ABC (Andalucía)

Madres prematuras, o la soledad del pedaleo cuesta arriba

‘LA MATERNAL’

- OTI RODRÍGUEZ MARCHANTE

Director: Pilar Palomero. Intérprete­s: Carla Quílez, Àngela Cervantes, Jordan Dumes. Pepe Lorente, Olga Hueso, Gal-la Sabaté, Rubén Martínez, Neus Pàmies...

Aquel final de ‘Las niñas’, la primera y anterior película de Pilar Palomero, digno de estar en las antologías del cine español de siempre, hacía razonable el presagio de que esta directora solo podía volver a llamar a nuestra puerta con algo grande, poderoso, hermoso, y también con uno de esos finales de película que lo ponen a uno a rumiar vida durante semanas: una niña que ya le ha dado la espalda a la infancia, una bicicleta, una cuesta arriba, un pedaleo fatigoso, el consuelo momentáneo de una compañía, pero sola, única y el mundo.

La Maternal del título es el nombre de un centro para madres menores de edad, apenas niñas que conviven allí durante el embarazo y los primeros meses de maternidad. A ese lugar llega la historia después de unas cuantas secuencias en las que conocemos a Carla, 14 años y ya amotinada con la vida, que vive con su madre, también muy joven. En esas primeras escenas de Carla y su entorno, su madre, el chico, Efraín, con el que mantiene una relación entrañable, fuerte, casi maternal, se aprecia el carácter indómito de un personaje destinado a pedalear cuesta arriba, y la cámara de la directora aún está decidiendo si le cae o no simpático ese personaje.

La narrativa de Pilar Palomero es rica en la descripció­n pero frugal en exclamacio­nes y prefiere resolver con la elegancia de la elipsis lo que ya se ha incrustado en el relato y sabe o imagina el espectador: Carla está embarazada y se elude con tres o cuatro detalles la escena engorrosa (y que no puede ser buena) de madre, hija, tutora, reproches…; se pasa por corte a La Maternal y queda certificad­o, sin decirlo, sin gritarlo, el embarazo. Ocurrirá algo parecido después con el nacimiento del niño Efraín, que no necesitamo­s verlo.

Una mirada emocional

Lo que no elude la película es el drama instalado en las vidas de esas jovencitas, las compañeras de La Maternal, cuya presentaci­ón (cada una de ellas cuenta sus circunstan­cias con gracia, con frescura, con dignidad…, no son actrices pero saben darse a la cámara con naturalida­d) es uno de los momentos más impresiona­ntes. La mirada de Pilar Palomero al lugar, a los personajes, especialme­nte al de Carla, es de pura carga emocional, a sus cambios, sus colapsos, histerias, sus dudas lógicas ante el peso de la maternidad, y que van a toparse con un instante excelso, el llanto de Carla, la conversaci­ón telefónica con su madre y esa petición de que le cante…, ese deseo de lo ya irreversib­le, de volver a ser niña.

El trabajo de Carla Quílez es gigantesco y ha sido premiado con todo merecimien­to en varios Festivales, entre ellos el de San Sebastián. Una interpreta­ción rebosante de física y química, y arrasadora de fuerza, genio y sentimient­o. Pero, no hay que perderse la intensidad de Ángela Cervantes en su precisa y agridulce composició­n de la madre, un personaje que tiene otra y gran propia película en ella. Ángela Cervantes, de esa generación ‘Chavalas’ (junto a Vicky Luengo, Carolina Yuste y Elisabet Casanovas), lleva en su tono alto y en su tono bajo (una tristeza tremenda) kilos de significad­o a la historia que termina donde empieza el mundo.

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