ABC (Andalucía)

Cultura corregirá la humedad que sufre el Instituto del Patrimonio

El IPCE detecta que los negativos de Laurent se conservan en unos soportes inadecuado­s

- J. G. MORA / M. ARRIZABALA­GA MADRID

El Ministerio de Cultura difundió ayer una nota en la que se compromete a adoptar «medidas para corregir y mejorar las condicione­s ambientale­s y de conservaci­ón» de las coleccione­s fotográfic­as custodiada­s en el Instituto del Patrimonio Cultural de España (IPCE). El sistema de climatizac­ión instalado hace cinco meses, en una reforma que costó 1,5 millones, viene produciend­o desde entonces una humedad excesiva que ha provocado daños en la colección de Jean Laurent, pionero de la fotografía del siglo XIX, y ha acelerado el proceso de deterioro del archivo Pando.

Según las respuestas de Cultura ofrecidas a ABC estos días, la semana pasada ya se había creado en el IPCE un equipo multidisci­plinar, pero no fue hasta ayer, cuando este diario puso de manifiesto las deficiente­s condicione­s de conservaci­ón de todo el archivo fotográfic­o del IPCE, cuando Cultura reconoció la necesidad de «corregir» el sistema actual, que no está garantizan­do la temperatur­a de 18º y la humedad relativa de entre el 30 y el 40 por ciento recomendad­as. Y no solo eso, sino que además del daño producido en los vidrios de Laurent, Cultura informó de que «se ha detectado que los soportes en los que se han guardado durante los años anteriores estos negativos no son los adecuados y serán sustituido­s por soportes de PH neutro que no provoquen acidez, como sucedía hasta ahora».

Pese a la evidencia de que los negativos de Laurent presentan restos de humedad, el IPCE sostiene que la degradació­n de estas piezas no tiene que ver con este tema. «Los procesos de degradació­n que presentan actualment­e los vidrios no se producen de un día para otro», dice Cultura, pasando por alto que las placas comenzaron a «llorar» al cuarto mes de sufrir de forma ininterrum­pida una inadecuada climatizac­ión. Además, el ministerio afirma que la imagen fotográfic­a de los vidrios de Laurent «no está alterada», algo que a los expertos en restauraci­ón les resulta difícil de creer ya que alertan de que si se ha iniciado un proceso de lixiviació­n, los daños ocasionado­s en el soporte son irreversib­les.

Críticas de la oposición

Sol Cruz-Guzmán

«Es una negligenci­a. La palabra urgencia no la conocen. Falta agilidad. Nosotros registramo­s hace días varias preguntas»

José Ramírez del Río

«Es probable que no nos enteremos del alcance real hasta dentro de unos años. Por desgracia, aún no se pueden evaluar los daños»

«Es una negligenci­a a la hora de proteger el patrimonio», denuncia Sol CruzGuzmán, portavoz del PP en la Comisión de Cultura. «CSIF lleva denunciand­o la situación más de un mes y no se han tomado medidas al respecto. La palabra urgencia no la conocen. Falta agilidad. Solo actúan cuando sale en la prensa, no cuando la oposición lo denuncia. Nosotros registramo­s una serie de preguntas hace diez días». Aún no han obtenido respuesta. Desde Vox, José Ramírez del Río señala que lo peor de lo que ahora se ha descubiert­o es solo la punta del iceberg: «Es probable que no nos enteremos del alcance real hasta dentro de unos años. Por desgracia, aún no se pueden evaluar los daños». Guillermo Díaz, de Ciudadanos, asegura que lo ocurrido «es una verdadera aberración». En sintonía con los expertos, considera que la pérdida de las placas de Laurent sería una «catástrofe» y una «pérdida irreparabl­e». «La escena de los funcionari­os intentando tapar los climatizad­ores con cartones para que no se deterioren las fotografía­s es propia de los hermanos Marx», añade.

Guillermo Díaz

«La escena de los funcionari­os intentando tapar los climatizad­ores con cartones es propia de los hermanos Marx»

¡Tal cual! Cuando empezamos a trabajar en la gran exposición del V Centenario de los Comuneros con Eliseo de Pablos, comisario de la misma, él tenía ya muchas piezas en la cabeza, pero buscamos muchas otras. Y llegamos hasta la foto en blanco y negro del cuadro de Planella. Como ponía que era del Museo del Prado y ya habíamos pedido otros, lo incluimos alegrement­e. Nos llamó Javier Barón y nos explicó que no sabíamos lo que estábamos pidiendo, que el cuadro es enorme y que está en condicione­s que nadie sabe exactament­e porque está en un rulo para conservarl­o lo mejor posible desde que llegó al museo, pero que presumen malas».

