversión extrema de la pirámide de población»

con bajo desarrolla­do exacerba el crecimient­o demográfic­o: todo lo relacionad­o con el subdesarro­llo aumenta la natalidad: niñas sin educación, mujeres sin otra oportunida­d que criar hijos, pobreza.

—Entonces, si sabemos que en algunas regiones la población va a seguir creciendo con rapidez, ¿es inevitable que haya cada vez más pobreza?

—No creo que sea inevitable, aunque ese pueda ser el caso. Una preocupaci­ón al respecto es que se va a exacerbar la tendencia de que el crecimient­o se concentre en países pobres. Cuando el mundo pasó de los 7.000 a los 8.000 millones de personas, el 70% vino de países con ingresos medios o bajos. Pero la previsión es que en los próximos mil millones, el 90% provenga de esos dos grupos de países. Es muy importante enfrentars­e al problema de cómo va a vivir la próxima generación en esos países y asegurar de que no sea una generación perdida.

—¿Qué puede hacer el Norte, el mundo desarrolla­do, al respecto?

—Es una cuestión compleja. El Norte debe tener la obligación de ayudar al desarrollo económico y social de los países pobres y de proteger el medioambie­nte al mismo tiempo. Son muchas cosas. Una de ellas, la deuda que arrastran muchos países. Pero en cuestión de población, es ayudar a los países pobres a tener medios para controlar su natalidad. La natalidad está bajando a nivel mundial, la pregunta es cómo de rápido lo puede hacer. Sabemos que la población mundial parará de crecer hacia los años ochenta de este siglo.

—Se habla del ‘dividendo demográfic­o’, del beneficio que recibirán algunos países con crecimient­o de población, con mucha fuerza laboral de adultos jóvenes…

—En los países que crecen mucho hay un grupo de población muy grande de ese tipo, de entre 18 y 35 años. Pero también tendrán por debajo grupos mayo

res de niños. Lo que se necesita es que la natalidad decrezca durante algunas décadas, para obtener un incremento en el grupo de población en edad de trabajo respecto al total de la población. Y ahí es cuando ocurren oportunida­des de crecimient­o económico rápido. —Se intensific­a el contraste entre países desarrolla­dos con la población envejecida y países pobres que explotan demográfic­amente, ¿qué impacto tendrá en los movimiento­s migratorio­s?

—Quizás las sociedades desarrolla­das deberán adaptarse e incluir más en su fuerza laboral a grupos con menos presencia, como personas mayores de 65 años o mujeres. La migración internacio­nal es otra forma de enfrentars­e a ese envejecimi­ento. Otra cosa es que los países quieran cubrir esa demanda con migrantes, si estos tendrán esa oportunida­d.

—¿Cómo valora el experiment­o de China y su política de un solo hijo?

—Hablar de esto es siempre polémico. Las evidencias muestran que ya había cambios demográfic­os en el país y que la gente hubiera reducido su tasa de paternidad sin que se hubiera impuesto. Lo que hizo la política fue acelerar esos cambios y la natalidad cayó muy rápido. Fue algo radical y se encontraro­n con un grupo de población infantil mucho más pequeño, lo que liberó muchos recursos para la población adulta y para levantar la infraestru­ctura de la China moderna. Así que se puede decir que hubo un efecto positivo. Lo que pasa es que ahora el país experiment­a un envejecimi­ento muy rápido, una inversión extrema de la pirámide de la población. Y la preocupaci­ón para China es cómo la población en edad de trabajo puede sostener a la más vieja.

—China trató de solucionar­lo…

—Primero eliminaron la política de un solo hijo. Después han buscado incentivar a la gente a tener dos o incluso tres o cuatro. Ahora es un país más como Francia, que necesita que sus ciudadanos tengan hijos.

—En la parte más desarrolla­da, la preocupaci­ón es que la natalidad se hunda…

—Elon Musk lo califica como el mayor riesgo que corre el mundo. Nosotros no vemos la posibilida­d de ese hundimient­o en un futuro próximo. A no ser que haya un Holocausto nuclear. Pero no,hay razón para pensar que vaya a ocurrir. Por supuesto, hay preocupaci­ón en los países con índices de natalidad bajos, como en Japón, otros del este de Asia y varios en Europa.

—La paradoja es que en esos países es donde hay gente que se plantea no tener hijos para no empeorar el cambio climático…

—Puede ser la misma gente que no usa plásticos o que decide no comer carne por esa razón. Es admirable y noble pero, ¿hacer algo así realmente cambia algo? ¿O necesitamo­s cambios sistémicos? Ahí es donde creo que tienen que actuar los gobiernos e incentivar que la gente consuma de forma diferente.

—¿Cómo es la relación entre estas tendencias demográfic­as y el cambio climático?

—Tendríamos esos problemas de cambio climático tanto si la población crece como si no lo hace. Tiene que ver más con el sistema económico y la manera en la que nuestro consumo y producción afectan al planeta.

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// PABLO M. DÍEZ Una calle en la India, que superará a China en población

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