Las legislativas acaban con Nancy Pelosi, látigo de los republicanos
∑La demócrata ha sido una líder implacable a la hora de aunar voluntades y mantener el partido unido ∑No podía competir para seguir en el cargo tras la victoria de sus rivales en la Cámara de Representantes
Una página central de la historia política de EE.UU. empezó a cerrarse ayer en el Capitolio. Su presidenta, la demócrata Nancy Pelosi, bajó al estrado que utilizan los diputados para anunciar que no seguirá como líder de su grupo parlamentario. Pelosi, de 82 años, odiada y reverenciada en EE.UU., daba un paso al lado después de haber llevado las riendas de buena parte de la acción legislativa de la primera potencia durante las dos últimas décadas. «No buscaré la reelección como líder demócrata en el próximo Congreso», dijo. «Para mí, ha llegado la hora de una nueva generación que lidere al grupo parlamentario demócrata al que tanto respeto».
El anuncio no sorprendía a nadie. Llegaba pocas horas después de que las proyecciones de los grandes medios estadounidenses adjudicaran tras un largo recuento la mayoría de la Cámara de Representantes a los republicanos. Por lo tanto, a partir del próximo enero, Pelosi no podría competir por mantenerse como presidenta de la Cámara, un cargo en el que ha hecho historia y que con mucha probabilidad entregará al republicano Kevin McCarthy.
«Ya es oficial. El dominio de un partido en Washington se ha acabado. Hemos echado a Nancy Pelosi», celebró McCarthy en una intervención en Fox News. Pelosi nació en una familia muy involucrada en la política. Su padre fue diputado por Maryland y alcalde de Baltimore, la principal ciudad del estado, un cargo que también ocupó después uno de sus hermanos. Ella tardó en entrar en política. Lo hizo cuando ya había formado una familia –tiene cinco hijos– en San Francisco (California) la ciudad progresista por antonomasia de EE.UU. Se implicó en la recaudación de fondos para el partido y acabó como candidata para el distrito de su ciudad, que le llevó al Congreso en 1987. «De ama de casa a presidenta de la Cámara», dijo ayer en su discurso.
Fue una carrera ambiciosa y rompedora. Ascendió con rapidez en la jerarquía demócrata en la Cámara hasta convertirse en su líder en 2002. Era la primera mujer al frente de un grupo parlamentario del Congreso desde la fundación del país. La primera también en lograr un paso más allá: convertirse en presidenta de la Cámara de Representantes. En 2006, los demócratas recuperaron el control después de más de una década en manos republicanas. Con ello, Pelosi tomó las riendas de la Cámara Baja y ostentó uno de los cargos con más poder en EE.UU., que le colocaba segunda en la línea de sucesión.
El puesto le duró hasta 2011, cuando los republicanos recuperaron la Cámara después del castigo de EE.UU. a Barack Obama en las urnas tras sus dos primeros años de mandato. Y regresó al cargo en 2019, tras la victoria electoral demócrata en las legislativas de 2018, en medio de las turbulencias de la presidencia de Donald Trump.
Al frente de la Cámara, Pelosi se confirmó como una líder implacable a la hora de aunar voluntades, doblegar rebeliones internas y mantener la disciplina de partido. Ayer, alardeó sobre su capacidad para aprobar grandes planes en sede legislativa con presidencias diferentes. «He disfrutado trabajando con tres presidentes», dijo antes de mencionar inversiones en energía limpia con George W. Bush, la reforma sanitaria con Obama o el plan de infraestructuras y acción climática con Joe Biden.
No se olvidó de mencionar a Trump, de quien se convirtió en su némesis. Tras regresar a la presidencia de la Cámara en 2018, se comprometió a convertirse en el freno del presidente republicano. Su enfrentamiento y su antipatía mutua quedó retratada en imágenes icónicas, como cuando Pelosi