Universo Saturn
Ni la política en España pudo llegar a menos, ni ellas, ellos y elles pudieron llegar a más
UNA persona con unos estudios y una formación que ni fu ni fa y con una experiencia laboral previa a la política que se reduce al oficio de cajera (un par de años) en una tienda de lavadoras, batidoras y microondas, afirma que los jueces en España, así en general, no conocen el Derecho ni aplican correctamente las leyes que elabora su magnífico ministerio. Tírate cinco años estudiando (cuatro en la ‘uni’, como dicen en Podemos, más un máster) para empezar a hablar. Casi 250 créditos hincando codos ante tratados de
Derecho Constitucional, Romano, Civil I, II y III, Eclesiástico, Economía Política y Hacienda Pública, Filosofía del Derecho, Derecho Penal I y II, Internacional Público y Privado, Derechos Fundamentales y Justicia Constitucional, Mercantil I y II, Derecho de la Unión Europea, Financiero y Tributario, Derechos del Trabajo y de la Seguridad Social, Administrativo, Procesal I y II, además de asignaturas optativas que llueven a manta de Dios durante los años de la carrera. Trabajo de fin de grado para rematar la faena. Luego, una media de cuatro años estudiando la oposición diez horas diarias seis días a la semana. Págate si puedes un preparador y (últimamente) hasta el psicólogo para aguantar la presión de tan exigente esfuerzo académico y de adquisición de los conocimientos requeridos para ponerse la toga, de compresión del Derecho y la administración de justicia. Puñetas. En total, no menos de una década (la edad media de acceso a la carrera judicial es de 29,5 años) entre tratados, libros, códigos, cantando temas cada lunes, una cuesta arriba hacia el estrado que siempre aparece interminable, casi sin otra vida que el Derecho, entregado al estudio. Después, y tras conseguir coronar ese Gólgota y aprobada la oposición (cuatro mil aspirantes para doscientas y pico plazas), un añito más en la Escuela Judicial, aprendiendo el oficio, que deberá seguir cebando con una formación continua porque las leyes y las penas (las penas, Irene, las penas...) cambian.
Así las cosas, y escuchando a Irene Montero, Ione Belarra y Ángela Rodríguez –que se hace llamar Pam y cuya experiencia laboral prepolítica es tendente a cero, a la altura de sus conocimientos jurídicos– parece llegado el momento de sustituir esa década de estudio de la ley y su aplicación para ser juez por un cursillo de formación en cajera/o/e, en Electrodomésticos Saturn, por ejemplo, que es cantera de ministros. Porque las tres, en vez de hocicar su petulancia tras el enorme y obcecado error, ese tremendo estropicio que supone que los violadores vean rebajadas sus penas con la ‘ley del sí es sí’, la han emprendido contra los jueces por machistas, fachas y misóginos, una colección de heteropatriarcales del copón, dicen, que además tratan de liquidar a Podemos, el partido donde los gimoteos vienen de serie (mira, como el vaso de las batidoras) cuando no se les da la razón o les vienen mal dadas. Todos, jueces, medios, redes sociales, policías, votantes y a este paso hasta los torneros fresadores, están en su contra. Desistamos de entender nada; ni la política en España pudo llegar a menos, ni ellas, ellos y elles pudieron llegar a más.