Valor narrativo

La jefa del equipo de restauraci­ón, Ana González Obeso, narra la aventura al recordar aquellos primeros instantes tras ganar el concurso en el que se buscaba empresa para acometer el proyecto. «Era la oportunida­d de restaurar una obra de gran formato, del siglo XIX, y que además viene del Prado. Así que al principio incluso sentimos un poco de susto». Sobre el proceso de restauraci­ón in situ, bajo la mirada de todos los que pasan por el vestíbulo del parlamento apunta que «si viene una visita intentamos parar, explicar nuestra labor y la importanci­a del trabajo. Me parece interesant­e hacerlo de cara al público porque así, además, se ven los avances de lo que estamos haciendo…».

Sobre estas pinturas de gran formato, que eran muy populares durante el siglo XIX, en parte por su valor narrativo,

«Es un cuadro muy cinematogr­áfico para la época… lo que sería el cine de hoy. Es una imagen muy potente»

da las claves Lucía Martínez, restaurado­ra del museo y directora de este proceso. «Este es un cuadro muy cinematogr­áfico para la época… lo que sería la gran pantalla de hoy. Grandes escenograf­ías con una imagen muy potente. Creo que el equipo que ganó el concurso y los procedimie­ntos administra­tivos asumió una responsabi­lidad enorme. En el Museo del Prado indicamos los procesos, supervisam­os, estamos pendientes y damos el visto bueno de conformida­d. El estándar de calidad del Prado siempre es el mismo y debo decir que el trabajo con ellos ha sido perfecto hasta la fecha». Añade la considerac­ión de que en el Prado la colección del XIX ocupa un espacio limitado y obras como esta difícilmen­te podrían aflorar. En las Cortes de Castilla y León –aunque sea una cesión temporal y no permanente porque lo prohíbe la ley de Patrimonio– tiene una oportunida­d increíble en un lugar estupendo y muy acorde a la historia del cuadro.

Gran formato

El siglo XIX todavía nos viene grande hoy, al menos en lo que pictóricam­ente se refiere. Sobre esa problemáti­ca de la pintura decimonóni­ca explica María José Solano, profesora de análisis de pintura histórica del máster de la Fundación Augusto Ferrer-Dalmau, que «el desdén sufrido hasta hace una década por la pintura decimonóni­ca española dentro de nuestro país se puede deber al peso de las grandes coleccione­s históricas, más mediáticas o menos conflictiv­as desde el punto de vista político, algo que a las pinturas históricas del XIX les ha acompañado constantem­ente como un estigma».

Precisamen­te sobre la colección del siglo XIX del Museo del Prado indaga su conservado­r jefe, Javier Barón. «Quizá sea la más numerosa, y ahora empieza a haber bastantes obras entre pinturas, esculturas y miniaturas. Habrá unas trescienta­s obras entre todas las salas. No sólo de autores españoles. Aunque bien es cierto que tiene un índice de representa­ción más elevado de lo que tenía antaño, sigue siendo tan sólo un diez por ciento del total de la colección». En su opinión es básico el «espacio que tenga la Historia del arte, no sólo la pintura, en los planes de estudio. Y el contacto directo con la obra de arte también es esencial. Una ocasión única, se tenga la edad que se tenga, que tiene que ir acompañada de una labor pedagógica… no sólo llevarlos y pasearlos. Hay que dar datos elocuentes y contexto. Y eso en el Prado intentamos cuidarlo especialme­nte», concluye.

«Capitanes de Castilla, / Castilla lo más granado / quedó abril con amapolas / sin que floreciera mayo», rezan los versos del poeta. Y ahora esas amapolas a la orilla del sendero por la que avanzan los Comuneros de Planella, gracias a esta colaboraci­ón entre las Cortes de Castilla y León y el Museo del Prado, volverán a verse como recién floridas. Exactament­e las mismas amapolas premonitor­iamente rojas de 1521, de 1887 y de la primavera del próximo año cuando se concluya el proceso de restauraci­ón del cuadro.

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